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Río de Janeiro (Gerardo Lissardy, corresponsal para América Latina). Venezuela se apresta a celebrar el próximo domingo 7 la elección nacional más importante del año para Sudamérica, un duelo político que ha adquirido todos los ingredientes de suspenso y tensión: un presidente aspirante a la reelección como Hugo Chávez, que ha gobernado el país durante casi 14 años y busca seguir seis más, una gran incertidumbre sobre el cáncer que le fue tratado, un férreo control de los medios y el aparato del Estado por parte del mandatario, un candidato opositor como Henrique Capriles Radonski, que se ha afianzado como el mayor reto político a Chávez en mucho tiempo, una cantidad de ciudadanos indefinidos que según encuestas plantean la posibilidad de una votación reñida, y por cierto el temor de muchos a que se desate una ola de violencia cuando se anuncie el ganador.
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La esperanza opositora de que es posible derrotar a Chávez en las urnas creció tras una gigantesca marcha con la que Capriles cerró el domingo 30 su campaña en Caracas, colmando una avenida Bolívar que en los últimos años se había convertido en una suerte de bastión de las concentraciones del oficialismo. “Podemos ganar por más de un millón de votos”, lanzó al día siguiente Capriles, un abogado de 40 años y exgobernador del estado de Miranda, uno de los más poblados del país que abarca parte de Caracas.
Henrique Capriles
Chávez, un teniente coronel de 58 años que desde su primer triunfo electoral de 1998 modificó el escenario político de Venezuela y la región con su “revolución bolivariana”, inició el mismo lunes en su pueblo natal de Sabaneta una gira de tres días por seis estados del país que llegará a Caracas este jueves 4 para el acto final, que también se prevé multitudinario. “No podrán con nosotros”, afirmó. “Aquí estamos en la calle, dispuestos a defender la patria con todo”.
La mayoría de las encuestas más respetadas de Venezuela colocan a Chávez como favorito; algunas por una diferencia de varios puntos y otras por un margen estrecho. Sin embargo, también señalan que Capriles ha venido reduciendo su distancia con el presidente y advierten que en el desenlace será determinante la opción que tomen una cantidad de ciudadanos que evitan expresar su opción frente a los encuestadores, porque temen hacerlo o porque sencillamente ignoran qué decidirán el domingo 7.
“Las cartas están echadas: aquí el gran tema es entender ese concepto de ‘no-respondentes’”, dijo Luis Vicente León, presidente de Datanálisis, una de las principales empresas encuestadoras venezolanas. “Si en verdad era un voto que se protegía, mayoritariamente opositor, puede ser una elección cerrada. Si no, Chávez podría ganar cómodo”, agregó en declaraciones a Búsqueda.
La clave de los “ninis”
Una encuesta publicada por Datanálisis la semana pasada ubicó a Chávez con 49,4% de las intenciones de voto y a Capriles con 39%. Sin embargo, la empresa sostiene que entre mayo y septiembre el candidato opositor logró acortar diez puntos porcentuales su diferencia con el presidente y todavía hay 11,6% de indecisos. “Si los indecisos se comportaran como en los últimos seis meses, (…) que mayoritariamente se fueron moviendo hacia Capriles, el escenario puede ser mucho más cerrado de lo que las encuestas nos muestran”, evaluó León, que debido a la legislación venezolana estaba impedido esta semana de manejar públicamente números y proyecciones de voto.
Esos votantes indefinidos, que en Venezuela llaman “ninis” (ni chavistas ni opositores) se han vuelto un verdadero dolor de cabeza para los encuestadores. León dijo que su empresa ha procurado calibrarlos con diferentes escenarios sobre cuál puede ser su opción en base a sus características particulares, “pero al final siempre existe un riesgo: no estamos claros de cómo se pueden comportar”.
El perfil de esos votantes es principalmente de jóvenes, mujeres y de clases populares, de acuerdo a diferentes sondeos. Esto los volvería más vulnerables a las presiones oficiales, ya que tienden a depender más de las políticas asistenciales creadas por Chávez o del Estado como fuente de empleo, señaló Alfredo Keller, responsable de la encuestadora Keller y Asociados. Sus estudios indican que casi un cuarto (24%) de los venezolanos muestran incoherencias entre lo que declaran que van a votar y sus opiniones sobre la política en general. Pero la duda se mantiene: ¿Será que al final se abstendrán? ¿Apoyarán a Chávez? ¿O están ocultando su voto por Capriles por temor a perder beneficios públicos?
“Nosotros no estamos viviendo un sistema tradicional democrático con elecciones libres, sino que están sometidas a una serie de presiones, chantajes y amenazas que condicionan fuertemente la declaración abierta del voto”, dijo Keller a Búsqueda. A su juicio, la campaña de Chávez ha buscado no solo descalificar a Capriles sino también infundir temor en la ciudadanía sobre el riesgo de violencia en las calles o que un triunfo opositor acabe con los programas sociales del gobierno. Eso, agregó, ha contribuido en las últimas cuatro elecciones a que un promedio de 33% de venezolanos se haya abstenido de votar, permitiéndole a Chávez salir victorioso con una media de 38% del padrón electoral a su favor.
El peor incidente violento de la campaña hasta el cierre de esta edición ocurrió el sábado 29, cuando tres seguidores de Capriles murieron tiroteados por presuntos chavistas durante una caravana proselitista en el Estado natal del presidente, según denunció la oposición. El gobierno aseguró al día siguiente que había detenido al “autor material del homicidio” y Chávez lamentó los hechos. Al mismo tiempo, el mandatario ha reiterado la acusación de que sus opositores tienen “planes desestabilizadores” para desconocer su eventual reelección. El lunes, el representante venezolano ante las Naciones Unidas, Jorge Valero, denunció que hay grupos “golpistas” que intentarán usar la violencia para desconocer la voluntad popular.
“Un Chávez
disminuido”
La situación refleja cierto nerviosismo de parte del gobierno sobre lo que ocurrirá el domingo en las urnas, opinó Keller. “A Capriles le ha costado mucho, pero ha logrado algo que nadie había logrado en la oposición venezolana: poner a Chávez a la defensiva”, dijo. En lugar de polarizar o responder directamente los ataques del presidente, la estrategia del candidato opositor ha consistido en denunciar incansablemente, casa por casa y pueblo por pueblo, el fracaso del gobierno en materia de seguridad (el país tiene los mayores niveles de violencia de Sudamérica, con una tasa de 50 homicidios cada 100.000 habitantes en 2011) las fallas de servicios públicos como la electricidad o la alta inflación. Además ha apostado a diferenciarse planteando una disputa de juventud versus vejez, nuevo versus conocido, lo que obligó al presidente a responder que la “revolución” es lo novedoso y el “imperio” o la “burguesía” lo viejo.
Capriles, que fue electo candidato por amplio margen en las inéditas primarias opositoras de febrero y representa a la heterogénea Mesa de Unidad Democrática (MUD), se define a sí mismo de centroizquierda y niega que su intención sea recortar los programas sociales o “misiones” de Chávez. Al contrario, sostiene que buscará mejorarlos y para ello presenta como carta de crédito su legado como gobernador de Miranda. Pero también ha dicho que revisará una serie de políticas del actual gobierno, incluidos los contratos de petróleo con otros países de la región aliados del mandatario. “Venezuela no regalará más petróleo”, aseveró. En particular indicó que quiere examinar los acuerdos de cooperación con Cuba, sugiriendo que Caracas pierde por los mismos U$S 3.000 millones anuales, dinero que muchos consideran vital para La Habana.
“(Capriles) es por mucho el mejor candidato que ha tenido la oposición frente a Chávez en estos 14 años; incluso su campaña ha sido mejor que la de Chávez”, sostuvo León. “Quizás la enfermedad de Chávez ha tenido impacto en el desarrollo de su campaña: se nota que ha estado un poco desenfocado, que debe tener apariciones administradas, que su organización no es la del pasado. Eso no quiere decir que Chávez no sea fuerte ni pueda ganar la reelección. Pero sin dudas no es el Chávez del 2006, de 2000 o incluso de 1998. Es un Chávez disminuido, aún con un control de medios brutal, con muchísimo dinero colocado sobre la mesa, con una espectacular campaña mediática, pero que no se acompasa con su campaña física”.
El presidente venezolano cuenta además con un carisma difícil de igualar, con la compasión que su tratamiento contra el cáncer le generó en muchos venezolanos que le creen cuando dice que está curado, y con la ventaja de haber sido más generoso con los sectores populares que sus antecesores. Entre 1999 y 2010 Venezuela redujo la desigualdad social medida por el índice de Gini y, según la Cepal, pasó de un 49,4% de pobreza a 27,8%. Aunque el gobierno de Chávez se ha visto salpicado por diferentes casos de corrupción, este fenómeno está lejos de ser nuevo en el país (y el video que surgió en plena campaña de un diputado integrante del equipo de Capriles aceptando un supuesto soborno ayudó poco a la oposición, aunque el candidato lo haya expulsado de inmediato).
A pesar de todo su poder concentrado en estos años, de haber sobrevivido al golpe de Estado que lo sacó por unas horas de la Presidencia en 2002, de sus reiterados atropellos a la libertad de expresión y de su frecuente uso de cadena nacional en plena campaña, Chávez perdió su aureola de invencible hace tiempo. En diciembre de 2007, su propuesta de reforma constitucional para habilitar su reelección ilimitada fue rechazada en un referéndum (aunque un año y poco después la aprobó vía Asamblea Nacional y nuevo referéndum). En un país tan polarizado en torno a su figura, la gran pregunta además de quién va a ganar el domingo es qué ocurrirá cuando se declare el resultado oficial. Chávez y Capriles se comprometieron en julio a reconocer el anuncio que emitirá el Consejo Nacional Electoral (CNE) venezolano, pero sus respectivos bandos han planteado sospechas sobre las intenciones de sus rivales. Consultado sobre la posibilidad de que el desenlace sea violento, León advirtió que “si esto es una elección cerrada, siempre hay riesgos por los dos lados: el riesgo de un triunfo de Capriles que divida al chavismo sobre si debe o no reconocerlo, o un triunfo muy cerrado de Chávez que también puede generar conflicto, porque es posible que la oposición no lo reconozca o lo entienda como un clavo”.