Coalición electoral o coalición de ideas

Coalición electoral o coalición de ideas

La columna de Guillermo Sicardi

4 minutos Comentar

Nº 2228 - 8 al 14 de Junio de 2023

Cuando se acercan las elecciones, los políticos se esmeran por hacer “acuerdos” con otras agrupaciones (dentro o fuera de sus partidos) y buscan aprovechar todos los vericuetos electorales para acceder al poder. Este tipo de coaliciones electorales suelen ser exitosas. Lo fue para el Frente Amplio y lo fue para la coalición “multicolor”. Lo mismo en Argentina: tanto el Frente de Todos (peronistas) como luego Juntos por el Cambio (socialdemócratas) unieron fuerzas de diverso pelo para llevar a los Kirchner y a Macri al sillón de Rivadavia. Pero ambos gobiernos fueron muy malos en su gestión.

Estos Frankenstein de la política (las coaliciones con fines primordialmente electorales) no suelen gobernar adecuadamente. O sus gestiones son directamente un fracaso o terminan haciendo cambios muy devaluados, ya que luego de tantas transas internas para lograr un “consenso”, terminan sacando proyectos bastante anodinos.

En parte esto ha sucedido con el intento de abaratar el precio de los combustibles, vía desmonopolización, libre importación o mayor competencia en el downstream (estaciones de servicio). No lograron nada. Apenas un tímido sistema para fijar el Precio Paridad de Importación, que tampoco lo aplican a rajatabla, sino a humores políticos del momento. Como fue siempre.

La reforma del sistema previsional también terminó en algo bastante soso. Es mejor que lo anterior (porque lo anterior era otro parche superficial para tapar el sol con las manos), pero sin atacar las bases de un sistema que no funciona, basado en la “irresponsabilidad intergeneracional”, donde nadie se hace cargo de su propia jubilación y espera que los jóvenes de hoy se hagan cargo de los viejos de ayer. Como los números no cierran, los cerramos con más impuestos y transferencias del gobierno central a esa suerte de “agujero negro” que todo lo absorbe y poco devuelve. Es altamente probable que dentro de pocos años volvamos a tratar el mismo problema.

El tiempo le ha dado la razón a Julio María Sanguinetti cuando hace ya muchos años comenzó a hablar de “familias ideológicas”, sabedor de que el mundo tiende a ser bipolar. De un lado, los totalitarios y estatistas: comunistas, socialistas, autócratas, dictadores y controladores de la vida privada de los ciudadanos. Del otro lado, los liberales: republicanos, defensores del libre mercado, la libertad individual y un rol del Estado limitado que no avasalle a los contribuyentes. No hay una “tercer alternativa”.

El Frente Amplio entendió esto mejor y antes que nadie. Desde 1971 esa “colcha de retazos” ha encontrado la manera de unir bajo un mismo paraguas a corrientes ideológicas que debaten duramente entre sí, pero han sabido sosegarse y llegar a acuerdos que les permitan gestionar el poder. Lo hacen desde hace 33 años en la Intendencia de Montevideo y gobernaron 15 años de corrido el gobierno nacional con mayorías parlamentarias. No gobernaron un cuarto período por menos del 2% de los votos.

Si la coalición republicana algo debería haber aprendido de estas experiencias, es que “los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera”, y hacerlo —no solo con un mero fin electoral— sino para cambiar la pisada de un Uruguay lento, estatista, burocrático y caro. El problema es que esto demanda reformas de fondo que son difíciles de digerir por las masas en el corto plazo, pero que son el remedio (amargo) para curar muchas de nuestras enfermedades congénitas.

Hay un meme muy sutil que muestra a una inocente niña conversando con Frankenstein a la orilla de un arroyo y la joven le dice al monstruo: “No sé por qué dicen que eres malo, yo te veo bueno y amable”, a lo que Frankenstein responde: “Es que estoy en plena campaña electoral”.

Si realmente se quiere que prosperen las ideas de la libertad y que estas venzan en la batalla cultural contra las ideas de la miseria, deberán predicarlas con más convicción, con más energía y con más persistencia. Esta batalla no se gana solo con coaliciones electorales, sino con coaliciones de ideas y visiones comunes de largo plazo.

Así —tal vez— la coalición electoral multicolor tenga chances de volver a gobernar y cuando lleguen al poder, puedan hacer los cambios que hay que hacer. Si no están dispuestos a ello, no se coalicionen.