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Los precios ganaderos han pasado de la euforia de un récord a mediados del año pasado a los niveles más bajos en 20 años en términos reales. Novillos que se pagaban a US$ 5,50 el kilo no alcanzaron los US$ 3,00 la semana pasada. Seguramente la realidad está en un término medio. Ni la euforia fue perpetua ni el futuro será tan deprimente como en el presente.
En el corto plazo la volatilidad es la norma, en el largo plazo el precio dependerá de la construcción que se hace cada día. La diferenciación permitirá que la ganadería permanezca como un sector fundamental para el bienestar de más de 90% del territorio uruguayo; su capacidad de seguir agregando valor.
Agregar valor es apostar a consumidores de alto poder adquisitivo, que cada vez más reclamarán un producto que contribuya a la salud del consumidor, con creciente interés por la salud del planeta y la ética involucrada en el proceso productivo.
Uruguay tiene todo para posicionar su carne como la mejor del mundo. Es la única ganadería que preservó sus pastizales y montes nativos. Y en un mundo caliente y con cada vez menos biodiversidad, sostener la flora y fauna nativa y capturar carbono mientras se produce vale y valdrá cada vez más.
Que Uruguay es un país libre de deforestación debería saberse en el mundo, y debe expresarse con voz clara y fuerte. En Uruguay no se prende fuego un solo árbol para hacer ganadería. En el resto de América Latina lamentablemente la ganadería ha talado y quemado selvas. Nueva Zelanda ha sustituido gran parte de su vegetación nativa. No tenemos por qué solidarizarnos con lo que no hacemos. Es comprensible que un consumidor de Alemania, Japón, Corea del Sur, y por qué no en un futuro no muy lejano China, quiera carne libre de deforestación.
Muchos consumidores, especialmente consumidoras uruguayas, puestos a elegir entre carne uruguaya que se sabe es libre de deforestación y una importada más barata que no da esa garantía, están dispuestos a pagar más por la carne de pastizales y praderas.
La crisis climática está instalada y este año dio un salto en su agravamiento. Las temperaturas mundiales de junio, julio y agosto no tienen precedentes. Son récords desde que hay registros, por mucha distancia. Uruguay en setiembre fue una excepción con temperaturas más bajas de lo normal.
El planeta hasta el 2022 se calentó 1,3º C, y los meteorólogos recomiendan no pasar los 1,5º C, algo que se superará largamente.
Uruguay sensatamente ha suscrito el compromiso de reducir 30% sus emisiones de metano para 2030, y tiene en curso investigaciones más que interesantes sobre cómo reducirla y optimizar las capturas de carbono. Los animales más eficientes emiten menos metano por kilo de carne producida.
Además de la inocuidad, la terneza, las garantías que da la trazabilidad, son la ausencia de deforestación y los esfuerzos verificables por mejorar el balance de gases de efecto invernadero, lo que será determinante del valor que se agregue, tal como sucede en la industria automotriz y en tantas otras.
Emprender ese camino es, además de redituable a largo plazo, bello, porque implica trabajar en solidaridad con las generaciones que vienen, a las que les tocará un mundo más caliente e inestable; pero tal vez, ojalá, con algunas soluciones encaminadas. De eso se trata el proceso de construir la mejor carne del mundo. El objetivo central que debe plantearse el sector cárnico, especialmente en un momento en el que el precio nos advierte que la competitividad no está asegurada.
