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Aunque los representantes del comunismo uruguayo se nieguen a reconocerlo, el accionar de China en África es imperialista de cabo a rabo. Pero el imperialismo chino no se limita a los grandes principios teóricos de esta política (o sea: préstamos condicionados por contratos leoninos, extracción virulenta de materias primas y colocación masiva de productos manufacturados) sino que también, en su accionar cotidiano, China saquea las riquezas africanas copiando la receta de los imperialismos que la izquierda siempre se ufanó de combatir.
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Doy un par de ejemplos. Las empresas chinas no permiten que los obreros africanos se organicen; persiguen y expulsan a los activistas sindicales al mismo tiempo que aumentan constantemente el ritmo de producción. A veces, la gota rebasa el vaso: en junio de 2010, un capataz chino fue asesinado por mineros en Zambia en protesta por los constantes abusos sufridos. La situación en esa mina estaba caldeada desde que los guardianes chinos habían reprimido a balazos una protesta de los obreros africanos, causando una cantidad imprecisa de muertos y heridos.
Henning Mankell es el autor de los libros sobre el comisario Wallander. Sus obras se han traducido en treinta idiomas. Con más de treinta millones de ejemplares vendidos en más de cien países, es el escritor sueco más conocido en todo el mundo.
Mankell es un “sesentista decepcionado”. Pero a diferencia del grueso de sus ex camaradas, no se ha convertido en un cultor del individualismo más vacuo e intransigente, ese que ha travestido las teorías de Copérnico convirtiendo al propio ombligo en el centro del universo. Por el contrario, Mankell sigue combatiendo el saqueo de los países tercermundistas.
Este escritor sueco reparte su tiempo desde hace tres décadas entre su país natal y Mozambique. En Maputo dirige un teatro y financia muchas obras solidarias. Sin embargo, su mayor aporte a la lucha contra el imperialismo se da a través de sus numerosos libros. Para conocer algo más sobre el rol de China en la actualidad recomiendo leer una novela suya (El chino), disponible en castellano. En el Epílogo de la obra, Mankell escribe que el génesis de El chino fue el escándalo causado por los duros maltratos sufridos por obreros mozambiqueños a manos de capataces chinos durante la construcción de la nueva sede del ministerio de RREE de Mozambique.
Pero entonces, ¿no hay diferencias entre el imperialismo chino y, por ejemplo, el británico? No, hasta el momento no se ve ninguna, aunque podemos señalar un fenómeno que si bien no solamente es practicado por China, encaja dentro de este monumental saqueo que esta potencia hace de las riquezas africanas.
Me refiero al land grabbing, que es el concepto usado cuando se habla de la compra o el arriendo a largo plazo de grandes extensiones de tierra en países subdesarrollados para la producción de comestibles para uso de las naciones que pasan a ocupar dichos territorios. China no es el único país que hace eso, pero por su tamaño y potencial, es el que más tierras ha ocupado a través del método del land grabbing.
Como resultado de este proceso, cientos de miles de campesinos africanos y sus familias —tribus y poblados enteros— se han visto forzados a abandonar las tierras originarias, para terminar hacinados en otra parte, multiplicando los suburbios de las grandes ciudades o arrinconados en tierra de nadie.
La crítica de los organismos internacionales no ha tenido efecto alguno, pues esos verdaderos éxodos internos se hacen con el visto bueno de los gobiernos nacionales y se ajustan a la letra de los acuerdos firmados.
Y aquí encontramos una de las principales explicaciones al sorprendente avance chino en África, a sólo doce años de la celebración del primer Foro para la Cooperación Sino Africana: a diferencia de los Estados occidentales, o de los organismos como el Banco Mundial y el FMI, China no se inmiscuye en temas internos de otros países y sus préstamos no están condicionados a cosas tales como la corrupción, el respeto por el medioambiente o los derechos humanos, el riesgo país, la transparencia jurídica, el cultivo de la democracia y el fortalecimiento de las instituciones republicanas (todas cosas, estas, que tampoco se respetan en China).
Para los gobiernos africanos, muchos de ellos extremadamente flojos de papeles y carentes de toda legitimidad, esta “generosidad” china es decisiva. Entre aceptar un préstamo de alguien que exige elecciones transparentes, reglas de juego claras y respeto por los DDHH y aceptarlo de parte de alguien a quien estas cosas no le interesan, la opción es fácil de tomar.
¿Puede un país gobernado por el Partido Comunista ser imperialista? Quien recuerde a la Unión Soviética dirá que China no es el primer ejemplo de ello. Pero aún hay gentes como los comunistas uruguayos que no quieren ver ni una cosa ni la otra.
A propósito, el presidente Li hizo hace poco una gira por América Latina…