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El nombre de la escritora británica J. K. Rowling está rodeado de cifras. De cifras con muchos ceros. Su famosa saga de Harry Potter vendió 450 millones de ejemplares en más de doscientos países y se convirtió en uno de los mayores éxitos mundiales de la historia editorial y cinematográfica. Y Rowling, que era una madre soltera y humilde cuando escribió su primera historia del niño mago con un rayo en la frente, hoy tiene una de las mayores fortunas de Inglaterra.
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Ahora la escritora decidió abandonar la magia y el mundo infantil que la hicieron mundialmente famosa y optó por escribir una novela muy terrenal para adultos. Tiene un título poco atractivo y una portada que parece hecha por un diseñador principiante, pero nada de eso impidió que Una vacante imprevista, que tuvo su lanzamiento para el mundo hispanoamericano el miércoles 19, se transformara rápidamente en best seller en los países de habla inglesa donde se publicó en setiembre.
Es obvio que el éxito de esta novela se debe al nombre de su autora y a la curiosidad que despertó el viraje hacia la narrativa para adultos. Pero es justo decir que su nuevo título está a la altura de la buena literatura. El punto fuerte de Rowling se encuentra en su ágil pulso narrativo, en la creación de personajes tangibles y en su capacidad para contar una historia a través de imágenes. No en vano la BBC piensa rodar una serie televisiva a partir de esta novela para 2014.
Una vacante imprevista tiene como escenario un pequeño pueblo al sudoeste de Inglaterra llamado Pagford. Si bien el lugar es imaginario, su vida serena y de calles adoquinadas se puede asimilar a la de muchos pueblitos británicos que perduran alejados del bullicio de la gran ciudad. Una de las virtudes de la novela es poner la lupa en lo particular para amplificarlo hacia lo que sucede en el conjunto de la sociedad. Y lo que sucede no es agradable, porque en Pagford están representados los conflictos entre estratos sociales y raciales, entre adolescentes y adultos, entre vecinos y matrimonios que se desprecian.
La novela comienza con la muerte de Barry Fairbrother, un influyente integrante del Concejo Parroquial de Pagford (algo similar a la municipalidad), la noche en que iba a festejar sus 19 años de matrimonio. En el pueblo, algunos lo lloraron sinceramente y otros mostraron una hipócrita congoja porque vieron en esa muerte la oportunidad de ganar un cargo de poder en el concejo y así cambiar el rumbo de Pagford. Es que este sitio de aparente vida pacífica encierra un conflicto que divide a la población en dos bandos.
Esa rivalidad lleva el nombre de “los Prados”, una barriada pobre que Pagford heredó de Yarvil, la ciudad más cercana, y que le cambió el aspecto señorial que originalmente tenía el pueblo. También le trajo gastos en asistencia social y en la inclusión de los jóvenes problemáticos en su exclusivo colegio St. Thomas. La muerte de Barry, nacido en ese barrio y uno de sus defensores, es la oportunidad para sus enemigos de conquistar votos y quitarle respaldo a la zona. Uno de ellos es Miles, quien comienza una vigorosa y sucia campaña para lograrlo. “¿Sabes qué proporción de habitantes de los Prados vive a costa de las prestaciones sociales? (…) Hace años que los admitimos en la escuela del pueblo: son niños en cuyas familias no hay ni un solo miembro que trabaje; el concepto de ganarse el sustento les resulta completamente ajeno; hay generaciones enteras de gente que no trabaja, y se supone que tenemos que costeárselo todo”, le dice el personaje a una mujer que trata de salvar el barrio.
La lucha por la vacante es el trasfondo de la obra, pero en realidad la verdadera trama se encuentra en las historias de varias familias que libran sus propias batallas internas. Dividido en siete partes, el libro no tiene un comienzo sencillo y hay que pasar algunas páginas para enfrascarse con los numerosos personajes y sus circunstancias. Curiosamente, esta dificultad es también la otra virtud de la novela, porque aquí no hay un protagonista que vaya hilvanando la trama, sino que se cuenta una historia “coral” al mejor estilo cinematográfico. Como si tuviera una cámara en mano, la narradora transita por las calles y por el interior de las casas y muestra un entramado que va creciendo en espesor y complejidad.
Rowling coloca en su novela un poco de cada condimento: la familia adinerada de origen indio que se abrió camino entre los prejuicios gracias a la inteligencia (y la prepotencia) de sus integrantes; la típica asistente social que se siente muy sola en su trabajo en el barrio pobre; el comerciante exitoso que maneja los hilos del pueblo; la consejera estudiantil obesa que es centro de burlas en el colegio; el padre golpeador y la viuda que observa en silencio la falsedad de sus vecinos.
También están los adolescentes, a quienes la escritora sabe retratar con convicción: una de ellas se corta el cuerpo para superar otro dolor más profundo; otra es rebelde y carga con un hermano pequeño y una madre drogadicta, y no falta el cruel y agudo que les hace la vida imposible a los demás. Pero tal vez la mejor figura sea la del adolescente que por primera vez se enamora: “Gaia era la única que lo había hecho plantearse algo así: la idea de que cuerpo y alma pudieran ser entidades distintas no se le había pasado por la cabeza hasta que la vio por primera vez. (…) Gaia tenía una forma de moverse que lo emocionaba, tanto como la música, que era lo que más lo conmovía. Sin duda, el espíritu que animaba aquel cuerpo sin igual sería también extraordinario, ¿no?”.
Con esta mixtura de personajes, Rowling no está mostrando nada demasiado novedoso. Pero lo original de la novela hay que buscarlo en su forma de contar, en su capacidad de de enlazar las historias y en su descripción de los pequeños detalles: en la infección debajo de los pliegues en la barriga de un obeso, en el ataúd de mimbre del cadáver más conversado del pueblo, en la interioridad de una familia que profesa la religión sikh. Son seres a la defensiva a la vez que preparados para el ataque; mezquinos y a veces solidarios, son tan contradictorios como muchos seres reales.
Una vacante imprevista termina con un nuevo concejal en el pueblo y con otra muerte. Se tienen que atravesar 600 páginas para conocer este desenlace, pero no hay que acobardarse: Rowling las escribió para que nadie las abandonara.
“Una vacante imprevista”, de J. K. Rowling. Salamandra, 2012, $650, 601 páginas.