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    Con cierto desconcierto

    Montevideo, 25 de octubre de 2019. (De nuestras agencias). El inesperado triunfo en primera vuelta de la fórmula presidencial del Frente Amplio, integrada por Irma Leites y Macarena Gelman en las elecciones nacionales del Uruguay desconcertó a la opinión pública, y volvió a instalar en la sociedad uruguaya el debate acerca de las técnicas de medición y pronósticos utilizadas por los politólogos y las empresas encuestadoras.

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    En efecto, las candidatas a la presidencia y a la vicepresidencia triunfadoras en este acto electoral, provenientes del sector denominado DIU (Democracia Intransigente Ultraprogresista), obtuvieron 650.456 votos, determinando que el Frente Amplio llegara al 78% de los sufragios emitidos, muy distante al 23% en promedio que le daban las encuestadoras antes del acto electoral.

    Lo sorprendente de este hecho es que toda la sociedad uruguaya estaba desde hace meses pendiente de las encuestas que publican los medios de comunicación, y en cada hogar, empresa, club social y deportivo, en cada mesa de amigos, en cada rincón donde se juntaran los uruguayos, se comentaba animadamente el pronóstico y las cifras provenientes de estos datos y comentarios.

    Decimos “sorprendente” porque ya desde hace muchos años estas empresas encuestadoras y sus conductores, verdaderos “gurús” de la opinión pública, vienen errándoles como a las peras a las verdaderas cifras que después resultan de los diferentes actos electorales sobre los que pronostican y equivocan con igual asiduidad.

    Se recuerda que en las elecciones internas de hace cinco años, en el caso del Partido Nacional habían dado como posible ganador al Dr. Larrañaga, cuando después resultó triunfador el Dr. Lacalle Pou. Este “pequeño” error equivale a pronosticar que el clásico que viene lo va a ganar Peñarol, y después lo gana Nacional (que, dicho sea de paso, es bastante probable que ocurra, pero no se tome esto como un pronóstico).

    En aquella ocasión, que estaba muy próxima a las elecciones nacionales en las que triunfó el actual presidente Vázquez, los “predictores” hicieron unos buches con agua jane, se sintieron libres de toda culpa, y procedieron a “medir la opinión pública” para las elecciones nacionales, y volvieron a meter la pata de manera estrepitosa.

    Anunciaron que no habría mayorías parlamentarias, y dejaron entrever que, si bien el Frente Amplio votaría mejor que el Partido Nacional, el juvenil y positivo candidato nacionalista del jopo volador tendría posibilidades de ganar el balotaje y derrotar al anciano galeno del ojo caído, que entregaría el poder en el 2020 con 80 pirulos cumplidos.

    Se dio todo lo contrario, y el Dr. Vázquez fue el único predictor certero en anunciar lo de la mayoría parlamentaria, habiéndole errado por un pelito el ganar en primera vuelta, cosa que logró apenas un mes más tarde con la aplastante mayoría que todavía se recuerda, comparándola con la del triunfo celeste con Inglaterra con los dos goles de Suárez en el Mundial de Brasil.

    Pero a pesar del desastre de los cálculos de los politólogos y las encuestadoras en la primera vuelta, apenas una semana más tarde el “Rengo” Fernández, de la Consultora Chifla, afirmaba por televisión que “los pequeños desvíos registrados por nuestra empresa en la pasada elección son sorpresitas que a veces nos dan las técnicas utilizadas, como por ejemplo la de la Curva de Pignataro, que deflactada por el impacto oblicuo del parámetro de Rubalcaba, determina que a veces se den algunos desvíos, pero nada grave, en realidad”.

    La opinión pública asistió absorta a tanta sabiduría, lo que fue respaldado por Oscar Bochinchelli, de la Consultora Facturum, quien desde otro canal desgranó opiniones tan sólidas como las de su competidor, cuando afirmó muy suelto de cuerpo que “la opinión pública no debe dejarse llevar por dichos alarmistas que descalifican nuestro trabajo, ya que desvíos de ocho o diez puntos pueden llegar a darse cuando se aplica, como lo hacemos nosotros, la técnica de la apreciación indiscriminada de Taramaki, un factor de ajuste nacido en Japón, el cual, sincronizado por el motor de atenuación de Polanski, puede llegar a despistar momentáneamente los cálculos, como ocurrió en esta oportunidad”.

    Si faltaba algo para que la gente quedara tranquila, desde otro canal, otro competidor de los anteriores, Ignacio “Nacho” Noseasnábar, explicó que los supuestos errores de las mediciones anunciados como palabra santa por él y su encuestadora Equipos Mori Derrisa, se habían debido a que una de las jóvenes pasantes que realizaban los cálculos finales en la empresa había utilizado por error el programa Pantyhose Calculator, el cual estaba infectado con un virus, y por eso los números habían salido tan dispares comparados con la realidad.

    La gente volvió a confiar en ellos y en sus empresas, tranquilizada con las clarísimas explicaciones que le dieron a la opinión pública, pero el episodio volvió a repetirse en el balotaje, cuando las tres encuestadoras dieron un porcentaje estimado de 51.5% para Tabaré Vázquez, y un 48.5% para Lacalle Pou, y los porcentajes reales fueron 85% y 15%.

    Las excusas fueron casi idénticas, y al pasar el quinquenio vazquista, en estas elecciones los predictores dieron como ganadora a la fórmula del Partido Nacional, integrada por Nepomuceno Perugorría, oriental, viudo, de 82 años, y su compañero Atilano Delcam Poadentro, oriental, soltero, de 76, diciendo que si en las elecciones ganadas por Vázquez había primado la experiencia, el aplomo  y la edad madura de los candidatos, los blancos en este caso habían elegido muy bien a sus candidatos, enfrentados a la seguramente derrotada fórmula juvenil integrada por Irma Leites y Macarena Gelman.

    Incluso llegaron a decir que la fórmula del Partido Colorado, integrada también por veteranos militantes como don Braulio Delsobre Todo, oriental, casado, de 79 años y por don Recaredo Elán Tiguazo, de 87 años, el candidato de más edad, era todo un acierto debido a las mismas causas.

    El resultado ya está a la vista, y el fracaso de los politólogos medidores se repitió. 

    Pero no importa. 

    Son un mal necesario, y ratifican ese sentimiento tan uruguayo, que tiene un toque masoquista, pero que no cede ni con el paso de los años: mentime, que me gusta.