Nº 2161 - 10 al 16 de Febrero de 2022
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáHay veces que la diferencia entre un año normal y un estrepitoso fracaso es tener suerte. Así de simple. Evidentemente, la idea de que el resultado empresarial dependa del azar resulta un tanto incómoda, pero en el fondo en la agricultura es un poco así.
Cuando se sembraron los cultivos de verano entre octubre y diciembre, el panorama era bastante pesimista. Los cultivos de invierno en plena cosecha acusaban una triste pérdida de calidad por la falta de lluvias, y los pronósticos de clima eran siniestros. La Niña con su déficit de lluvias tenía toda la pinta de ser un desastre en ciernes.
Cuando arrancó enero, los primeros días fueron muy difíciles por las altas temperaturas, y luego todo cambió. Las lluvias de la segunda quincena no solo nos salvaron del desastre sino que nos dejaron en muchos casos a las puertas de un año que puede ser muy bueno si logramos algo más de agua para consolidar buenos rindes en soja. Estábamos a una o dos semanas de que se secara todo. Todavía estoy por encontrar qué cambió para que se viniera el diluvio en enero, pero en todo caso buena parte de la zona agrícola hoy no tiene problemas con la falta de lluvias.
Igualmente, hay que aclarar que no todos salieron beneficiados. Mucho del maíz de primera sufrió con la falta de lluvias y se terminó picando porque no iba a rendir casi nada.
Es importante aclarar que a la soja le falta mucho para poder definir cuánto rendirán los cultivos. La evolución del clima entre febrero y marzo es clave para definir qué tan bien le irá a la agricultura. De momento, para la zona núcleo y la zona litoral norte la situación no es crítica pero tampoco brillante. En el sur las cosas andan mejor y en el este están pasados de agua.
Esa misma Niña que pesaba como una enorme amenaza en nuestra productividad era también la esperanza de mejores precios. Pero estábamos fuera de los beneficiados con la lluvia. El Mercosur es el primer productor y exportador de soja del mundo. Todo lo que pasa ahí pesa, y mucho. El mercado pensaba que La Niña no tendría muchos efectos en la producción de Brasil, pues los modelos climáticos solo preveían un modesto efecto en el extremo sur de ese país. Y las cosas no fueron así. Paraguay está incendiado, Brasil tiene pérdidas mucho más graves de las estimadas inicialmente y Argentina está igual que nosotros, con más riesgos que certezas en lo que hace a la producción de soja.
El mercado va tomando nota de esto y en algo más de 45 días el Mercosur recortó su producción de soja en nada menos que 35 millones de toneladas. Está complicado porque EEUU, el otro gran productor, no puede compensar esa pérdida. En consecuencia, el mercado tendrá que racionar la demanda en base a precio. En buen romance, la soja tiene por delante al menos unos meses buenos en materia de precios. Al día de hoy estamos con los precios más altos de los últimos ocho meses, y todo indica que seguiremos incluso con la posibilidad de llegar a los US$ 600 por tonelada en Chicago. Con un poco más de suerte llegaremos a un rinde aceptable de soja, y con estos precios los números no serán brillantes, pero sí serán buenos.
Esperemos que las experiencias pasadas hayan servido de lecciones para poder captar esta bonanza de precios. El invierno próximo, con clima normal, seguramente nos traiga un aumento del área de siembra de trigo, cebada y colza, porque la rentabilidad agrícola sigue siendo interesante aunque el peaje de los costos sigue alto. El costo de equilibrio no admite muchos errores. Lo que sí es diferente es que la interconexión de la agricultura entre oferta de cultivos y planes comerciales por un lado, y una mayor integración con la ganadería en los sistemas productivos por otro, nos da otra estabilidad y una mayor resiliencia para captar buenas oportunidades. Todo indica que el agro tiene un buen prospecto por delante.