En la casa humilde ubicada en Carlos María de Pena y Fray Generoso Pérez la charla política acaba de empezar. Después de un breve diálogo futbolero (ver nota aparte) y de la intervención de Otero, dirigente del Movimiento de Participación Popular (MPP), toma la palabra Castillo. El dirigente comunista dice que el Frente Amplio está “en uno de esos momentos” en que necesita fortalecer “la unidad”. ¿Por qué? Porque si un frenteamplista mira televisión o lee un diario lo “ametrallan” con noticias negativas sobre el oficialismo, dice, y agrega que la cabeza de ese militante “debe ser un bombo de desconcierto, de enojo, de confusiones”.
No es que haya descubierto la pólvora con esa observación, dice Castillo, porque eso “ya está inventado”. Desde hace tiempo que “las clases dominantes” usan a los medios de comunicación como su “principal arma”.
El dirigente comunista vuelve una y otra vez sobre el asunto de los medios y la derecha. Advierte que le quieren “pegar en la línea de flotación” al Frente Amplio, “generando la duda” y poniendo a todos los integrantes del gobierno “bajo sospecha”. Que le sucede a él con la denuncia de estafa en el Plan de Vivienda Sindical del PIT-CNT, que le pasa al directorio del Banco de Previsión Social con una denuncia por jubilaciones especiales, al Ministerio de Desarrollo Social, a la Administración de los Servicios de Salud del Estado. “Y está el caso Sendic, faltaba más”, acota.
“Hay sectores de los partidos de la oposición que están judicializando la política, metiendo todo ahí”, insiste. De acuerdo con su relato, el mecanismo funciona así: “Primero te denuncian públicamente, te enchastran; después te denuncian en la Justicia”.
El objetivo, según Castillo, es “dejar la sensación en la gente” de que “son todos iguales”.
“Exacto”, dice el más veterano de la ronda. Otros aprueban con la cabeza.
Tras el respaldo espontáneo de los militantes, Castillo continúa con su hipótesis. “Miren, en realidad el gran plan de la derecha, no solo en Uruguay, es la restauración, es volver a instalar la derecha otra vez”, dice. “Y no tiene escrúpulos. Miren lo que hizo en Brasil: 54 millones de votos tuvo Dilma y la sacaron en el Senado”.
Otero aprovecha una pausa dramática de Castillo para intervenir. “Hoy se firmó una privatización del puerto, de parte del aeropuerto y 7 millones de hectáreas del Amazonas a un conglomerado privado”, dice. Y con un tono más grave remarca otra vez que eso había sucedido ese día.
—Vean cuáles son los planes atrás, la reforma laboral que hicieron. Barrieron con todo —retoma Castillo
—Y la quieren traer para acá —acota el veterano, que minutos antes se había parado y había mandado a callar al perro guardián de la casa que no paraba de ladrar.
—Y sí. Si ahora los industriales dicen: “Mirá qué bien lo que hicieron en Brasil, podríamos hacerlo para acá” —advierte el dirigente comunista.
Es fundamental que “la gente se avive”, opina Castillo. Y que si bien el oficialismo tiene “dificultades” y muchas cosas para mejorar, hay que hacer notar a la población “lo que se viene”.
Una mujer que llegó con el discurso ya empezado pregunta si “la prensa” no estará “coimeada” y por eso ensucia.
—Esos trabajan de eso, de comerte la cabecita. Llega un momento en que vos decís “¿será verdad?”. Y hay compañeros nuestros que se han sumado a ese discurso —reflexiona otro militante.
—Lo que pasa es que hay una movida en América de sacar a la izquierda del poder, del capitalismo que quiere sacar a la izquierda. No les sirvió porque le sacaba la plata y se la daba a los pobres y a los trabajadores… Y la prensa es un poder más, como es la Iglesia —suma otro.
—Nada es gratis, está todo armadito —dice Castillo.
Otero también tiene algo para decir al respecto.
—La prensa no es que esté comprada, es parte de ellos. La prensa tiene cuotaparte en el poder y defiende los derechos de esa minoría oligarca —afirma el alcalde.
Añade en seguida que hay que mirar lo que pasó en Brasil, donde “los compañeros no trabajaron una ley de medios” ni “atacaron de manera directa el tema”. El contraejemplo, dice, es Ecuador, que sí aprobó una norma.
La conversación lleva una hora y Castillo se tiene que ir. Antes, recuerda que queda todavía la mitad del período de gobierno y hay muchos “desafíos por delante” para la administración de Tabaré Vázquez. También los hay dentro del oficialismo. “Hay que resolver algunos problemas que tenemos en la interna, dolorosos, pero la historia del Frente Amplio ha sido siempre una historia de desafíos”, dice.
En carne propia.
No tiene que estar en un comité el secretario general comunista para que alguien advierta sobre los presuntos planes de “la derecha” continental. Dos horas antes, en un local partidario del barrio de La Unión, es el propio Sendic el que lanza la advertencia. “No me gusta lo que está pasando en América Latina”, dice a los militantes.
Es su tercer discurso, el primero sin medios, a los que se les impidió estar dentro del local mientras hablaba el vicepresidente. Sus declaraciones eran esperadas por militantes y periodistas. Después de meses de salidas públicas esporádicas y muy controladas, su recorrida en siete comités el viernes 25 implicaba un cambio de estrategia en un intento de revertir una situación política complicada. El 9 de setiembre el Plenario Nacional del Frente Amplio deberá decidir qué hacer a partir de un fallo del Tribunal de Conducta Política que analizó el uso que Sendic dio a la tarjeta corporativa de Ancap cuando integró su directorio.
“Creo que existe sí un Plan Atlanta y también existe un Plan Atlántida”, dice el líder de la lista 711 en La Unión. El Plan Atlanta sería una estrategia de la derecha del continente para derribar gobiernos progresistas. Sacó a Dilma Rousseff del poder en Brasil y, según dijo Sendic en otras ocasiones, también va por su cabeza.
El Plan Atlántida, término acuñado por los dirigentes cercanos al vicepresidente, tiene menos vuelo internacional, pero también lo tendría como objetivo. Entra dentro de los “planes que obedecen a nuestras mezquindades internas, a nuestros sectarismos”, explica Sendic en el comité. Y añade al respecto que en el oficialismo no se están “cuidando nada”, que están perdiendo los “códigos”.
Sendic dice que lo sufre en carne propia. Pese a los saludos y gritos de aliento que recibe en cada local, su rostro refleja el desgaste de los últimos meses. Dice que ha sido “tremendamente difícil aguantar este proceso de asedio a través de los medios que surge de la derecha, pero que también surge de adentro, de la interna, de fuentes, de filtraciones, de mentiras”.
“Han pasado por arriba de un compañero, de sus hijos, de su familia y no es fácil”, dice. “Que no quiere decir que no hemos cometido errores y les puedo asegurar que cualquier error se puede haber pago ya con toda esta exposición mediática”.
“Toda la prensa es un partido de la oposición, es otro partido”, le dirá al final del día una militante en un comité en Colón. Y otro frenteamplista agregará: “Mucha de la prensa que te enchastra la tenés ahí arriba y hay que darles”.
“A sangre y fuego”.
El local frenteamplista ubicado sobre Gonzalo Ramírez, en el Parque Rodó, está repleto. Hay un puñado de personas que sigue los discursos gracias a un parlante ubicado en la puerta. “La derecha” y la situación en América Latina también está en el centro de las preocupaciones del diputado del MPP Alejandro Sánchez.
Hay que “salir del ruido en el que nos está metiendo la derecha”, dice a los militantes. Ese “barullo” busca deslegitimar a las empresas públicas y dar espacio al sector privado; pretende dar la idea de que el Estado se puede dirigir “como si fuera una empresa”. Quieren convencer a todos de que “la solución a los problemas públicos son privadas”.
Ahí está “la batalla que hay que dar”, afirma Sánchez. Y ahí es cuando aparece en su discurso, una vez más, “la derecha”. “La derecha”, dice, sabe lo que quiere, y para darse cuenta basta con mirar lo que pasa en Brasil y Argentina. “Cuando llegan, tienen claro cuál es su proyecto y avanzan a sangre y fuego y no tienen problema”, advierte.
Tan poco problema se hacen los de la derecha, según Sánchez, que “si tienen que militarizar la sociedad lo hacen, como pasó en Brasil”.
El diputado va mucho más lejos en el análisis que expone a los militantes. Porque cree que “la pelea” trasciende las fronteras uruguayas. Es una batalla también “por dar una señal de que el proyecto progresista en América Latina no está acabado y que en Uruguay la derecha no va a pasar. Y que somos, seguramente, una de las últimas trincheras del progresismo en América Latina”.
Será en Uruguay y si los frenteamplistas se “ponen las pilas”, de acuerdo con Sánchez, donde comenzará “el trabajo para reconquistar el continente”.