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Fue el escritor de la miseria y de la fiesta, de la fantasía y de la realidad. En sus novelas pintó la Bahía pintoresca de belleza salvaje con su mestizaje, sus macumbas, sus mulatas exuberantes y su infancia pobre embarrada en los morros. Jorge Amado conjugó en su propia vida los contrastes: fue escéptico y creyente, activo miembro del Partido Comunista y también sacerdote Obá, el más alto rango dentro del candomblé. Su literatura pasó por una etapa comprometida, cercana al estilo del realismo socialista, hasta que se despolitizó y triunfó el humor y el goce por la vida, aunque en sus páginas permaneció la violencia y la desdicha que siempre rodearon a sus personajes.
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El viernes 10 se cumplieron cien años del nacimiento de Amado, y las calles de Salvador de Bahía se inundaron de música y de literatura para celebrar al más popular e internacional de los escritores brasileños, cuya obra ha sido traducida a 49 idiomas. La fiesta fue para todos: se presentó un espectáculo (“Concierto al Amado Amar”) que integró música culta y popular; Caetano Veloso, otro bahiano que acaba de cumplir 70 años, ofreció un recital en la plaza de la catedral de Salvador, y la muestra “Jorge Amado es universal”, con fotos, manuscritos y material audiovisual, se trasladó desde San Pablo al Museo de Arte Moderno de Bahía. Además, la Red Globo comenzó a emitir una nueva versión de “Gabriela, clavo y canela”, sobre una de sus novelas más exitosas.
Los festejos habían comenzado el 6 de agosto de 2011, cuando se cumplieron diez años de su muerte. Entre otros acontecimientos, la nieta del escritor, Celia Amado, presentó su película “Capitanes de la arena”, sobre la novela que narra las aventuras de un grupo de niños de la calle en Salvador.
Amado había nacido el 10 de agosto de 1912 en una plantación de cacao ubicada en la comuna de Itabuna. “Toda mi infancia, toda mi adolescencia, fueron marcadas por el cacao. También por las luchas, la violencia, ligadas a ese mundo”, contó el escritor en una entrevista para “Le Magazine Littéraire” en 1984. Esa carga la trasladó a “Cacao”, una novela que publicó en 1933 y que, junto con “Sudor”, “Mar muerto” y “Capitanes de la arena”, entre otros títulos, formaron parte de su literatura de “mensaje político” con una marcada división entre personajes buenos y malos, oprimidos y opresores. Este período coincidió con su militancia primero en la Juventud y luego en el Partido Comunista. “Era muy joven y absolutamente dispuesto a tragarme enterito ese cuento perfectamente idiota de la novela proletaria”, comentó Amado a propósito de “Cacao” en aquella entrevista.
“Lo que entonces salvó a Jorge Amado de la trampa en la que caerían muchos escritores latinoamericanos ‘enganchados’, que se volvieron, como quería Stalin, ‘ingenieros de almas’, o sea, meros propagandistas, fue que en sus novelas políticas un elemento intuitivo, instintivo y vital vencía siempre al ideológico y destruía los esquemas racionales”, escribió Mario Vargas Llosa en “Jorge Amado y el Paraíso”, un artículo en homenaje al escritor cuando cumplió 70 años.
Las sucesivas dictaduras brasileñas obligaron a Amado a exiliarse. Entre 1941 y 1945 vivió en Argentina y en Uruguay, y al regresar a su país fue electo diputado, el más votado del estado de San Pablo, pero por una nueva dictadura en 1947 emigró a Francia, donde permaneció hasta 1950.
“Los subterráneos de la libertad” (1954) fue su última novela de marcado contenido ideológico, a la que el propio escritor calificó de “stalinista”: “El stalinismo fue una cosa terrible. Pero para nosotros, Stalin era grande, había conducido a la Unión Soviética hacia la victoria y nos había salvado del nazismo. En cuanto a ‘Subterráneos ...’ yo nunca quise retocarlo. Nunca corregí un libro mío a posteriori: ahí están con sus errores”. A partir de entonces, se alejó del Partido Comunista y comenzó a escribir historias sobre la vida cotidiana, los ritos, el mestizaje y las fiestas populares de Bahía. En estas nuevas obras, la protagonista es la mujer mulata, definida por Amado como “la encarnación de la belleza en Brasil”.
Sobre una hermosa mulata gira “Gabriela, clavo y canela” (1958), la novela de amor que abrió una nueva etapa en su literatura. Gabriela es una joven analfabeta que huye de la miseria del campo hacia la ciudad de Ilhéus, enriquecida por la producción de cacao. Allí, la muchacha se enamora de un comerciante de origen árabe y comienza una relación que transita entre la sensualidad y el pragmatismo.
Después vinieron otras historias con mujeres célebres que fueron llevadas al cine y a la televisión. Tal vez la más recordada fue “Doña Flor y sus dos maridos” (1966), protagonizada en el cine por Sonia Braga diez años después. Entre el juerguista y amante insaciable de Vadinho, que regresa después de muerto más fogoso que nunca, y el conservador Teodoro se debate Doña Flor, una mujer que conoce tanto los placeres de la gastronomía como los del sexo. Otra mujer poderosa fue la protagonista de “Tieta de Agreste” (1977), que tuvo su versión para televisión y otra para el cine en 1996, nuevamente con Braga en el papel central.
“Si yo tuviera que guardar un solo libro de toda mi obra, me quedaría con ‘Tienda de los milagros’”, afirmó una vez el autor al hablar de su novela de 1969, cargada de imaginación popular y de señales de mestizaje y de sus prejuicios.
Hasta fin de año, Bahía continuará recordando al hombre que retrató sus placeres y sus duelos con un sabor especial a clavo, canela y ritmo de candomblé.