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    Confortablemente adormecidos

    Sin rodeos, Friends: The Reunion comienza por el final. La última escena en la que, abrazados y moviéndose en sintonía, los integrantes del grupo abandonan el apartamento que albergó diez años de situaciones cómicas. Los acompañan nuevos integrantes. Dos hijos que evocan un futuro pero que en realidad representan una idea que toda sitcom exitosa busca aplazar en la medida de lo posible: todo se termina. Y el de Friends fue un buen desenlace. Una salida con gracia, emotiva y con un chiste genial de Chandler.

    —Rachel: Bueno, ¿vamos a tomar un café?

    —Chandler: Claro. ¿Adónde?

    (Risas)

    Friends, una de las comedias más populares de la televisión, emitió su último episodio en mayo de 2004. Diecisiete años después, en una fecha sin mucho romanticismo y motivada por la estrategia comercial de la plataforma HBO Max, la serie regresa con un episodio especial que reunió a su elenco original. Se podrá ver en Uruguay a partir del martes 29 de junio, con el desembarco oficial del servicio en América Latina.

    Tras la repetición de aquella última escena, el salto al presente en Friends: The Reunion se da con un fugaz recorrido por el escenario en el que se filmó la serie, ahora completamente reconstruido. Así comienza la extrañeza que acompañará gran parte de este regreso. Nada se ve como debería. ¿Tal vez se debe a la cámara en movimiento? ¿La mayor cantidad de fotogramas por segundo? ¿Quizás son los objetos detallados tan de cerca? Está claro que no se trata de un episodio convencional. El traspaso del lenguaje de la sitcom al del documental se anuncia bien claro en una sola imagen: la combinación, dentro del plano, de dos mundos que no deberían cruzarse jamás. En la mitad derecha está el escenario, la ficción. En la izquierda, el estudio, otra realidad construida.

    En esa verdad entra Ross. O, pensándolo bien, David Schwimmer. Vestido informal y cargando una mochila, el héroe regresa a casa tras la aventura. Schwimmer recorre el decorado y observa. Unos instantes después, Lisa Kudrow lo acompaña. Fingen un reencuentro por primera vez y hasta muestran un poco de su manejo de la teatralidad televisiva. El montaje comienza a acelerarse y, a medida que se completa el reencuentro del elenco, los cortes se empiezan a hacer cada vez más notorios. Jennifer Anniston, la única integrante de Friends que pudo hacer un traspaso exitoso al cine, es la siguiente en arribar. La siguen Matt LeBlanc, Courtney Cox y Matthew Perry. Hay abrazos, sonrisas y las primeras lágrimas de muchas que están por venir.

    Desde ese momento en adelante, Friends: The Reunion recupera el formato de las sitcoms, en especial de aquellas exitosas de la década de 1990. Se trata de un capítulo confeccionado a partir de extractos de episodios pasados. Con una vaga línea argumental que provee la ambientación en el presente, el resto de los clips tiene a los protagonistas recordando momentos de la ficción que son luego presentados como una sucesión de flashbacks. Sirven por varios motivos: abaratar la producción, recapitular lo narrado hasta el momento y sobre todo comenzar a construir el canon de los momentos que deben ser recordados.

    Gran parte del encanto del regreso de Friends radica en recuperar esa fórmula, ese vistazo a los greatest hits de una década, centrándose en las primeras temporadas. Lo novedoso del especial, dirigido por Ben Wiston, está en cómo recurre al presente.

    Si bien varias escenas son presentadas inmediatamente después de que alguna de las figuras las recuerda, también se incluye una lectura de guiones en una mesa con base en tres escenas: aquella en la que Monica fue orinada por Chandler tras ser picada por una aguaviva; cuando Phoebe descubre la relación entre Monica y Chandler a través de la ventana del nuevo edificio de Ross y el primer beso entre Ross y Rachel. El vaivén entre pasado y futuro es constante y frenético, con una edición que mantiene los diálogos del presente en la misma latencia del pasado. La gran diferencia son las risas de fondo. Se oyen, sí, sobre todo del propio elenco, pero no está claro de dónde provienen.

    Toda escena que involucra a los amigos parece lograr su cometido: recordar, emocionar y anhelar. Pura nostalgia y de la buena. Excluyendo esa dinámica, la narrativa del especial comienza a desdibujarse cuando la producción empieza a mostrarse como lo que es: un programa de variedades. Se incluye una entrevista frente a una platea conducida por un empalagoso James Corden (el de los karaokes en autos); una trivia entre el elenco homenajeando uno de los episodios estelares (en el que Rachel y Monica pierden el apartamento al no poder responder de qué trabaja Chandler); un vergonzoso desfile de modas, y un sinfín de diferentes entrevistas con personalidades dirigiéndose a cámara.

    Las porciones documentales del especial son las que nunca terminan de integrarse al resto del episodio. Por un lado, se incluyen entrevistas a los creadores de Friends, Marta Kauffman, David Crane y Kevin S. Bright, quienes proveen (tras ser introducidos, uno por uno, con la misma animación en un ejercicio de repetición tortuoso) el origen de la sitcom, detallando la elección de cada protagonista. También se intercalan apariciones banales de celebridades actorales (algunas con papeles secundarios en las series, como Reese Witherspoon) y otras simplemente para llenar el ojo, como la del futbolista David Beckham o la sensación mundial del K-pop, la banda BTS.

    Fuera del interés por ver escenas que uno sabe de memoria y de la inevitable comparación de cómo envejecieron los diferentes miembros del elenco, los puntos fuertes del especial se encuentran en dos aristas inesperadas.

    El material detrás de escenas es sin duda lo mejor. Más que centrarse en los clásicos bloopers, hay una mirada atenta a momentos en los que los actores bajaban la guardia durante la filmación. Se ven arrumacos en el sillón entre miembros y momentos de notoria presión al encarar el trabajo mientras una platea espera que la hagan reír. La propia parafernalia que rodeaba a cada grabación de un episodio, incluyendo una tribuna vigorosa como si se jugara una final y la presentación de cada actor como si fuera un jugador saliendo a la cancha, sigue siendo sorprendente casi 20 años después.

    También se encuentran, ya en las grabaciones más recientes para el especial, momentos de una sinceridad genuina que dejan entrever los pormenores de sostener seis de los papeles mejor pagos en la televisión. Perry, quien habla poco debido a una intervención odontológica reciente, ilustra parte de sus conflictos internos de una carrera en constante rehabilitación debido al abuso de drogas. El resto se centra en un discurso más grupal, conversando sobre cómo lidiaron con la fama y qué hubiese pasado si algunos de los dos miembros hubiesen seguido sus instintos amorosos.

    Queda, finalmente, la sensación de haber visto un millonario déjà vu, inocuo pero también reconfortante. Es una producción demasiado abarcativa que mezcla géneros y los acopla bajo la etiqueta de “especial” para prescindir de las reglas audiovisuales y narrativas que podrían haber hecho de esta idea algo más memorable.

    Friends contaba, desde los propios títulos de sus capítulos, con una premisa sencilla: en la convivencia de seis amigos en Nueva York, siempre había una situación que los haría crecer como grupo. “The One With…” (“En el que…”) era la fórmula lingüística para nombrar la situación neurálgica de cada episodio. Friends: The Reunion (también titulado “En el que todos se reúnen”) no logra hacer de esa premisa una muy válida.

    Es indiscutible que Friends es una propiedad intelectual que mueve montañas. Netflix supo aprovecharla cuando contó con sus derechos de distribución y su efecto pudo verse en Uruguay, donde si bien no apareció reflejada en el Top 10 semanal de la plataforma (porque aún no existía), sí contó con espectadores, nuevos y viejos, que pudieron ver la serie de principio a fin, probablemente no por primera vez.

    Para su lanzamiento y conquista de suscriptores, HBO Max necesitaba algo fuerte y encontró lo que todos buscaban. Una coda deseada por millones de fanáticos que se traduce en un final que no altera lo sucedido ni promete nada a futuro, pero ofrece la oportunidad de recordar una era en la que la televisión era vista en sintonía. Un tiempo de episodios en vivo, un consumo cultural sincronizado y la tranquilidad de saber que cuando uno lo buscaba, este grupo de amigos estaba ahí, cuando la lluvia empieza a caer.