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    Continúan las controversias por las condiciones en que fuera presentada la cancha de Chambers Bay para el último US Open

    Pasados algunos días desde el espectacular triunfo del joven Jordan Speith en la edición 115ª del US Open, continúan las controversias y críticas por la forma en que la United States Golf Association (USGA) presentó la cancha para su campeonato más importante.

    Es que los Majors, o sea los cuatro torneos que conforman el Grand Slam de golf, han adquirido en los últimos tiempos una enorme importancia. Más allá del aspecto económico, algo primordial en el deporte profesional (esta edición del abierto estadounidense repartió una bolsa de nueve millones de dólares), estos campeonatos tienen una gran repercusión que trasciende incluso hasta los propios resultados, triunfos y derrotas.

    En esta oportunidad, la cancha del Chambers Golf Club ubicada en las afueras de Washington estuvo en el ojo de la tormenta cuando millones de televidentes y los propios espectadores tuvieron contacto por primera vez con lo que sería la sede del segundo Major del año.

    “El principal desafío golfístico” es la denominación con la cual la USGA identifica a su principal torneo, que ya tiene más de un siglo de tradición. Por ello, desde hace mucho tiempo, la entidad rectora del golf en Estados Unidos prepara las canchas que serán sede del Abierto, en condiciones sumamente difíciles, con un denso rough, greens muy rápidos y posiciones de banderas terribles. En ese sentido, el score ganador de Speith de 275 golpes, cinco bajo el par de la cancha para los 72 hoyos, tiene que haber dejado satisfechas a las autoridades de la USGA.

    Sin embargo, con el paso de los días las críticas no cesan y los comentarios de los propios protagonistas, los jugadores, son cada vez más contundentes. El sudafricano Ernie Els, por ejemplo, llegó a decir que “es la peor cancha” en que ha jugado un Major en su vida. A sus quejas se agregaron Phil Mickelson, Sergio García y Camilo Villegas, entre otros. El legendario Gary Player dijo sentirse horrorizado por la cancha de Chambers Bay. “Es una cancha pública, por lo cual se aspira a que a ella lleguen nuevos golfistas para divertirse. No creo que este campo pueda atraer a nadie. Las canchas públicas están para acercar golfistas y no para correrlos”, dijo.

    “Sin temor a equivocarme creo que un hándicap 15 no hace menos de 120 golpes en esta cancha”, sentenció Player.

    Es que en realidad cuesta creer que la USGA haya presentado un campo en esas condiciones teniendo en cuenta que dicha asociación fija con una anticipación de cinco años la sede de su campeonato insignia. Así por ejemplo se sabe que el año próximo el US Open se jugará en el Oakmont Country Club en Pennsylvania y que en el 2021 el Torrey Pines Golf Club de San Diego (California) recibirá al Abierto estadounidense.

    Por lo tanto, tiempo para la presentación hubo, sin dejar de tener en cuenta el efecto de la enorme sequía que sufre esa zona del mundo por estos tiempos. El marcado de los límites de los greens de Chambers Bay con puntos blancos escapa de todo comentario.

    La palabra oficial

    El norteamericano Darin Bevard es un ingeniero agrónomo director de la división agronómica de campeonatos de la USGA. En contacto con Búsqueda a través de un correo electrónico, Bevard manifestó que “aún no está terminado el informe que siempre se realiza cuando finaliza un certamen, por lo cual no es mucho lo que se puede aportar”.

    Sin embargo, con respecto a la enorme cantidad de críticas recibidas por la USGA en estos días, Bevard las relativizó al afirmar que a la definición del campeonato llegaron a la ronda final quienes estaban jugando mejor en lo que va de la temporada, por lo cual hubo cierta lógica. En cuanto a una futura designación de esta cancha como sede de un torneo oficial de la USGA, el directivo manifestó desconocer tal posibilidad.

    Vale recordar que Bevard fue uno de los responsables directos en el acondicionamiento de la cancha del Pilar Golf Club de Buenos Aires, cuando en enero pasado se jugó la primera edición del Latin American Amateur Championship.

    Para las estadísticas quedará que la cancha del Chambers Bay Golf Club con sus 7.695 yardas pasó a ser el campo más largo en ser sede de un US Open.

    El torneo desde adentro

    El profesor argentino Ruben Llanes, actual director de la Escuela de Menores del Club de Golf del Uruguay, estuvo en el Chambers Bay Golf Club debido a su trabajo como coach del profesional Andrés Romero, a quien asiste desde hace dos meses.

    Su opinión es relevante, ya que estuvo los dos días de práctica y los cuatro del torneo recorriendo la cancha.

    “En líneas generales, la cancha me gustó. Claro, es algo totalmente diferente a lo que nos tienen acostumbrados para recibir un Major”, dijo Llanes a Búsqueda en la zona de práctica de Punta Carretas mientras trabajaba con un grupo de menores.

    “El trazado es muy difícil de caminar por las enormes ondulaciones que tiene el terreno. Al tener un brazalete identificatorio yo tenía la posibilidad de caminar por dentro de las cuerdas pero igualmente al final del día uno sentía el enorme esfuerzo”, señaló.

    “Esto le quitó la gran adrenalina que significa al público en un campeonato ir acompañando a un cierto grupo o rodeando un green. La mayoría de los espectadores se ubicaba en grandes tribunas, muy pocos caminaban la cancha. Eso le restó entusiasmo al torneo”, agregó LLanes.

    “Por otra parte, el campo es el mismo para todos, eso está claro. Además, para adaptarse están las rondas de práctica”, dijo.

    “Sí, debo confesarle que lo peor estaba en la toma de distancias, ya que los bordes de los greens tirando desde un cierto punto no se veían. En ese sentido, la única referencia era la bandera; por ello los jugadores fallaban a veces con la elección de los palos. Pero son los mejores jugadores del mundo y con el pasar de los días se fueron adaptando a esa situación”, finalizó Llanes.

    Una opinión uruguaya

    El ingeniero agrónomo Enrique Muñoz, con una experiencia de más de treinta años en el asesoramiento de canchas de golf como la del Club de Golf del Uruguay, Cantegril Country Club, La Tahona Golf Club y La Barra Golf Club, entre varias, fue consultado por Búsqueda acerca de su opinión sobre el campo de Chambers Bay.

    “Creo que es una muy buena cancha, es un estilo links pero ubicada en una zona de cerros y allí está la mayor dificultad. Su diseñador Robert Trent Jones Jr. aludió que cuando fue contratado le pidieron un campo con esas características y él se limitó a esas sugerencias”, dijo.

    “Sin embargo —agregó Muñoz—, el propio arquitecto ya declaró que se le van a realizar algunas modificaciones a la cancha en el corto plazo, principalmente tratando de reducir las grandes ondulaciones de los greens”.

    “En ese sentido esa es mi mayor crítica hacia la cancha. Había greens que se parecían a un golfito por los enormes desniveles, eso lo van a tener que corregir. Si para los profesionales resultó un campo sumamente difícil qué dejamos para los aficionados”, dijo Muñoz.

    “Más allá de la seca que sufre esa zona de Estados Unidos, creo que tampoco estuvo bien manejado el sistema de riego; por eso mismo tuvieron que cambiar la rutina durante el propio campeonato. El campo está plantado con pasto de invierno (festuca), el cual necesita mucha agua porque sufre el calor, no es un pasto lindo para ver y tampoco para jugar, eso lo vimos todos. La sensación que me quedó es que los responsables perdieron en cierto momento el control de la situación”.

    “Más allá de las reformas, no creo que Chambers Bay vuelva a recibir por un buen tiempo un campeonato de la USGA. Creo incluso que hasta algún cargo alto pueda caer. Cuando el US Open se jugó en el 2004 en Shinnecock Hills, fue una situación muy parecida”, sentenció Muñoz.

    A pocos días del comienzo del British Open en el legendario Old Course de Saint Andrews, muchos comparan la cancha del Chambers Bay Golf Club precisamente con el Old Course. Su diseñador, intentando una defensa, dijo que buscó con este trazado “volver a las propias raíces del golf como fue concebido en sus comienzos”. A un costo de 21 millones de dólares, la realidad muestra que poco hace recordar a Saint Andrews.