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Una vez más, “los nabos de siempre” pagarán el pato de la boda municipal. Las contribuciones inmobiliarias (de los 19 departamentos), aumentarán en el entrono del 9% ajustando por el Índice de Precios al Consumo (IPC) y las patentes de rodados aumentan 7% en promedio, ajustando por la variación del dólar. De bajar gastos, ni se habla.
Para empezar, no tiene mucho sentido aumentar (o “ajustar” dirán otros) los impuestos por tales variables, sino que debería hacerse en base a un presupuesto real de gastos y que los mismos se proyecten a la baja. Ajustando por IPC o dólar no hay ningún estímulo a reducir gastos, sino a mantenerlos, ya que el “apriete” (ajuste) se le hace al contribuyente, no al administrador.
Lo peor del asunto no es el “gasto” en sí mismo, sino su destino: aproximadamente el 50% se gasta en sueldos, el 35% en gastos de funcionamiento (luz, teléfono, locomoción, etc.), 3% para la Junta Departamental y menos del 20% en obras. Son como un “ladrón bueno”, que te roba la billetera con 10.000 pesos, pero le da lástima dejarte sin nada y te devuelve 2.000. Un ladrón “con códigos”, a la vieja usanza.
La división “cultura” de la Intendencia de Montevideo llegó a contar con más de 1.200 funcionarios, una cifra similar a la división Desarrollo Ambiental, encargados nada menos que de la limpieza y la recolección de basura. Un cometido esencial del municipio supeditado a un cometido totalmente secundario… o terciario… o cuaternario…
Es bastante evidente que no solo el exministro de Economía Danilo Astori no le tiene “miedo a endeudarse”, sino que ningún intendente padece de tal temor. No he sabido de ninguna propuesta que vaya en el sentido de achicar gastos, reducir las intendencias de 19 a no más de cinco y que los gastos en salarios no superen el 30% del presupuesto, para así hacer más obras o bajar impuestos.
El Norges Bank de Noruega se creó como un fondo de inversión para mejor administrar el dinero proveniente de la renta petrolera y lo hacen “en 72 países y en 9.146 empresas” ubicadas en Estados Unidos, Europa, Asia y hasta en países emergentes, tal como destacábamos en nuestra columna Noruega gana dinero, Uruguay lo pierde, publicada en Búsqueda el 15/3/2018.
Si en lugar de invertir (¿despilfarrar?) el dinero de los uruguayos en Pluna, AFE, Ancap, Fondes, Inumet, “cultura” municipal y decenas de otras oficinas públicas, hubiéramos invertido en acciones de Apple, Amazon, Tesla o Bitcoins, prácticamente no tendríamos necesidad de pagar impuestos, gracias a la rentabilidad de tales inversiones.
Para muestra basta un botón: las acciones de “Tesla crecieron casi 750% (setecientos cincuenta por ciento); posicionándola de esa manera, como la marca de vehículos más valiosa del sector, con un aforo de unos 200.000 millones de dólares de capitalización y una valoración de Tesla que roza los 760.000 millones de dólares”, según informa InfoNegocios1.
Pero los uruguayos amamos al Estado y a los políticos y empleados públicos que lo administran. Miremos las declaraciones patrimoniales presentadas por los senadores ante la Jutep. La mayoría de los senadores apenas lograron juntar dinero para tener una casa y otros, literalmente, no poseen nada. Sin embargo, creemos que sí pueden manejar negocios millonarios con plata de los contribuyentes. Una extraña paradoja.
El “saludo a la bandera” que hizo el novel gobierno al bajar los sueldos más altos de los empleados públicos por solo dos meses, fue solo eso: un lindo gesto. Ahora esperamos acciones a fondo, hasta el hueso, no importando si es “blanco como el de un bagual” o “multicolor”. Pero que sea el hueso del Estado, no más el del contribuyente. Si no es así, ¿para qué cambiamos de gobernantes?
