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    Cuando el póster es una pieza de arte

    100 sobre 100. Ilustraciones para cien filmes del siglo XX, de Óscar Larroca y Guillermo Zapiola

    El libro sorprende apenas se abre. En los retiros de tapa y detrás de las solapas, y a modo de álbum de figuritas, aparecen pequeños dibujos en blanco y negro de actores, actrices, personajes famosos y publicidades de películas o de salas que ya no están. Es el preámbulo para lo que sigue: arte y cine. El arte lo aporta Óscar Larroca, quien recuerda, con ilustraciones de gran tamaño, películas que por algún motivo fueron significativas en su vida. El crítico Guillermo Zapiola complementa las imágenes con información y juicio crítico sobre los filmes. Lo hace en pocas líneas, con gran poder de síntesis. El resultado es un libro de cuidadoso y detallado diseño a cargo de Rodolfo Fuentes. Su título: 100 sobre 100. Ilustraciones para cien filmes del siglo XX (Ediciones de la Plaza, 2020).

    Artista visual, ensayista y docente, Larroca (Montevideo, 1962) lleva publicados una decena de libros entre ensayos, catálogos y volúmenes propios y colectivos. En Gráfica ilustrada (2018), en el que concentró sus 40 años de trayectoria en prensa, recopiló sus trabajos con figuras del cómic, retratos, caricaturas, pósteres, collage digital, fotografías y portadas de discos. “Me sentí muy cómodo con las versiones de las portadas de discos de mi adolescencia, entonces me pregunté por qué no hacer lo mismo con las películas que me habían gustado o impactado”, explicó a Búsqueda.

    Así empezó a trabajar en este nuevo proyecto que le llevó 14 meses de trabajo, en los que recreó momentos o sensaciones que les dejaron algunas películas. “La selección fue muy subjetiva. Me consta que algunas películas son un bodrio absoluto, aunque también son películas de culto, como Plan 9 del espacio sideral (Edward Wood, 1959). En todo caso, todas tienen que ver con una valoración propia o con un momento especial de mi vida. Me sentí muy libre a la hora de elegir. Hay películas que seguramente no entren en ningún listado académico o riguroso a la hora de la valoración estética o narrativa. Por ejemplo, aparece una película como Batman (1966) que tiene que ver con mi adolescencia o mi infancia”.

    Con esa libertad eligió 100 películas sin que el número encierre ningún simbolismo. Simplemente lo tomó como una cifra redonda para abarcar una lista que, cuando acabó el libro, se dio cuenta de que le quedaba corta. Por eso como epílogo publicó el título de otras 100 películas que podría llegar a ilustrar y que “pisan” el siglo XXI. “Pero son muchas más las que me apasionan. Si sigo buscando podrían ser más de 200”.

    Siguiendo con su estilo de variadas técnicas, en sus ilustraciones combinó a veces tinta con grafito o con collage digital; otras están hechas en óleo sobre lienzo o con lápiz policromo o son un montaje fotográfico. De esta forma, tienen la apariencia de un póster, pero en realidad se acercan más a una pieza de arte que puede ser figurativa o muy abstracta. “En algunos casos me inspiré en el afiche de la película, como en el de Johnny cogió su fusil (Dalton Trumbo, 1971). En otros casos me sentí muy libre a la hora de apelar a una imagen específica, como sucedió con Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976), que ilustré con una mano ensangrentada. Podría haber usado a los personajes o a la ciudad de Nueva York, pero siempre volvía a la mano. Entonces pensé: ‘Es la mano’. Obviamente que la gente no tiene por qué asociar esa ilustración con la película. No me importó si se parecía a los afiches. Fui lo más sincero que pude frente a lo que me provocaba”.

    Salvo la ilustración de Zoo (1985) de Peter Greenaway (especie de autor-fetiche para Larroca), que había sido publicada en Gráfica ilustrada, todas las demás las hizo especialmente para este libro. Un buen ejercicio para quien lo tenga en sus manos es tapar los textos informativos y pensar cuál puede ser la película. En algunos casos es fácil si se la conoce: en la ilustración de Aguirre, la ira de Dios (Werner Herzog, 1972) aparece en primerísimo plano el rostro de Klaus Kinski; en Perdidos en la noche (John Schlesinger, 1969), se identifican las siluetas azuladas de Jon Voight y Dustin Hoffman y en Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979), la cabeza calva de Marlon Brando en medio de la psicodelia y de hombres uniformados lo dice todo. Pero no es tan fácil el ejercicio con la ilustración más abstracta de Persona (Ingmar Bergman, 1966), Iluminación (Krzysztof Zanussi, 1973) o de Las hermanas alemanas (Margarethe von Trotta, 1981).

    Para Zapiola es impactante el despliegue de técnicas que usa Larroca, y considera que, en la mayoría de los casos, captó el espíritu de la película. “Algunos dibujos me recordaron los afiches polacos, que son interpretaciones estilizadas y casi abstractas de las películas. Los polacos lo hacían por motivos diferentes a los de Larroca: cuando les pedían que hicieran un afiche de una película norteamericana, lo que más les exigían era que se notara lo menos posible que era norteamericana”, explica.

    Crítico e historiador del cine, Zapiola trabajó durante décadas en varios medios y en Cinemateca Uruguaya, cuya revista dirigió en los años 80. De su trabajo, sobre todo en la revista, le viene su entrenamiento con las “pastillas” informativas que concentran también un juicio crítico y ubican a la película en su contexto.

    Cinemateca: grabada en el orillo. El nombre de Cinemateca Uruguaya gravita en 100 sobre 100. “Estuvo siempre de una forma u otra en mi juventud. En gran medida le debo toda mi cultura cinematográfica”, dice Larroca. Por eso les dedica su libro a dos figuras muy vinculadas con la institución: Jorge Satut y Jorge Abbondanza.

    Las primeras dos exposiciones de Larroca, una colectiva y otra individual, se exhibieron en Cinemateca. Allí conoció a Satut, que coordinaba las salas de Pocitos y de Lorenzo Carnelli. “Tuve la posibilidad de acercarme a un artista plástico que me dio muy buenos consejos sobre el arte en general y sobre la ilustración en particular. Me deleitaba mucho viendo sus trabajos en Opinar y en Cinemateca Revista. Tuvimos un contacto muy cercano entre 1981 y 1985”. De Satut son algunas de las ilustraciones que aparecen en los retiros de página del libro.

    El otro Jorge, Abbondanza, crítico y artista plástico, fue jurado en el primer concurso organizado por Cinemateca dirigido a artistas jóvenes en el que participó Larroca. A partir de entonces, hubo un acercamiento muy grande entre ambos, y fue Abbondanza quien escribió el prólogo del catálogo de la segunda exposición grande de Larroca. Años después, fue su jefe en el diario El País. “Durante muchos años nuestras conversaciones giraban en torno al arte y al cine. Está todo muy atado con este libro”, explica Larroca.

    Para organizar 100 sobre 100, Larroca eligió un orden cronológico, con una especie de homenaje al inicio del cine a partir del aparato creado por los hermanos Lumière. Ilustró un corto de 14 minutos, Viaje a la Luna (1902), dirigido por Georges Méliès. Escribe Zapiola al pie de la ilustración: “El iluminista Méliès fue uno de los primeros en entender que el invento podía servir para algo más que el mero registro de actualidades. Este corto, que tiene algo de ciencia ficción (su cañón deriva de Verne) y bastante de cuento de hadas fue solo uno, pero también uno de los mejores, de sus ejercicios de fantasía, trucos y amor por lo maravilloso”.

    A partir de este primer afiche de estética espacial, continúa la particular historia cinematográfica del siglo XX de Larroca, que incluye otros cortos, como Un perro andaluz (1929) de Luis Buñuel, con la inolvidable imagen del ojo de mujer y la navaja, y sigue con clásicos como Casablanca (Michael Curtiz, 1942), El séptimo sello (Ingmar Bergman, 1957) o Andrei Rublev (Andrei Tarkovski, 1966). La lista es ecléctica y termina con Ojos bien cerrados (Stanley Kubrick, 1999) y Belleza americana (Sam Mendes, 1999). No es casual que Larroca haya elegido dos películas provocadoras para cerrar su libro, que coincide con el fin del siglo XX, tal vez el fin de la provocación. Tampoco es casual que Kevin Spacey, hoy acusado de abusos sexuales, aparezca en su ilustración con sus ojos tapados.

    Para Larroca, lo sucedido recientemente con Lo que el viento se llevó, que fue retirada temporalmente del catálogo de HBO y al parecer se reincorporará con explicaciones sobre el racismo de la época, responde a una especie de “caza de brujas” en torno al cine. “Pensá en El imperio de los sentidos. Hay una escena en la que la protagonista está rodeada de niños desnudos, es una escena fuerte, erótica. Hoy estaría en cuestionamiento su exhibición”. Esta película japonesa de 1976, dirigida por Nagisa Oshima, se incluye en 100 sobre 100, con una ilustración que le hace honor a su erotismo. “Me parece terrible que haya que explicarle al público el contexto de una película. Se está confundiendo literalidad con metáfora, documento histórico con culpa. Esto lleva a que un grupo de gente se envalentone con pedidos de censura”.

    Un libro como 100 sobre 100, de grandes dimensiones, con páginas satinadas y a color, no es fácil de publicar. Larroca lo pudo hacer gracias a un Fondo Concursable Regional que lo ayudó a costear la tercera parte del volumen. Recibió para el resto el apoyo de la editorial, Ediciones de la Plaza, y de la imprenta Mosca.

    Ahora está esperando que se habiliten las salas para poder presentarlo, y está pensando en el Teatro Movie, en Cinemateca Uruguaya o en el Museo Nacional de Artes Visuales. La presentación ya la tiene preparada con un video “mudo” en forma de collage que intercala fragmentos de algunas películas. Leo Maslíah acompañará las imágenes al piano. Tocará en vivo, al mejor estilo del cine mudo.

    Mientras tanto, allí quedó en el epílogo de 100 sobre 100 una lista que tiene a La diligencia, a Terminator, a La pantera rosa, a El bebé de Rosemary, a Fargo, a Magnolia, a Matrix a El padrino, entre otros 100 títulos que esperan convertirse en nuevas piezas de arte.