Nº 2207 - 5 al 11 de Enero de 2023
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáNo hay liderazgo político fuerte sin una red de lealtad previa. Un dirigente, para que pueda ir subiendo niveles en ese juego perverso que es la carrera hacia el máximo poder, necesita incondicionales. Pero no cualquier tipo de incondicionales. Tienen que ser personas que integren el sistema y que estén dispuestas a operar a favor de su líder, en aquello que se hace a plena luz del día y también lo otro, eso que es imprescindible para poder avanzar y que se concreta en silencio.
Así lo dicen todos los que han llegado al máximo lugar de representación política, al menos en Uruguay. Tanto blancos como colorados y frenteamplistas eligen en determinado momento a un comandante en jefe para que los lidere, que cuenta con varios generales alrededor, cuya principal característica debe ser la lealtad. Son ellos los encargados de dar las batallas diarias y asumir los golpes para que no lleguen al número uno.
Todos los gobiernos los tienen. Cambian los presidentes y con ellos los que asumen ese rol, un tanto ingrato y necesario, pero siempre están. Son los que funcionan como principal escudo, los que están dispuestos a todo con tal de salvar al líder y al proyecto que representa, los que ni siquiera tienen que referirse a su lealtad porque de tan grande que es se puede ver de lejos.
Esas personas suelen recibir un cuidado especial desde el poder. El presidente las tiene especialmente en cuenta. Algunos son secretarios privados, asesores, consejeros, embajadores, o como se quiera llamarlos. Esos no están en los medios, tan expuestos a la crítica pública y habitualmente nadie pide sus cabezas como trofeo de guerra. Se los deja afuera de la lucha. Al menos de la que se hace a la vista de todos.
Otros son ministros. No todos los ministros, por supuesto. Solo algunos, unos pocos, son los que cumplen con las condiciones para ser los más leales al presidente. No dejan de ser fusibles, como sus demás compañeros del gabinete, predispuestos a renunciar de inmediato a sus cargos si la situación lo amerita. Pero su lealtad y cercanía extrema con el líder llevan a que sea mucho más difícil que eso ocurra. Y no suelen tener demasiado brillo público. Al contrario, la función que tienen es utilizar su luz propia para iluminar a la estrella principal, en lugar de intentar eclipsarla.
El presidente Luis Lacalle Pou cuenta con varios de ellos. Algunos, como la ministra de Economía, Azucena Arbeleche, o el de Industria, Omar Paganini, se sumergieron de lleno en la actividad pública gracias y debido a él. Están ahí a pedido y en respaldo a Lacalle Pou. Es a él, exclusivamente, a quien responden. Pero esos no son los más cuestionados en estos tiempos.
Hay otros dos que parecen estar atravesando el desierto. Ya son muchos los que piden su renuncia y las encuestas de opinión los ubican en los peores lugares de la evaluación pública. Es más, en la encuesta anual que realiza Búsqueda entre empresarios de distintos rubros, publicada en la última edición, fueron los que recibieron más menciones negativas y reclamos de sustitución. Ellos son el ministro del Interior Luis Alberto Heber, y el de Relaciones Exteriores, Francisco Bustillo.
Algunos dirigentes de primera línea, incluso integrantes del oficialismo, interpretaron que el final de año 2022 sería una época propicia como para hacer un recambio en el gabinete y que Heber y Bustillo eran los candidatos cantados. No ocurrió. Muy por el contrario, luego de la sustitución de la exvicecanciller colorada Carolina Ache, referentes de primera línea del gobierno aclararon que el presidente no tiene en mente ningún otro cambio en su equipo.
A muchos sorprendió ese anuncio pero, teniendo en cuenta la cuestión de las lealtades, parece contar con su lógica. Bustillo fue el encargado de sustituir al excanciller Ernesto Talvi, principal socio de Lacalle Pou al iniciarse el gobierno como líder del Partido Colorado. La relación desde el Poder Ejecutivo entre Talvi y Lacalle Pou fue muy tormentosa, según cuentan varios de sus allegados. El entonces canciller promovió como una especie de competencia con el presidente y se opuso a varias decisiones que Lacalle Pou consideraba como indiscutibles. Se generó una pulseada que terminó con el triunfo del más fuerte y el retiro de Talvi de la política activa.
Después de eso Lacalle Pou eligió a Bustillo. Lo hizo porque le tiene absoluta confianza y sabe que es alguien muy leal. El actual canciller siempre fue amigo de su familia, no parece tener ningún tipo de interés electoral futuro y es alguien que conoce muy bien la interna del Ministerio de Relaciones Exteriores, muy complicada de controlar. Difícil que el presidente prescinda de su ayuda desde el gabinete, y mucho menos en estos momentos donde parece haber algunos traidores dentro mismo del Palacio Santos, sede de la Cancillería.
Algo similar ocurre con Heber. A él le tocó ser el sustituto de Jorge Larrañaga, luego de que ese líder blanco falleciera de una forma inesperada. Asumió en un lugar difícil y central de la actual administración, en momentos en que los números de los delitos estaban bajando pero todavía en pleno parate de la pandemia de Covid. Lacalle Pou creció junto a Heber, mantiene un vínculo afectivo ?casi familiar? desde siempre, y sabe que su actual ministro del Interior le es absolutamente leal. Y lo necesita. Ahora más que nunca, en momentos en que se instaló todo el “caso Astesiano”, referido a su exguardaespaldas en prisión y a los oscuros vínculos que mantenía con policías.
La Policía tiene varias internas cruzadas y disputas de poder. Lacalle Pou lo sabe al igual que Heber. Larrañaga intentó interceder y eso generó reacciones. Lo mismo está haciendo el actual ministro. La sospecha de muchos dentro del gobierno es que varias de las cuestiones relacionadas con Astesiano se hayan filtrado desde adentro mismo del ministerio y por eso parece imprescindible para el presidente tener a alguien leal a cargo. Sustituirlo ahora sería una señal de debilidad.
Por eso parece poco probable que haya cambios importantes en el gabinete de Lacalle Pou en el futuro inmediato. Salvo algo muy grave que lo obligue a hacerlos o que los sustitutos sean igual o más leales que los relevados. Heber y Bustillo son una muralla de contención muy cercana al presidente. Mientras las piedras peguen ahí, a él no le llegan. Si los derriba, abre una brecha y entonces irán por él. Antes de hacerlo, debería tener dirigentes que representen una muralla igual o más sólida y leal que la actual. Y no parece que los tenga. Al menos por ahora.