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    Decálogo arbitrario del conductor exasperado

    Columnista de Búsqueda

    N° 1949 - 21 al 27 de Diciembre de 2017

    Es un lugar común creer que el tránsito de la capital se ha complicado por culpa de la cantidad de coches que circulan por sus calles. Lo que no es tan común es asumir que si bien ese crecimiento puede explicar una parte (que se relaciona sobre todo con que las vías de la ciudad no se han transformado de manera acorde), hay otra parte que tiene que ver simplemente con el comportamiento casi hostil de buena parte de los conductores. Acá va una decena de claves (podrían ser otras) de por qué manejar en Montevideo se ha ido convirtiendo en una pesadilla.

    1) El conductor con problemas de ancho- No se sabe si es por aquella vieja leyenda femenina que dice que los 20 centímetros que cantan los hombres nunca coinciden con su medida real, pero el hecho es que un montón de conductores colocan las rueditas a caballo entre dos carriles, ocupando el doble de lugar y haciendo más lenta la circulación. No hay un solo semáforo en donde no ocurra esto y no con uno o dos coches sino con la mayoría.

    2) El conductor vivo criollo- Variación del postulado previo es el vivo criollo, un espécimen que se concentra de manera especial entre los profesionales del volante. El vivo criollo no es que no sepa medir, es que está convencido de que si ocupa dos carriles mientras circula, duplica sus posibilidades de avanzar. Esta idea, que ya es bastante peregrina de por sí (es dudoso que se avance más rápido si la densidad del tráfico es la mitad de la posible), resulta especialmente sangrante entre quienes se supone tienen claro, qué es ese asunto del manejo. No, amigo, ocupar el espacio de dos coches solo enlentece el tránsito, logrando, por ejemplo, que la cola en un semáforo (el de Canelones y Bulevar cualquier día de semana entre las 17 y las 19 me viene a la mente) sea el doble de lo que podría ser. Alcanza con 6 o 7 vivos criollos (y a veces son mayoría) para ocupar una cuadra entera, con lo cual termina cruzando la avenida la mitad de los 12 o 14 coches que ocuparían ese mismo espacio.

    3) La pintura te la debo- Que las calles no estén bien señalizadas en su inmensa mayoría es uno de los motivos menos perceptibles para la exasperación pero, creo, uno de los más contundentes. Que eso ocurra en varios tramos de las principales avenidas (nuevamente bulevar Artigas es un buen ejemplo) logra que los autos parezcan manejados por borrachos que avanzan a los bandazos, inmersos en el más puro movimiento browniano. Sumale algunos vivos criollos y algún exasperado por razones propias y ya tenés el caldo que se arma a la altura de la Española o alrededor del Palacio Legislativo. Ni Michael Douglas en Un día de furia se calentó tanto.

    4) El problema del bondi ballena- Ese que inmenso, prepotente y torpe puede ocupar sin complejos tres carriles en cualquier avenida. Ni hablar si el bus en cuestión circula por una calle, allí el bloqueo suele ser total. Lo que se ha internalizado, tanto entre conductores de bondi como entre conductores a secas, es que la regla formal no existe, solo el tamaño y la impunidad que este trae aparejada. No importa si uno viene circulando por su carril, sin meterse con nadie, basta con que uno de estos bichos hostiles asome la trompa para que uno entienda que todos sus derechos de circulación han sido cancelados de facto.

    5) El cuidacoches a mitad de la calle- Otro motivo de tensión relativamente inesperado. Relativamente porque el mismo estado que les proporcionan los chalecos que permiten verlos de noche, hace la vista gorda con el hecho de que su “servicio” no tiene el menor sentido, nadie lo pidió, termina siendo prepotente y, para más inri, no tiene la menor formalidad como empleo. Eso sí, los chalecos reflectantes están bárbaros.

    6) El conductor de bocina fácil- Pasa seguido, varias veces al día incluso: uno está en un semáforo o detenido por alguna circunstancia ajena a su voluntad. El coche de adelante se mueve y a los 2,5 segundos suena detrás el bocinazo del exasperado de turno. O de los exasperados, ya que a veces suena un concierto disonante. Muchacho, entiendo su prisa y su malestar, pero es que no me ha dado tiempo ni de meter el cambio. Qué digo, ni de pensar en meter el cambio. Serénese y piense que su vida será más fácil si usa la bocina exclusivamente para su cometido original: advertir de algún riesgo en la circulación.

    7) El problema del señalero- Mientras que en el resto del mundo el señalero se usa para advertir de una maniobra que se pretende hacer, en Montevideo es, como dice un buen amigo, “darle información al enemigo”. Y es tal cual: basta con encender el señalero para que de inmediato el coche que está detrás en el carril de al lado, acelere y nos apriete con su trompa. Y al pasarnos, el conductor nos mire con áspero gesto triunfal: “Ja, a mí me venís con señaleros, pasá si sos brujo, gil”. Resultado: carriles bloqueados, tránsito más lento y calentura en ascenso.

    8) La cortedad de semáforos- Una ciudad no puede duplicar su parque automotor en 10 años (de 250 .000 en 2005 a 500.000 en 2015) y pretender gestionar su circulación sin poner semáforos en las nuevas esquinas conflictivas. Dejar en manos de conductores que, por regla general, manejan tirando a mal, la decisión de cuándo cruzar Maldonado o Canelones a la altura de Acevedo Díaz durante la hora pico, no parece brillante. Un detalle lateral sobre este punto: el semáforo que desde hace décadas hacía falta en José Belloni y Osvaldo Cruz se concretó a través del presupuesto participativo. ¿De verdad era más o menos opcional ese semáforo?

    9) La cortedad de ideas I- Esta categoría pese a ser difusa es vivida con intensidad y, sobre todo, con permanencia. Si hace 40 o 50 años alguien, con mucha más visión de futuro que los gestores actuales, previó que tal o cual avenida podría ser ampliada por el aumento del tránsito, ¿por qué no se ejecutan esos ensanches? Luis Alberto de Herrera, por ejemplo, lo pide a gritos desde hace años, con su intenso tráfico de bondis y coches, sin que exista la menor señal de acuse de recibo de parte de las autoridades. Y eso sin hablar del asfalto, que es puro horror.

    10) La cortedad de ideas II- Tampoco llueven genialidades a la hora de generar vías alternativas para moverse velozmente de una zona a otra de la ciudad. Y eso a pesar de los buenos ejemplos de Nueva Palmira y Hócquart, que permiten atravesar La Comercial a toda pastilla. Sin ir más lejos, haciendo Paullier y Requena preferenciales se podría generar un cruce rápido desde Jacinto Vera hasta el Parque Rodó. Puedo errarle feo, pero cambiarles el sentido varias veces y dejarlas de doble mano con coches estacionados en ambos laterales, no es el mejor sistema para hacer más fluido el tránsito.

    Se anunció hace algunos meses que la Intendencia de Montevideo iba a hacer obras por valor de 900 millones de dólares. Ojalá alguna chapa le caiga a alguno de esos asuntos y quizás así, el conductor montevideano pueda dejar de sufrir sus regulares picos de exasperación. Y con un poco de suerte, llegar a viejo con el bobo en su lugar.