Nº 2275 - 9 al 15 de Mayo de 2024
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáSer agricultor en cualquier lugar del mundo es para gente fuerte de corazón y capaz de sobrellevar momentos difíciles. Debe tener el talento de planificar sus actividades con mucho tiempo de antelación, ser capaz de ajustarlas sobre la marcha, considerar diferentes escenarios y, en medio de todo eso, buscar la rentabilidad. Muchas de las decisiones que se toman hoy –o dejan de tomarse porque se tienen que descartar– tienen implicancias que muchas veces superan el año.
Como toda actividad productiva que depende esencialmente del clima, la planificación es clave, pero muchas veces eso no es suficiente. Y para el que no conoce la realidad de lo que es producir no siempre es sencillo entender el porqué de las cosas. Todo el mundo habla de los buenos rindes y de los buenos precios, pero eso es solo el primer escalón. El productor en realidad vive del margen neto que le deja la agricultura y ese es un terreno totalmente distinto. Vamos a echar un poco de luz sobre esta realidad.
Este es un año particular. Estamos en la cosecha de los cultivos de verano, principalmente de soja y maíz. Se sembraron a fines de la primavera pasada, con un escenario de mucha lluvia, que obligó a extender la ventana de siembra más de lo deseable. Los cultivos pasaron mal en enero, lo que colaboró con un desarrollo tardío y, por ende, un atraso de la fecha de cosecha prevista. Hasta ahí es parte de lo que pasa todos los años.
En otoño los días son más cortos y hay más humedad ambiente, por lo que al cultivo que está pronto para cosechar le cuesta más llegar a la humedad con la que se puede cosechar.
Aquí una salvedad importante: para que el grano se pueda conservar adecuadamente tiene que tener un contenido de humedad del entorno del 14%. Si se cosecha con 18% de humedad, por ejemplo, ese grano no se puede almacenar tal cual viene del campo, tiene que pasar por un proceso de secado artificial para llevarlo a 14%, algo que conlleva costos (servicio de una planta de silos). Entonces, es lógico entender que el agricultor espera todo lo que pueda para que el grano se seque naturalmente en el campo antes de tener que gastar en secarlo artificialmente.
El problema es que el esperar tiene sus riesgos, ya que el cultivo que está pronto no puede esperar por siempre que lo levanten del campo. Empezamos con el riesgo de pérdidas de cantidad y calidad del producto por no estar en condiciones adecuadas. Esperar para ahorrar costos de secado se balancea con las pérdidas potenciales de lo que puede ocurrir en el campo.
Cosechar con un suelo con mucha humedad lo expone a que las cosechadoras y tractores con tolva dejen huellas en el suelo, que afectan su superficie. Trabajar con terrenos con mucha humedad en general implica una mayor exigencia a la maquinaria, por lo que el costo de combustible es mayor.
De no corregirse las marcas del suelo, las lluvias provocarán erosión y eso se debe evitar. Esto implica que, antes de sembrar el cultivo que sigue, tendrá que laborear mínimamente ese campo para mejorar las condiciones del suelo. Y esto tiene dos externalidades negativas: la primera es el aumento de costos y la segunda, que laborear el suelo puede complicar las condiciones de siembra del cultivo siguiente.
Hasta aquí es solo lo que pasa en el campo cuando uno cosecha con condiciones difíciles, recuerden que no hemos salido de la chacra con el grano. Viene el otro eslabón, que es hacerlo llegar al punto de destino.
Como la cosecha es un flujo continuo, una vez que el productor comienza trata de no parar. Esto quiere decir que a las dificultades anteriores se suma la necesidad de que el flujo de transporte sea suficiente para acompasar las labores de cosecha en el campo, con el acarreo a las plantas de silo o a los puertos. Cuanto más eficiente sea este proceso (llega el camión, carga en el campo, llega a la terminal, descarga y vuelve) más eficiente es el resultado. Como alternativa, el productor puede almacenar temporalmente el grano en el campo, pero eso requiere que el grano tenga la humedad adecuada.
Este año hemos sido bendecidos por un buen rinde de los cultivos, pero con un clima que nos viene complicando la vida. Se va agotando el tiempo de espera de los cultivos en el campo, pero las condiciones de piso para cosechar son apenas las suficientes, si es que alcanza para ello. Y las nuevas lluvias pronosticadas obligan a decisiones que no siempre son las ideales, hay que cosechar como sea y después vemos como arreglamos las consecuencias negativas de tal decisión.
Yo haría lo mismo, no puedo razonablemente esperar a cosechar en 15 días si me llueven 100 milímetros y quién sabe cuándo podré volver a entrar, por no mencionar los riesgos de pérdida de calidad y cantidad de mi cultivo.
Felizmente Uruguay tiene un gran parque de maquinaria que le permite cosechar muy rápido, pero eso requiere de una ventana de clima que permita hacerlo.
Y finalmente vamos a los costos de los servicios, que en Uruguay son caros, no hay que decirlo. Un productor que tiene que mandar a planta una soja con 17% o 18% de humedad resigna no menos de US$ 40 por hectárea de margen por los servicios (entrada a planta, secado y almacenaje). Y si tiene que laborear para acomodar las marcas de la cosecha, le agrega fácilmente otros US$ 20 o US$ 30 por hectárea para quedar en condiciones. Rápidamente le está agregando US$ 60 por hectárea de costo al cultivo de soja. A eso hay que sumarle los costos totales de llevar el grano al puerto.
Dependiendo de si es en campo propio o arrendado, es el peso en la rentabilidad del agricultor. La soja tiene un costo de unos US$ 700 por hectárea. Asumiendo un rinde promedio de 3 toneladas, el costo es de US$ 233 por tonelada si no se paga renta. Con una renta promedio de 800 kilos de soja por hectárea, mi costo sube a US$ 318.
Cosechar con estas complicaciones agrega fácilmente un 10% a los costos de producción, y asumiendo que no todo el mundo vendió a los precios actuales, sino que una parte importante se vendió con precios inferiores a US$ 400 por tonelada, es claro que a pesar del éxito que pueda representar la productividad por hectárea, la realidad empresarial de muchos productores será la del margen que deje la actividad luego de descontados todos los costos.
Lo que finalmente importa es el margen, de eso vive el productor. Muchos terminarán con una cosecha muy buena, pero juntando apenas unas monedas luego de seis meses sufriendo en el campo. Eso aguanta un agricultor en Uruguay.