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“Esto no es un circo”, comentó alguien que fue a ver al Circo Tihany Spectacular en el Velódromo una noche fría y ventosa. Y es cierto: no es aquel circo de la niñez de muchos, con olor a animal, con un poco de mugre, con payasos que se chocan entre sí, con pop desparramado en el piso. El Tihany es otra cosa y funciona bien como el espectáculo que es, poco frecuente en estas latitudes. “Que no es para niños porque se distraen”, dicen otros que lo han visto, y puede ser cierto para los de menor edad. También es cierto que al mirar la platea se ve cómo lo que va pasando sobre el escenario capta la atención de los abuelos, los padres y los niños que ya no son tan pequeños.
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Este circo fue fundado en 1954 en San Pablo, con el nombre de Circo Mágico Tihany, de la mano del húngaro Franz Czeisler, quien emigró desde Tihany, el balneario donde nació en 1927, hacia América Latina para convertirse poco a poco en el empresario que hoy reside, como un jubilado de 88 años, en Las Vegas. Czeisler trabajó como asistente del falso fakir —calabrés y no indio— Blacamán, y en Hungría, Rumania y Checoslovaquia ya había comenzado sus andanzas como actor, bailarín y mago.
Su destaque en el universo circense fue tal que recibió la condecoración de Primer Miembro honorario del Colegio Nacional de Artes Circenses y Escénicas de Brasil. En la web se encuentran testimonios de admiración de quienes vieron actuar a Czeisler, recordando sus espectaculares números de ilusionismo que le permitían sacar de la nada dos sillas a partir de una, ante la mirada atónita del público, sus acrobacias y equilibrios, así como los actos de malabarismo, fakirismo y números de baile y canto en compañía de su esposa.
El lugar que dio origen al nombre de este espectáculo poco frecuente es un pueblo a orillas del lago Balatón, ubicado en el condado de Veszprém, con la atracción turística de un monasterio benedictino construido en el año 1055, donde se encuentran los restos mortales del rey Andrés I de Hungría. Hay otro producto que lleva este nombre debido a que es un ícono de la cultura popular circense que sirvió como escenario de una película: en 1981 se estrenó Sucedió en el fantásticoCirco Tihany, una trama policial dirigida por Enrique Carreras y protagonizada por figuras de la época como Tincho Zabala, Tristán y Susana Traverso.
Asombro sin respiro.
Además de ser bueno para la magia, el húngaro de adopción latinoamericana fue bueno para hacer fortuna. Czeisler no dudó en trasladar su carpa cuando percibió la necesidad de expandir el negocio. Después de presentarse en la Florida de Estados Unidos, se afincó en Las Vegas. Pero el auge del Tihany se produjo en los años 80, cuando la carpa cubría unas 4.000 localidades, en aquellos tiempos de bonanza en que el húngaro aprovechó para crecer financieramente con negocios vinculados a shopping centers.
Tihany desembarcó en Montevideo de nuevo este invierno, después de dos décadas sin presentarse, como parte de una gira que comenzó en 2006 luego de que el circo cumpliera medio siglo de actividad. De acuerdo con la información de los organizadores, en este período lo han visto 8,6 millones de espectadores de 49 ciudades. Es un espectáculo montado con 60 artistas de 25 nacionalidades, dividido en 18 actos de unas dos horas de duración.
Atendiendo a la corriente actual en contra del maltrato animal, quienes conocieron los circos más tradicionales podrán sentir algo de nostalgia por los leones, los tigres, los osos o los conejos que saltaban de la galera, y también los payasos de torta y porrazo, que faltan a esta cita.
Así como el planteo es radicalmente diferente, también es cierto que el Tihany es imponente, fastuoso, y no da respiro para el asombro, con una onda muy casino, muy hotel lujoso de balneario del este, con mucha luz, mucho brillo, mucha pluma y lamé. En el Tihany todo es estético, estilizado, sofisticado, rimbombante, con una gran apuesta a los efectos especiales y al despliegue de tecnología digital. Todo lo que llene el ojo con rapidez y apriete el botón inmediato mental de la sorpresa, está ahí. Incluidas las mujeres llamativas y medio desnudas, los llamados al público para que participe en el escenario: algún niño, varios padres que se prestan al ridículo público, pollerita de ballet incluida, para que su familia no diga que son unos amargos.
En el Tihany no se ahorran recursos para “despertar” al espectador, que llegará a sentir cómo lo mojan (con agua) o cómo cae sobre su cabeza alguna que otra tira de tallarines cocidos. Sí: tallarines, que hacen las delicias de los niños, que los usan de proyectiles. Las partes fuertes de humor las pone, sin emitir una sola palabra y con la cara blanca, el cómico Henry Ayala Junior, definido como “el príncipe de los payasos”.
Vuelo y perfección.
De todos estos ingredientes abundantes sale un combo singular del que son parte medular los cuerpos trabajados con horas de entrenamiento para llegar a la perfección, los números con destrezas físicas que revelan horas de ensayo y profesionalismo del más alto nivel. En los números musicales la calidad es cuidada de igual modo, y por eso las bailarinas fueron elegidas de los mejores ballets rusos e ingleses, según informan los organizadores.
El húngaro dejó hace años ya la responsabilidad del circo en manos de Richard Massone (nacido en Rosario, Argentina), un mago e ilusionista que hoy dirige el Tihany Spectacular. Aparece en escena con el rostro tirante y brillante por el maquillaje y una sonrisa permanente para marcar los tiempos, presentar los distintos tramos y azuzar al público: “Si les gustó, salgan y coméntelo, digan que vengan a vernos”, dice Massone con gestos ampulosos.
Algunos números generan una especie de desorientación, un efecto de shock, como el de la cantante extremadamente alta que aparece con un vestido imposible por lo largo y deslumbrante. Las Aguas Danzantes fueron diseñadas especialmente con un sistema similar al del Radio City Hall de New York.
El Tihany no ahorra recursos y apela al gran tamaño y a lo inesperadamente absurdo. Así, Massone irrumpe en la lona dentro de un lustroso Rolls Royce negro, o un helicóptero blanco y brillante de tamaño real aparece “por arte de magia” detrás de unas telas, flanqueado por unas chicas hermosas.
Entre lo más destacable están los fabulosos trapecistas, que realizan una coreografía exquisita sostenidos en el aire, o se tiran como si volaran sobre telas tensadas. Estos artistas fueron seleccionados en grandes festivales internacionales de circo de Montecarlo, París, Budapest, China y Moscú.
El Circo Tihany es un tipo de espectáculo diferente y ambicioso que pocas veces llega a Uruguay y merece ser visto.
Las funciones que quedan van desde hoy, jueves 9, hasta el domingo 12, en varios horarios. El valor de las entradas (en Red UTS y boleterías) se ubica entre $ 200 y $ 1.375, los menores de dos años entran gratis y los de tres años abonan la entrada con beneficios y descuentos de OCA.