El ministro Bonomi debería someter a su equipo de “Inteligencia” a un examen de electroencefalografía conceptual, porque me parece que algunos de sus integrantes están reflejando un I.Q. apenas superior al de una comadreja.
El ministro Bonomi debería someter a su equipo de “Inteligencia” a un examen de electroencefalografía conceptual, porque me parece que algunos de sus integrantes están reflejando un I.Q. apenas superior al de una comadreja.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáResulta que, como todos ustedes saben, aunque no deberían saber, ni ustedes, ni yo, ni nadie, salvo el ministro y sus colaboradores más próximos, recientemente el Ministerio infiltró un par de esbirros en una manifestación en la que los loquitos de la Irma Leites rompieron vidrios, tiraron piedras y armaron el tiquitiqui habitual con sus cascotes, los molotov y el alquitrán.
¿Qué hicieron los papanatas que detectaron a los violentos, los siguieron y los identificaron? En vez de ir a ver a sus jefes y pasarle todos esos datos, para que se llevaran en cana a los revoltosos, al día siguiente fueron a un juez, y le contaron con lujo de detalles todo su operativo. “Salieron por la calle tal, doblaron a la derecha, el encapuchado se sacó la capucha, tocó timbre en la casa número tal de esa calle, y dos compinches más llegaron minutos después, porque nosotros nos quedamos ahí, uno enfrente y otro en la esquina…” y todo lo demás.
¡Pero qué tarados estos tipos! ¿Nadie les dijo que tenían que actuar en silencio y en forma discreta, reportando sus novedades y descubrimientos solamente a sus jefes, sin ir a batírselos a un juez, para que después salieran en todos los diarios, en todas las radios y en todos los informativos de la tele?
Me decidí a ir a investigar directamente el caso.
Primero pensé en disfrazarme de electricista, entrar al Ministerio y decir que venía a arreglar la lámpara de escritorio del despacho del ministro, pero, presumiendo que estos “sabuesos” están en un despiste tal que los lleva a mostrar en público a los infiltrados, me presenté apenas con una valijita ante el jefe del grupo especial de Inteligencia el cual, dicho sea de paso, se llama “GILES”, sigla que corresponde a Grupo Infiltrado Limitado al Espionaje Sindical.
El jerarca, comisario Braulio Descere Brado, me saludó atentamente y me llevó hasta la sala de reuniones adonde, le dije, tenía que instalar una serie de micrófonos ocultos por indicación del prosecretario de la presidencia Diego Cánepa.
—“¡Qué gracioso es Diego!” —dijo el jefe del GILES —“siempre con alguna broma, o alguna ocurrencia divertida” —prosiguió —“¡seguro que hay que arreglar algún enchufe, y a él se le ocurre inventar lo de los micrófonos!” —concluyó, haciéndome pasar a la sala donde se reúne el grupo, y retirándose de inmediato, agregando al retirarse — “trabaje tranquilo, cualquier cosa me avisa, yo estoy en el piso de arriba”.
Por supuesto que instalé varios micrófonos ocultos, en las cuatro paredes del recinto, (respectivamente detrás de los retratos de Hugo Chávez, del Ché Guevara, de Daisy Tourné pasando revista a las tropas montada en un alazán, y de Mujica junto al Pato Celeste) agregando uno más en la base del busto del ex ministro José Díaz, detrás de la chapa de bronce en la que dice “El Expreso Pocitos y todos los ex-presos, en eterno agradecimiento. Marzo de 2007”.
Me fui para mi casa, encendí el receptor, y tuve que esperar muy poco para empezar a registrar algunos diálogos muy jugosos.
“¿Vos creés que hay que hacerle la cirugía plástica para deformarles el rostro a los dos oficiales que infiltramos la vez pasada, porque ahora los reconocen todos?” —decía la voz del jefe Braulio Descere Brado a su subjefe, que es nada más ni nada menos que el oficial de inteligencia subcomisario especial Anacleto Soyme Dionabo, quien ha asistido a seminarios de especialización en seguimiento a las manifestaciones sindicales en la Jefatura de Policía de La Paz, Bolivia, a pesar de que nunca pudo dar las pruebas finales de los cursos por estar afectado por la altura.
“Ni loco gastamos un mango en deformarles el rostro a estos dos tipos, si es que se les puede deformar más de lo que son de nacimiento” —replicó el subjefe, lo que tenemos que hacer es mandar a otros, y buscar alguna manera de que no los reconozcan, que pasen desapercibidos, así como que vayan por ejemplo con el traje del Hombre Araña uno y el otro de Batman, y digan que están allí para distribuir folletos promocionales de su servicio de animación de fiestas infantiles, entonces reparten folletos y se quedan, y van con la manifestación, y así pasarían desapercibidos, ¿no te parece?” —comentó.
Una tercera voz se sumó a la conversación, la de la comisaria Beba Lapé Lotuda, oficial de investigaciones especiales, a la que pude identificar por ser la única mujer que revista en este grupo especial.
“A mí me parece una buena idea lo de que vayan disfrazados de Hombre Araña y Batman, pero creo que sería más lógico que fueran de Batman y Robin, que son como una pareja más conocida porque andan juntos, porque la gente al ver a Batman y al Hombre Araña juntos puede desconfiar, no sé, me parece que pasarían más desapercibidos si fueran como Batman y Robin” —dijo la comisaria, sumiendo a los demás asistentes a la reunión en profundas reflexiones, porque estuvieron varios minutos en silencio.
“Yo había pensado que podríamos decirles que fueran uniformados como los policías que son, pero que le dijeran a los manifestantes que en realidad ellos también son manifestantes, pero que se disfrazaron de policías para que parezca que la manifestación está vigilada por la policía, pero que en realidad ellos también vienen a romper vidrios y a tirar cascotes, y llevan unas mochilas con piedras y se las muestran” —dijo el jefe Descere Brado, tras una profunda reflexión.
Otra vez se produjo un largo silencio.
Entonces aproveché para usar los micrófonos como parlantes, porque los que instalé sirven para escuchar y para hablar.
“¿No se les ocurrió que podrían infiltrar a estos oficiales vestidos como los manifestantes, usando canguros con capuchas, barbudos de varios días sin afeitar, con materas con los pegotines de Plenaria Memoria y Justicia y camisetas con la efigie de Irma Leites? ¡Así se confundirían con los demás!” —sugerí.
“¿De dónde vino esa voz?” —dijo Anacleto Soyme Dionabo.
“¿Qué importa?” —comentó el jefe Descere Brado —“¡por fin una idea que vale la pena!” —concluyó