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Durante los gobiernos del Frente Amplio pocas veces el Directorio del Banco Central (BCU) quedó partido al momento de votar resoluciones, pese a que uno de sus tres miembros es del Partido Nacional. Y que dos son economistas y el otro abogado.
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Una de esas excepciones se dio en la sesión del miércoles 5, la segunda con Alberto Graña como presidente tras la renuncia al cargo por parte del precandidato por el Frente Amplio Mario Bergara. Allí se trató el documento titulado Recomendaciones para la utilización de lenguaje inclusivo en el Banco Central del Uruguay, elaborado como parte de un plan de acción por un comité interno de “calidad con equidad de género” y de una meta organizacional fijada para 2018.
En el entendido de que el BCU “cumple un rol dentro del proceso de construcción de ciudadanía y por tanto no puede estar ajeno a la comunicación inclusiva como estrategia estatal en materia de derechos”, su directorio votó por mayoría aprobar dichas recomendaciones. Un segundo punto de la resolución indicó que su aplicación deberá hacerse “de forma tal que se compatibilice con los criterios de eficacia y eficiencia inherentes a la política de calidad institucional”.
De las actas surge que el vicepresidente, Jorge Gamarra, no dio su voto. Si bien el abogado “comparte plenamente la sólida política de equidad de género que el banco ha llevado adelante a través de la implementación del Modelo de Calidad con Equidad de Género, se abstiene. Al respecto, entiende que, en el punto en particular del lenguaje inclusivo, no acompaña las recomendaciones para su implementación por lo siguiente: no resulta sustancial en el desarrollo de una política de equidad de género y, por el contrario, en las actuales circunstancias, estima que sería contraproducente recomendar o sugerir su empleo (aun con la suavización contemplada por la Comisión) en tanto –como bien se dice en el informe– se trata de una postura estratégica ‘que no se detiene en los mandatos gramaticales, ortográficos o sintácticos de la Real Academia’, que son los que naturalmente se aplican a la hora de redactar los documentos, informes, resoluciones y que, de aprobarse la recomendación, serían sustituidos por otro lenguaje nuevo, carente de reglas ciertas y fijas, con las dificultades, dudas y hesitaciones que su uso entrañará para quienes deban observarlo”. Gamarra alegó además que, en lo personal, es partidario de “mantener la seguridad del lenguaje siguiendo las reglas de la Real Academia, lo que no implica su definitiva negación sino adoptarlo a medida que la sociedad vaya incorporando y reciba el respaldo y el rigor de la propia Real Academia que, como bien se señala en el informe, se encuentra revisando la forma de incluir gradualmente estas reivindicaciones en su diccionario”.
Un diagnóstico organizacional de 2017 había identificado como “debilidades” o “amenazas” las comunicaciones internas y externas con “utilización de lenguaje no inclusivo”; “elementos androcéntricos relacionados a estereotipos sociales”; y la carencia de formación y sensibilización del personal en temática de género y discriminaciones.
Recomendaciones. Las pautas aprobadas cuidan al mismo tiempo “el no sexismo y la plena comprensión o comunicación que debe conseguir el uso del lenguaje, velando por la utilización adecuada del idioma en toda su riqueza y diversidad”, indica el documento. Como recomendaciones específicas sugiere, por ejemplo, hablar de “funcionariado”, “grupo humano”, “colectivo” o “personas que ocupan cargos funcionales”, en lugar de “funcionario”; usar “gerencia” o “jefatura” cuando se alude a cargos (a menos que se esté refiriendo a una persona en particular) en lugar de “gerente”, “jefe” o similar; y emplear la “doble forma” (estimados/as, compañeros y compañeras, etc.) para encabezados en comunicaciones grupales. También aconseja evitar el uso de genéricos masculinos y recurrir en su lugar a un tipo de redacción que se “enfoque en la acción” para frases que indican o mandatan que alguien será designado para actuar como “miembro de”, como “secretario de actas”, como “delegado de”. Pone un ejemplo: “Para que exista quórum, el tribunal deberá estar integrado por la mayoría de sus integrantes”.
El documento termina con un glosario resumido de “términos según figuran actualmente en el diccionario”, como “la oficinista/el oficinista”, “oficiala/oficial”, “perito/perita”, “lideresa/líder”, “la consulesa/el cónsul” y “síndica/síndico”.
El Directorio del BCU ha sido un ámbito casi exclusivamente masculino en el medio siglo recién cumplido de la institución, aunque ellas son mayoría entre las cerca de 600 personas que conforman su “funcionariado”. Hay un reparto relativamente parejo de cargos entre ambos géneros y una virtual equidad salarial, mostró un diagnóstico organizacional de 2017 (Búsqueda Nº 1.945).