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Dos suicidios en el Comcar en el último mes evidenciaron las carencias del sistema para prevenir estas muertes
Para Interior es “un problema social”, mientras que para el comisionado penitenciario la falta de recursos y las malas condiciones explican que haya seis veces más suicidios en la cárcel que en la sociedad
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Lo primero que hizo Juan Miguel Petit cuando entró a la celda fue cerrar los ojos. El reflejo fue ese, aunque la escena se ha vuelto una imagen repetida desde que se calzó el traje de comisionado parlamentario para el sistema penitenciario. Apretó los labios y unos segundos después le puso palabras al dolor: ¡Qué desastre!
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Enfrente suyo tenía una celda vacía, apenas unas toallas colgadas y dos cartas escritas a mano tiradas en el piso. Una hora antes, un hombre de 27 años se había ahorcado allí, convirtiéndose en el octavo suicidio en lo que va del año en las cárceles. El joven pasaba sus días en el módulo 11 del Complejo Penitenciario Santiago Vázquez —Comcar—, uno de los centros de reclusión con peores condiciones, calificado como un celdario donde hay “trato cruel e inhumano”, según los estándares internacionales.
Cayó preso el 31 de julio por una rapiña especialmente agravada. Un delito que lo dejaría tras las rejas unos cinco años. En su celda estaba solo, algo inusual por el nivel de hacinamiento en esos módulos, y quizás por eso nadie avisó. Sin embargo, otros presos que conviven en el mismo piso dijeron que había tenido otros intentos de suicidio. No lo tomaron en cuenta o, por lo menos, no creyeron que realmente lo haría.
El jueves 17, el joven de 27 años llamó a su mujer, le dijo que se quitaría la vida, y lo hizo. Su pareja se comunicó tan rápido como pudo al centro penitenciario para avisar y que intentaran frenarlo, pero cuando llegaron los policías ya era tarde.
El módulo 11, al igual que el 8, 10 y 12 del Comcar, es uno de los peores lugares del sistema carcelario. Hay hacinamiento, conviven unas 650 personas, y su vida transcurre prácticamente sin actividades. La llegada de las clases de rugby fue motivo de celebración, porque en algunos casos arrastraban años sin tareas, pero solo unos pocos pueden hacerlo. Entre 20 y 30 reclusos van a un aula ubicada fuera del módulo y eso es todo.
Ese escenario es el que lleva a Petit a pensar que “se pudo hacer más” en este caso y en otros suicidios ocurridos en las celdas. “La pregunta no es si era evitable porque es muy difícil ponerse en su camino. Lo que hay que preguntarse es si estaban todos los elementos disponibles y es claro que en las cárceles estamos lejos del nivel de intervención técnica deseado”, dijo el comisionado.
Para Petit hay “fallas notorias” en la atención cotidiana al preso que no permiten detectar, por ejemplo, una depresión, que es muy común por la sensación de abandono y no poder mejorar que tienen los presos. “Al no detectarla, no se la trata como debiera ser con la intervención de técnicos. En esos módulos no se sabe cómo está la persona, si tiene familia, si tiene algún proyecto a futuro ni qué le está pasando y por eso no saben cuándo es necesario conectarlo con los servicios de salud. Es evidente que hay otro contexto posible”, agregó.
Problema de la sociedad.
El Ministerio del Interior lo ve de otra manera. El director general de Secretaría, Charles Carrera, dijo a Búsqueda que el suicidio “es un problema social que va más allá del sistema carcelario”. Lo justificó con los datos. En 2016 hubo 7,6 homicidios, 14,2 muertos en accidentes de tránsito y 20,2 suicidios cada 100.000 habitantes. Y aseguró que el Ministerio de Salud Pública está desarrollando estrategias para enfrentar la situación.
Sin embargo, de acuerdo con el informe de 2016 de Petit, en las cárceles hay 20 veces más homicidios que en la sociedad en general y algunos centros en específico tienen registros muy por encima del resto. En el Comcar hay cuatro veces más heridos que en los demás penales. Entre el Penal de Libertad y el Comcar sumaron 22 muertes violentas en 2016, el 71% del total del sistema. Y los suicidios no son ajenos: en las prisiones hay seis veces más que en la sociedad general.
En lo que va de 2017 se mantiene la tendencia que hubo el año pasado. En 2016 se registraron 12 suicidios y una muerte dudosa, mientras que en los ocho meses de este año ocho reclusos se quitaron la vida.
El último fue el pasado jueves, pero el 22 de julio lo hizo otro recluso, de 30 años, y también en el módulo 11 del Comcar. De Cárcel Central lo derivaron allí el 16 de mayo, apenas tres meses antes, a una celda que compartía con otros dos reclusos. Fue procesado por tener un arma robada, un delito menor en los códigos de la prisión. En los últimos días sus compañeros de celda le comentaron a Petit que tenía comportamientos que el comisionado interpretó como depresión. Los funcionarios policiales no lo tenían en su radar y no previeron lo que pasó. Se arrojó de un segundo piso del módulo.
En el debe.
Un equipo interdisciplinario de la Universidad de la República, integrado por las facultades de Psicología, Ciencias Sociales, Medicina, Humanidades, Comunicación, y por representantes de la Administración de Servicios de Salud del Estado, sigue de cerca el tema hace años. En 2015 presentó un informe específico sobre la prevención del suicidio en las personas privadas de libertad. Se reunieron con diversos actores involucrados y vieron que el camino que queda por recorrer es largo.
Constataron varios elementos que potencian la vulnerabilidad de los presos. Falencias en las condiciones edilicias de los centros, escasez de personal y en especial de equipos técnicos, ausencia de formación para el personal en primeros auxilios y reanimación, entre otros. En aquel entonces se reconoció que “el abordaje de la conducta suicida ha sido un debe a pesar de ser un problema frecuente” en los presos y que “si bien siempre estuvo presente no fue considerada primordial”.
Otros “momentos críticos” que los funcionarios deben identificar como situaciones de riesgo son el dictamen de la sentencia, especialmente cuando es muy extensa, cuando le niegan alguna solicitud importante, las medidas de castigo o aislamiento y los eventos traumáticos relacionados con la familia, como fallecimientos, separaciones, accidentes.
Sin embargo, los problemas en las cárceles recaían sobre todo en los funcionarios. La escasez de personal, en especial para conformar equipos de salud mental y la falta de preparación del personal para la prevención del suicidio, su detección precoz del riesgo y la atención oportuna son el principal factor que identificó el equipo investigador.
El Comcar tiene un Centro de Salud donde trabajan profesionales vinculados a la salud mental. Pero para el comisionado parlamentario allí no está el problema. La falta de personal en la cárcel sí lo es, ya que para los 650 reclusos que están en el módulo 11 hay apenas 20 funcionarios durante el día y luego de las 19 horas quedan menos de una decena de guardias. Esto, para Petit, lleva a que no haya trabajadores viendo de cerca cómo se sienten los presos, entonces el pedido de ayuda es exclusivo del recluso. Además, el poco personal debe considerar la gravedad de cada situación y la falta de actividades le quita un gran espacio donde poder ver a los presos y saber cómo se encuentran. “Esto lleva a las situaciones en que se quiere actuar cuando ya es demasiado tarde”, agregó.
Petit está convencido de que darles actividades a los presos es el camino para su recuperación. También para evitar algunos suicidios. Y en las últimas horas vio muy cerca del módulo 11 algo que le dio esperanzas de poder mejorar. En el módulo 10, otro de los más complicados, están reformando el Polo Industrial y los reclusos son los encargados de la limpieza del lugar, de remover los materiales, de la pintura del centro y demás tareas. El comisionado sabe que “nada se resuelve de un día para el otro” pero verlos “con otro aire” le da “una buena señal” de que ese es el camino. “Porque cuando la opción es el encierro y nada más, ya vimos lo que pasa”, concluyó.