Nº 2214 - 23 de Febrero al 1 de Marzo de 2023
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLos uruguayos (y los latinos en general) tenemos una mala relación con el dinero. En parte tal vez sea por nuestra formación cristiana, en la que el dinero es algo mal visto, al punto tal que la propia Biblia dice: “es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de los cielos” y el actual Papa Jorge Bergoglio es muy crítico del capitalismo.
Hace más de veinte años el psicólogo Gustavo Ekroth escribió el libro El evangelio según San Dinero, en el que traza varios aspectos de nuestra relación con el vil metal, asegurando que una buena relación con el dinero es clave para nuestro bienestar, clasifica varios tipos de dinero, como el dinero servil, el dinero débil o el dinero fácil y las consecuencias que cada uno acarrea.
También el famoso best seller de Robert Kiyosaki, Padre rico, padre pobre, trata sobre los aprendizajes financieros que recibió de su padre “pobre” (su padre natural, que no era pobre económicamente sino en su actitud hacia las finanzas) y de su padre “rico” (que era el padre de un amigo) quien, en realidad, era menos rico (en términos materiales) que su propio padre, pero tenía “mentalidad de rico” y al final logró amasar una enorme fortuna.
También ciertas posturas políticas — en especial de la gente de izquierda— que ven al dinero como algo espurio y a los “ricos” como gente malvada que “explota” a los pobres trabajadores indefensos quedándose con parte de su esfuerzo y por eso hay que eliminarlos (aunque luego vemos a muchos de estos profetas integrar la “izquierda caviar” y acumular inmensas fortunas mediante la corrupción y el saqueo).
Por todo esto y mucho más, es muy bueno que el Banco Central del Uruguay haya firmado un convenio con la ANEP (Administración Nacional de Educación Pública) para darles a los jóvenes la educación financiera necesaria para planificar mejor sus vidas y hacerse responsables de su futuro, gestionando mejor sus ingresos y evitando depender del Estado o de limosnas.
Parte de esta mala educación financiera que tenemos se manifiesta en dos temas que hoy están sobre el tapete: la enorme cantidad de personas endeudadas (lo que motivara un proyecto de ley de Cabildo Abierto para evitar las ejecuciones y cobros de intereses y gastos judiciales abusivos) y el quebrado sistema de jubilaciones.
El gran endeudamiento que tienen los uruguayos se debe principalmente (a mi modesto entender) a tres motivos: primero, la inmadurez que nos lleva a no poder “postergar la recompensa” y querer consumir todo ahora, sea ropa, celulares, viajes o cualquier otro asunto que nos brinde placer. Segundo, la equivocada creencia de que es el consumo — y no el ahorro y la inversión— lo que genera crecimiento. Y, por último, el desconocimiento que tenemos para evaluar si nos conviene más una oferta contado que una a crédito, entender cómo se componen los costos ocultos en la cuota de cualquier préstamo, o cómo nos “engatusan” con atractivas promociones de créditos fáciles o baratos y terminamos pagando fortunas.
En cuanto al desfinanciamiento del sistema jubilatorio, una parte importante se debe a que el Estado prácticamente no permite formas de ahorro individual a largo plazo, ya que, sabiendo que la gente no sabe cómo gestionarse, no quiere luego hacerse cargo de miles de viejitos indigentes y por eso nos obliga a hacer aportes a un sistema que casi nunca ha funcionado bien. Por eso muchos uruguayos han recurrido a la compra de una “casita” con fines de alquiler, como sistema sencillo para complementar las siempre magras jubilaciones, a falta de otros instrumentos financieros o a falta de conocimiento sobre los mismos.
Al no hacernos cargo de nuestro futuro financiero (“libertad financiera” como la llama Kiyosaki), delegamos esa enorme responsabilidad en el Estado, es decir, en funcionarios y en políticos, lo cual es casi un suicidio colectivo. Más allá de sus siempre declaradas buenas intenciones, lo cierto es que los primeros nunca tienen responsabilidad sobre sus actos fallidos y los segundos buscan agradar a las masas en el corto plazo, aunque sepan que la bomba explotará a futuro, ese lugar donde ellos ya no estarán, o si están, sabrán cómo encontrar un nuevo culpable a quien cargarle las cuentas (entre otras cosas, por la propia falta de educación financiera de sus votantes).
Por eso hay que celebrar este acuerdo entre el BCU y la ANEP, y cuando un niño ingrese al jardín de infantes a los cinco años, habrá que decirle: “Bienvenido, dentro de 60 años vas a jubilarte y, si no quieres vivir como un pordiosero, más vale que aprendas a gestionar tus ingresos desde ahora.”.
Enhorabuena a esta iniciativa.