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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáNos gusta mucho oír a Manuel Antelo cuando nos pondera y nos felicita. Y está bien. Pocos Antelos hemos tenido en los últimos tiempos por aquí. Se ve que no nacen así o que los achatamos al crecer, no sé. A lo mejor la dosis de tipo Obelix de estatismo que hemos mamado nos inclina a ser un empleado público y no arriesgar nada más.
Lo cierto es que somos distintos al resto de los sudamericanos. (Tanto que a veces me pregunto qué tenemos que ver con esa patria grande que alguien pregonaba). Una de las diferencias más visibles para cualquiera que no conozca ningún otro país del mundo es el poco amor propio de nuestros compatriotas. Amor propio bien entendido, claro.
Y para que lo vean estos supuestos no viajantes, pongo como ejemplo el Estadio Centenario. No debe de haber nada más uruguayo que el querido Centenario. Ni Artigas (que además no fue uruguayo) ni mucho menos el río Uruguay o el cerro de Montevideo.
Cuando en 1990, hace 30 años años ya, Cesar Luis Menotti asumía como DT de Peñarol se asombró del estado del Estadio Centenario. No lo podía creer. Su desidia y abandono. Su mugre plácida y perenne. Y sobre todo su ausencia total y absoluta de una mata verde de pasto. Aquella cancha era una especie de cemento marrón cuando había sol y un chocolate de barro los días de lluvia.
Habló Menotti del amor propio y nos cuestionó: “¿Es que no tienen amor propio, ustedes? ¿Si tuvieran el saco roto, no le dan una puntada antes de salir a la calle para salir decentemente? No me digan que es un tema de dinero —dijo Menotti— es un tema de dignidad”.
Después vino Casal y no hubo más remedio que sembrar un poco de pasto. Mal y feo pero un poco de verde se empezó a ver.
Han pasado 30 años. Vemos los partidos de las eliminatorias sudamericanas. Países pobres varios.
Sin embargo, el Monumento del Fútbol Mundial el Estadio Centenario es por muy lejos el más descuidado, despintado, con peor cancha, los peores baños, los peores servicios de comidas y falto del más mínimo cariño de todos.
El Defensores del Chaco (voy a menudo) es Wembley al lado del Centenario. Su aspecto, su piso, el estado de pinturas, menos paredes pintadas con anuncios feos.
El de La Paz, Bolivia, otro mucho mejor, y ni hablo de Lima o Bogotá o Venezuela (sí, Venezuela, que andan en quiebra absoluta) que tiene a sus estadios con otro cuidado que aquí.
Acá hace poco pintaron los carteles de Coca Cola de la bandeja de la Olímpica que hacía 10 o 15 años que estaban mugrientos y despintados. Horribles los cartelitos, pintados y despintados.
No es esto una crítica a las autoridades actuales de CAFO, pero siguen sin acertar. Sigue inmundo. El piso de la cancha está feo y ponen un partido femenino tres días antes del clásico. ¿No pueden plantar algún arbusto para separar a los suplentes de la cancha? ¿Y sacar esa máquina de cortar pasto chiquita y antigua del foco de la TV en rincón de Colombes y Olímpica? ¿Hacer algo con taludes? ¿O solo se van a limitar a intentar hacer un shopping center?
¿Será para no tener que hacer nada y que Lecueder haga todo, y ya que está que riegue y corte el pasto?
Yo sospecho que más temprano que tarde Antelo se va despertar.
Harry H. Haller