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    El Mercosur llegó casi al “límite” de lo que podía ofrecer, pero no tuvo “ningún tipo” de respuesta de la Unión Europea

    “¿Cómo es que no agarran viaje? ¿Cómo esto no está cerrado?”, se pregunta la embajadora Valeria Csukasi, quien es más optimista con las negociaciones que se desarrollan con otros países

    La embajadora Valeria Csukasi dice que no es pesimista con respecto a las posibilidades de que la Unión Europea y el Mercosur firmen un acuerdo comercial después de décadas de negociación. Pero después de varios días de discusiones con los europeos en Bélgica, la directora general de Integración y Mercosur de la Cancillería tampoco es optimista. “No hay nada que haya pasado en Bruselas que nos haga sentir que estamos más cerca de un acuerdo”, dice.

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    Y el que quiera encontrar a los responsables de que no hubiera avances, según Csukasi, debe cruzar el Atlántico. En la última ronda de negociaciones, la delegación del Mercosur incluyó a siete ministros (tres de Argentina, dos de Brasil y para Paraguay y Uruguay uno cada uno) que se mostraron “totalmente comprometidos” a tratar de cerrar el acuerdo. Pero del otro lado no se movieron un centímetro. No hubo “ningún tipo de movimiento”, dice la embajadora, e insiste: “Ninguno, ninguno, ninguno”.

    La Cancillería uruguaya mantiene abierta la expectativa de que a la ronda de setiembre los europeos lleguen con respuestas concretas a sus propuestas. Csukasi cree que la oferta del Mercosur está en el límite de lo que puede dar. Y que hay una pregunta que ronda en su cabeza: “¿Cómo es que no agarran viaje?”.

    Mientras esa duda no se despeja, el bloque sudamericano intenta avanzar con otras negociaciones comerciales y en profundizar los lazos con la Alianza del Pacífico.

    —El canciller Rodolfo Nin Novoa, el martes 17, antes de la reunión entre ministros del Mercosur y la Unión Europea, fue muy pesimista acerca del resultado que podría tener el encuentro. Después de este, sin embargo, un gobernante argentino fue un poco más optimista en declaraciones públicas. ¿Qué balance realiza usted?

    —Hay una diferencia entre las percepciones y las necesidades que tiene cada uno de los cuatro países del Mercosur y la Unión Europea. Nosotros seguimos estando en la misma posición en la que estábamos antes, seguimos apostando a que la negociación termine, pero no hay nada que haya pasado en Bruselas que nos haga sentir que estamos más cerca de un acuerdo. Y no por el Mercosur, sino porque no hubo movimientos del lado de la Unión Europea. El Mercosur se movió. Hay cinco grandes temas del corazón del acuerdo que no se terminan de cerrar: las cuotas para nosotros, el sector automotor, las indicaciones geográficas, los servicios marítimos y el sector lácteo. El Mercosur fue preparado para hacer movimientos en los cuatro últimos y los hizo. Incluso en cuanto a los ministros. En mi vida había visto al Mercosur con la capacidad de decisión, de proposición y de disposición a solucionar temas como lo vi las dos semanas pasadas en Bruselas. Los ministros, en minutos, tomaban decisiones de cierre de un acuerdo, pero eso no movilizó del otro lado ningún tipo de respuesta concreta en los temas de nuestro interés. Esto nos deja más cerca de lo que necesita la Unión Europea, pero no nos deja más cerca de lo que necesita el Mercosur para cerrar. Y por eso al final del día para mí no cambia tanto la percepción de cuán cerca estamos y sé que el ministro opina lo mismo. Sí creo que estamos más cerca de lo que es el límite real del Mercosur, se empiezan a acabar los espacios. Si llegás con siete ministros totalmente comprometidos a decir “esta es una ronda final, pongamos todo sobre la mesa y cerremos este acuerdo de una vez por todas”, vos te movés prácticamente hasta tu límite. Y si eso del otro lado no recibe ningún tipo de movimiento, ninguno, ninguno, ninguno, en tus temas de interés, es complicado.

    —¿Qué se puede esperar entonces?

    —Como ha funcionado históricamente esta negociación, el Mercosur se mueve y la Unión Europea pide tiempo para reflexionar, y un par de meses después te da algo. Es una especie de secuencia. Si lo que pasó en Bruselas sirve para que en la próxima reunión la Unión Europea venga con algo que también a ellos los deje en el límite de lo que nos pueden dar, entonces cerrás en setiembre. Si la actitud sigue siendo la misma de pedir más, creo que naturalmente vamos a ir a un enlentecimiento de las negociaciones. Esto no significa que vayan a morir, porque creo es algo que nadie quiere.

    —Pero este año hay elecciones en Brasil y el que viene hay elecciones en el Parlamento Europeo…

    —Brasil no utiliza el argumento de sus elecciones para afectar esta negociación ni las otras. Siempre hay elecciones: son 28 países de ese lado, más el Parlamento y la Comisión Europea, y de este lado somos cuatro. El tema es si las usás como excusa o no. Brasil ha sido muy claro en que el hecho de que haya elecciones no impide que sigamos negociando.

    —Usted decía que el Mercosur “movió” su posición para contemplar los reclamos de la Unión Europea. ¿Qué pasó con el planteo sudamericano de que los europeos amplíen la cuota de algunos productos?

    —Nada. Ni en cuotas ni en otros que son sensibles, como propiedad intelectual, patentes de medicamentos. Tampoco en eso se concretó una flexibilidad del lado europeo. Quiero ser optimista y pensar que es porque eso va a venir en setiembre tras analizar nuestras propuestas.

    —Su posición hoy, entonces, es pesimista.

    —Creo que es realista. Hay un elemento positivo de pensar que es posible, es más, no entiendo cómo esto no está cerrado ya. No lo entiendo. Pero hay un elemento pesimista que viene justamente de eso: si esto es prácticamente cerrable con lo que está sobre la mesa y algunos ajustes más… Por ahí dicen que lo que no hay es voluntad de una de las partes de cerrar. Del lado del Mercosur no lo percibí, como sí lo vi 10 años atrás, en donde era clarísimo que nos movíamos para dar sensación de movimiento, pero no había voluntad de varios de cerrar el acuerdo. Hoy al Mercosur lo veo dispuesto seriamente a poner temas que antes eran tabú sobre la mesa, pero eso tiene que generar algo del otro lado. Si fuera del todo pesimista, dejaría de trabajar en esto y me dedicaría a trabajar en las otras negociaciones que van mucho mejor.

    —¿La guerra comercial en la que están embarcados Estados Unidos y China no facilita las cosas?

    —Creo que todos lo pensamos. Y quizás hace un año era un elemento que todo el mundo usaba como argumento de que esta vez sí iba a cerrarse el acuerdo. Con lo que está pasando en el mundo, con la vuelta al proteccionismo, la Unión Europea quiere, y el Mercosur lo necesita, dar señales de apertura y demostrar que el libre comercio sigue vivo y que la necesidad de abrir mercados sigue siendo prioritaria. La Unión Europea cerró su acuerdo con Japón y con México, y algunos dicen que con eso ya está, que ya dieron las señales que necesitaban. Y que el Mercosur les resulta caro porque van a tener que dar acceso a productos que son sensibles. Ojalá que no sea así. No creo que al final del día los europeos dejen pasar la oportunidad de ser los primeros en cerrar un acuerdo de esta envergadura con el Mercosur, los primeros que van a acceder al mercado del Mercosur con preferencias arancelarias reales, incluso una buena porción del comercio liberalizada desde el día uno. Cuesta pensar que para gente que tiene esa visión estratégica, que quiere dar esa señal de compromiso con el comercio, el acuerdo pueda caer. Si es así, es porque el compromiso y la voluntad que tanto se dice en el discurso, no era tan real en la práctica.

    'Con lo que está pasando en el mundo, con la vuelta al proteccionismo, la Unión Europea quiere, y el Mercosur lo necesita, dar señales de apertura y demostrar que el libre comercio sigue vivo y que la necesidad de abrir mercados sigue siendo prioritaria'.

    —Y puede caer porque los productos del Mercosur le pueden complicar la economía interna a Europa.

    —¿Qué le pueden hacer? Le pueden hacer una cosquilla. Las cuotas que está ofreciendo la Unión Europea, creo que la más alta es un 2% del consumo europeo. Europa consume 8 millones de toneladas de carne. ¿Qué te puede hacer darte 100.000 o incluso lo que pide el Mercosur de 160 o 200.000 toneladas? Eso ya lo exportamos. Lo que te van a dar dentro de cuotas es lo que ya exportamos a la Unión Europea, la diferencia es que ahora lo pagás con aranceles. Es pérdida de renta, no es competencia que va a afectar al ganadero europeo.

    —Se supone que bajará el precio del producto.

    —No, porque el primer interesado en que no baje el precio es el exportador uruguayo. Al exportador uruguayo le interesa seguir exportando bienes de alta calidad asociados con un cierto sector de consumo.

    —Se refiere solo al exportador uruguayo...

    —Nosotros apostamos a eso. Acá va a haber una cuota de carne de alta calidad que es la que le importa a Uruguay. Si después hay un componente de carne de más baja calidad, igual estamos hablando de que va a ser el 0,5% del consumo. Al consumidor europeo no creo que le cambie mucho que le varíe 0,5 centavos de euro la carne para hamburguesas.

    —Quien la escucha puede preguntarse cómo es que los europeos no aceptan el acuerdo si son condiciones tan favorables para ellos.

    —No sé. Quizás esa es la pregunta con la que me volví de Bruselas: ¿cómo es que no agarran viaje?¿Cómo esto no está cerrado? Esto debería estar cerrado.

    —El senador blanco Luis Lacalle Pou planteó en el Parlamento que tenía la información de que Argentina estaba desesperada por firmar un acuerdo y que por eso estaba dispuesta a ceder mucho. ¿Está entregando demasiado el Mercosur?

    —No, estamos negociando. En una negociación vos tenés que dar algo para recibir algo. Para conseguir tu máximo beneficio seguramente tengas que entregar el máximo de tus posibilidades; en lo que estamos ahora es en encontrar ese equilibrio. Que Argentina puede tener, de repente, más posibilidad de poner ciertos temas sobre la mesa que Brasil es una sencilla realidad de la estructura productiva, de la estructura arancelaria, de la estructura comercial y de los objetivos que tienen como país. Pero eso no hace que uno esté más o menos comprometido que el otro. Acá los cuatro países del Mercosur están igual de comprometidos y defienden la posición acordada.

    'No creo que al final del día los europeos dejen pasar la oportunidad de ser los primeros en cerrar un acuerdo de esta envergadura con el Mercosur, los primeros que van a acceder al mercado del Mercosur con preferencias arancelarias reales, incluso una buena porción del comercio liberalizada desde el día uno'.

    —¿Qué implica el documento que acaban de firmar el Mercosur y la Alianza del Pacífico?

    —La sensación que había desde que lanzamos este proceso que algunos llamaban de convergencia entre el Mercosur y la Alianza del Pacífico, es que se hicieron muchas actividades para entenderse el uno al otro, pero no se avanzó en nada concreto. Lo que acaban de firmar los presidentes es un plan de acción nuevo que va más allá de lo que teníamos: tiene temas comerciales, pero también académicos —como reválida de títulos—, tiene elementos de género, elementos sociales. Se amplió la visión puramente comercial que había al principio, pero en lo comercial también se va mucho más allá de lo que teníamos en el principio. Sigue habiendo interés en temas de origen y facilitación de comercio, pero también agregamos temas como barreras no arancelarias, servicios, comercio electrónico, agenda digital. Y se creó algo importante que es una estructura de seguimiento de las discusiones. El gran problema que teníamos con el proceso Mercosur-Alianza del Pacífico es que dependía de que te encontraras en una cumbre de otro tema y conversabas un rato. Ahora habrá reuniones semestrales para evaluar cómo vienen las cosas y para corregir lo que no esté funcionando bien. Es hacerles un seguimiento real a los trabajos.

    —¿La idea es que desemboque en un acuerdo comercial?

    —Por ahora estamos trabajando en poder tener una relación real. Uruguay siempre va a apostar a que haya un acuerdo comercial con la Alianza del Pacífico, pero no siento que estemos todavía ahí como bloque.

    —Tienen otras negociaciones abiertas con el EFTA (Suiza, Noruega, Islandia y Liechtenstein), Canadá, Corea del Sur y Singapur. ¿Qué plazos se plantean?

    —El objetivo trazado por los ministros es cerrar con Canadá el año que viene. No es demasiado ambicioso si pensamos que en tres rondas de negociaciones hemos avanzado considerablemente. Canadá es un socio muy pragmático. EFTA va muy bien también; esperemos para fines del año que viene o principios del 2020 tenerlo encaminado. Con Corea recién vamos a tener la primera ronda en setiembre y con Singapur la primera ronda va a estar cerca de esas fechas.

    —¿Qué pasa después de la firma del acuerdo?

    —La lógica de los acuerdos es que después de cerrarlo pasa por un peinado legal: lo agarran 200 abogados y lo revisan todo para que sea consistente, prolijo, ordenado y entendible. Después se traduce a los idiomas que se tenga que traducir y una vez que está todo eso cerrado, terminado, lo firman y recién ahí va a los Parlamentos. O sea que entre el final de una negociación y que un Parlamento tenga que decidir sobre un acuerdo, puede pasar un año.

    —Es posible que estos acuerdos lleguen al Parlamento con otro gobierno en Uruguay.

    —Seguro. La entrada al Parlamento no va a ser con esta legislatura. Como mucho, el de la Unión Europea puede que llegue a tiempo en la actual legislatura.

    —¿Cuál es la estrategia en relación con China?

    —La idea de Uruguay es que durante su presidencia en el Mercosur se retome el diálogo con China. No vemos cómo el Mercosur con su nueva visión no pueda tener un diálogo abierto y privilegiado con China. ¿Hasta dónde vamos? Va a depender de los socios, porque esto es un proceso en el que avanza el Mercosur entero. Nosotros lo que queremos es generar el espacio de diálogo y en eso sí están de acuerdo los socios.