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Esta semana Ernesto Talvi se reúne con la ejecutiva de Ciudadanos, donde se planteará su vuelta a la política. Aparentemente, es una ronda de consultas para ver el grado de aceptación que tendría entre sus exmilitantes su giro de 180 grados, luego de un retiro espiritual en el que se ha reencontrado con su vocación de hombre de Estado y de servidor público.
Cuando en agosto de 2018 Talvi lanzó su precandidatura, cientos de colorados huérfanos de un liderazgo potente y de gran compromiso social nos abrazamos a dicha precandidatura. Militamos en las calles y en las redes, nos enamoramos de sus propuestas principales y las difundimos y se las prometimos a quienes les fuimos a pedir el voto para ganar la interna nada menos que contra un héroe colorado como es el presidente Sanguinetti. Apostamos a lo nuevo.
Los 136 liceos para atacar la deserción en las zonas más vulnerables del país que evitarían que siete de cada 10 adolescentes pobres terminen dejando los estudios a los 13 o 14 años pasando a ser carne de cañón para el clientelismo, la delincuencia común o el narcotráfico. Jóvenes que por ingresos aún no son pobres, pero que sin duda lo serán porque muy poca gente escapa de la pobreza con segundo de liceo aprobado.
“Todos somos UPM”, un plan integral y acotado en el tiempo para generar un aceleramiento de las inversiones de todo tipo en el país que nos permitiera producir y exportar conocimientos, emplear mano de obra en Uruguay en vez de expulsarla por el aeropuerto. Como estas dos, muchas otras propuestas nos hicieron correr cual fieles a llevar la palabra del líder, del nuevo pequeño país modelo que algún día fuimos y que nos gustaría recrear con las reglas del siglo XXI, no copiando modelos decimonónicos.
Muchos, a pesar de la decepción que nos provocó su salida abrupta y a mitad de ciclo electoral del gobierno, aún esperamos con ansias el regreso del Jedi, que no debería pedirle permiso a nadie para volver y menos aún a quienes él puso donde están hoy, sino simplemente retomar su discurso original, intentar influir en el gobierno y prepararnos con calma para el fortalecimiento del Partido Colorado.
Otro que se apresta a volver en algún momento antes de las elecciones de 2024 es Pedro Bordaberry, recuperado del desplante que le hicieron Talvi y Sanguinetti luego de alagarlo la noche de las internas y rechazarle su oferta de abrir su propia lista al Senado. Creo que tampoco Pedro debería haber pedido permiso, sus votantes no necesitaban la venia de ningún otro político para votarlo. Quienes le cerraron la puerta vieron en Pedro la amenaza fantasma, la amenaza de que sus listas metieran menos gente en el parlamento, que los colorados eligieran votar a Talvi en las listas de Pedro y no en la de Carmen Sanguinetti, por ejemplo.
Pedro Bordaberry es el mejor senador que tuvo el parlamento en los últimos 10 años y, a pesar de las diferencias con su modo de conducción y que se ha rodeado de los mismos que hasta hace poco rodeaban a Talvi, y ocupan las listas de Ciudadanos, tiene convicciones firmes y formas claras e inequívocas de defenderlas. A Pedro lo queremos en nuestro cuadro, aunque los que ocupan las pequeñas chacritas que aún existen en el Partido Colorado del 10% sientan que su vuelta a la política sea que el imperio contraataca y se les complique conservarlas.
Por último, el desembarco de Almagro a la política electoral nacional dentro del Partido Colorado ha desatado reacciones buenas y razonables de los líderes más importantes, pero también una seguidilla de críticas destempladas por parte de puristas, fanáticos del batllistómetro que ven el ingreso de cualquier personalidad como un ataque a las fuentes coloradas o a sus fuentes de ingresos, no me decido aún.
El ataque de los clones por redes sociales con el que fue recibida la posible incorporación nada menos que del actual secretario general de la OEA dio vergüenza. Los errores de Almagro dentro del gobierno de Mujica los recordamos todos, pero el mundo y nosotros debemos recordar aún más que él es hace años el principal enemigo del régimen de Maduro y el equipo de la OEA es incansable en el control electoral, desplegando decenas de observadores en todas las elecciones donde se les es permitido hacer su trabajo.
Almagro puede no ser el preferido de algunos, pero tiene una trayectoria y un discurso profundamente democrático que debería ser abrazado por el Partido Colorado, incluso por sectores que lo enfrenten en una supuesta interna o con sus listas a legisladores.
El Partido Colorado de hoy es el 10%, no hay colas de gente en Martínez Trueba pidiendo para afiliarse y menos de gente que es escuchada y habla mano a mano con todos los presidentes del mundo. Talvi, Bordaberry, Almagro y quienes sean que surjan estos años ya sea por militancia o por sus rutilantes actuaciones en los ministros o en el parlamento tienen que ser la base de un renacer colorado. Los encargados de construir el porvenir con una mirada batllista, republicana, liberal y abandonando los pensamientos sectarios somos todos quienes militamos y queremos hacer grande electoralmente al partido, no solo ese grupito de elegidos que se llaman así mismos batllistas de don Pepe y desprecian como si de enemigos se tratara cualquier otra variante del ser colorado y batllista hoy y en el porvenir. Hay una nueva esperanza, abracémosla.
