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    El “Pato Celeste”

    Sr. Director:

    La política en baja. El Pato Celeste no tiene la culpa, sino quien le rasca el lomo (y se sabe quién es).

    La democracia liberal es hasta ahora el mejor o el menos malo de los sistemas políticos. No conocemos ninguno que contemple mejor la pluralidad y el respeto a las minorías, en un marco de absoluta libertad. Sin embargo, no deja de tener debilidades y hasta ambigüedades que distorsionan su correcto funcionamiento.

    La política como profesión es de las más loables porque ninguna ayuda a tanta gente y a veces recibiendo muy poco. Es una profesión que consiste en construir y administrar un país. Hete aquí la primera debilidad. Cuando tenemos que construir una casa no se nos ocurre llamar al pintor, o a un mecánico, sino a un arquitecto, que a su vez trabaja con un ingeniero. Claro que eso es cuando pretendemos que la casa sea buena, sólida, de calidad, como para albergar a nuestros seres más queridos.

    En la política debiera ser así, pero legislatura tras legislatura vemos cómo decae la calidad de producción del Parlamento en nuestro país, ya que muchos de esos supuestos arquitectos no tienen los conocimientos básicos como para poner siquiera un ladrillo. Ni hablemos del basamento. Es virtud de la democracia que cualquier ciudadano pueda asumir cargos que hayan sido elegidos por el voto popular, pero también es un vicio (segunda debilidad) para aquellos que pretenden el poder por la conveniencia personal o corporativa que les pueda traer.

    En ese marco, vemos cómo se catapultan a la política desde animalitos emulados de Walt Disney, que por almorzar con el presidente le dan un caché especial, hasta dirigentes gremiales del distinguido ambiente del fútbol, pasando por la escuela del PIT-CNT, institución que ha dado una enormidad de sesudos parlamentarios al acervo político del país.

    Soy de los que piensan que no está bueno tener la necesidad de depender de un cargo en la política para poder vivir. Sin ser un elitista, entiendo que para poder hacer tranquilo la tarea de político uno debe tener un respaldo que no sea precisamente la política (o jugársela a quedar en la calle, como los he conocido y conozco). Eso da la libertad de que si se tiene que ir, se va sin más reparo, y que seguirá manteniendo a su familia sin tener que depender de un cargo público. Tampoco estoy en contra de que gente común entre a la política, porque la calidad de servidor público no tiene que ver ni con la capacidad económica ni con la educación recibida, sino con la calidad y sensibilidad humanas.

    Pero con lo que sí estoy en desacuerdo es que no hay más examen de ingreso que las urnas (tercera debilidad).

    De cada 10 leyes votadas en el Parlamento, por lo menos el 50% o 60% tienen defectos de inconstitucionalidad, o están redactadas como monografías de primer año del ciclo básico, cuando no reinventando lo que ya está y nadie puede controlar que se aplique correctamente.

    Estas cosas son las que le hacen mal tanto a la política como a la democracia. Lo peor es que nos acostumbremos y terminemos como Venezuela, que de tener antaño un sistema de partidos bastante sólido y una democracia duradera, la degradación ha hecho tal estrago que hoy gobierna un chofer de bus que habla con “pajaricos” y busca los errores de su ignorancia en los fantasmas de quienes quieren vivir libres y en democracia. Y encima les pega. ¿Se imagina un pato?

    Mag. Álvaro Sánchez Balcewich