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    El abogado Della Valle fue quien negoció y pagó por la liberación del cónsul brasileño, secuestrado por los tupamaros en 1970

    Al menos cuatro abogados uruguayos participaron en una exitosa negociación para la liberación del ex cónsul general de Brasil en Uruguay, Aloysio Dias Gomide, secuestrado por los tupamaros en 1970, luego de la cual se pagó un rescate de 266.000 dólares.

    Las tratativas finales para la liberación del diplomático tuvieron lugar —siete meses después de su captura— en la residencia del abogado Arturo Dubra con la participación de sus colegas Víctor Della Valle, en representación de la familia Dias, Alejandro Artucio, de lado del MLN-Tupamaros y Eusebio Rodríguez Gigena, que hizo de nexo, según la investigación del periodista Raúl Ronzoni en “Asesinos y Cía. Terrorismo, saña criminal y abuso religioso”, publicado por Editorial Fin de Siglo.

    “¿Está mamado?”.

    El 31 de julio de 1970, en el marco del “Plan Satán”, desarrollado por el MLN-Tupamaros para obtener la liberación de unos 140 militantes presos, un grupo al mando de Adolfo Wassen ingresó en una casa en la calle Potosí 2031, en Carrasco, para secuestrar a Dias.

    El representante de la dictadura brasileña fue llevado por la fuerza en su propio Mercedes Benz y alojado en un local clandestino después de haber sido trasbordado a una falsa ambulancia. En el secuestro participó también un grupo de apoyo compuesto por cuatro integrantes de la columna 15 con armas cortas y largas a bordo de una camioneta al mando de Henry Engler.

    La acción había sido planeada para unos días antes pero fue postergada por la presencia de un patrullero en la zona y finalmente coincidió con la captura del ex agente estadounidense Dan Mitrione.

    Una vez que ingresó a la casa con el disfraz de una compañía telefónica, el comando se encontró con la resistencia del diplomático. Las fuentes consultadas en el libro indican que los tupamaros amenazaron con una pistola a un hijo pequeño de Dias pero los tupamaros sostienen que en realidad el cónsul, que aún estaba en pijama y no tenía guardia, se escondió en el baño y recién aceptó salir cuando le dijeron que se llevarían a su esposa.

    El libro relata también acerca de las gestiones realizadas por diplomáticos estadounidenses para lograr la liberación de Mitrione, entre ellas una carta del entonces presidente Richard Nixon a su colega Jorge Pacheco Areco.

    Luego de que Pacheco rechazara un canje, se produjo un nuevo mensaje reservado del secretario de Estado, William Rogers, quien transmitió a través de su embajador en Montevideo la idea de “asesinar a (Raúl) Sendic y a otros prisioneros si Mitrione es asesinado”.

    Pacheco —según relató al autor un familiar cercano al presidente— reaccionó furioso: “¡Este tipo está mamado o más loco que una cabra! ¿Qué se cree que es Uruguay? ¿Vietnam?”.

    El agente, sindicado como instructor en torturas, fue asesinado por los tupamaros el 9 de agosto después de que el gobierno uruguayo rechazara una negociación para la liberación de los presos.

    La sobrina del mariscal.

    Después de la muerte de Mitrione y el silencio de los brasileños, las esperanzas de Aparecida, la esposa de Dias, decrecieron aún más. Fue recién meses después cuando se produjo la intervención del abogado Della Valle, casado con Marilia, una secretaria de la legación y sobrina nieta del mariscal brasileño Nelson de Mello.

    “A Marilia y a mí, Aparecida y sus hijos nos daban mucha pena. Se encontraban solos en el país, sin apoyo. Hay que ponerse en esa situación cuando todo está a oscuras y no se observa la más mínima luz de esperanza”, relató el abogado en el libro.

    Transcurridos siete meses sin avances, durante una visita de duelo por la muerte de la abuela de Marilia, el embajador brasileño Bastian Pinto y la esposa de Dias se enteraron de una propuesta de negociación que habría ofrecido antes Della Valle y que no obtuvo respuesta.

    Reiterada la oferta, un agregado militar interrogó a Della Valle en la Embajada y según éste le dio “carta blanca” para actuar de forma discreta.

    Fue así que comenzó una negociación en la cual intervinieron Rodríguez Gigena, Artucio, Della Valle y Dubra, un ex diputado socialista que tenía sus dos hijos en el MLN-Tupamaros, estaba casado con una estanciera de Treinta y Tres y que ofreció su residencia en el Buceo como lugar de encuentro.

    Fracasada hacía tiempo la pretensión de canjear a los presos, los tupamaros —después de no pocas discusiones internas porque era la primera vez que demandaban dinero por un secuestro— exigieron un rescate de un millón de dólares.

    Luego de muchas gestiones, Aparecida logró reunir en Brasil 286.000 dólares y se comunicó con Della Valle para que ofreciera esa cifra a los secuestradores.

    “Díganle a los muchachos que yo aconsejo aceptar”, sorprendió Dubra en medio de la reunión en su casa de la calle Iturriaga.

    Epílogo y secuelas.

    La entrega del secuestrado se realizó finalmente el 21 de febrero en la iglesia del Cerrito. Della Valle concurrió de noche al desolado paraje en el auto oficial de Dias y encontró al diplomático tomando té con los curas y muy emocionado.

    Antes de eso, el abogado había entregado el dinero a dos muchachos en Carlos Roxlo y 18 de Julio mientras miraba ofertas de gabardinas en una de las vidrieras de la desaparecida tienda Soler.

    Dubra falleció pero la versión de Della Valle fue confirmada por Artucio al autor. El abogado, que fue embajador durante el gobierno del Frente Amplio, también relató que en 1972 fue detenido y torturado, entre otras cosas, por haber participado en las negociaciones.

    Della Valle, que en 1992 estuvo relacionado con un caso de trata de blancas —fue procesado en 1ª instancia y sobreseído en 2ª por cuestiones formales—, también sufrió algunas consecuencias de su gestión ya que fue detenido e interrogado en Brasil y luego en Uruguay. Cada Navidad, Della Valle y su esposa reciben una postal desde Río de Janeiro del matrimonio Dias.

    Además del cónsul brasileño y el agente estadounidense, los tupamaros intentaron secuestrar al segundo secretario de la embajada de Estados Unidos y al agregado cultural de ese país, pero ambos lograron zafar. También capturaron el 7 de agosto de 1970 al asesor agropecuario estadounidense Claude Fly y el 8 de enero de 1971 al embajador británico Geoffrey Jackson. Por este último, liberado luego de la fuga masiva de tupamaros del Penal de Punta Carretas, se pagó un rescate “no menor a las 10.000 libras”, según un informe de BBC News.