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    El aumento de los insumos y los costos en general, comparado con la valorización de los productos del agro, ha sido “desfavorable” para los productores, advierte Opypa

    Redactor Agro de Búsqueda

    Para el productor agropecuario ha sido “desfavorable” el valor de la canasta de insumos y costos frente a la valorización de los productos del agro, pero el sector sigue creciendo y tiene “buenas oportunidades” de negocio, señalaron a Campo técnicos de la Oficina de Programación y Política Agropecuaria (Opypa).

    El director de esa repartición del Ministerio de Ganadería, Mario Mondelli, el coordinador de estudios económicos, José Bervejillo, y el encargado del monitoreo de las cadenas agroindustriales, Gonzalo Souto, hablaron sobre los temas clave para esa actividad, como la competitividad, los impuestos, la productividad y el aporte del agro a la economía uruguaya.

    Advirtieron que los precios de los granos aumentaron 18%, mientras que los valores que reciben los ganaderos “se han quedado un poco”, ya que crecieron 2,4% al comparar los registros actuales frente a los de hace un año.

    En un contexto de “márgenes ajustados” para varios rubros del agro, “la mejora de la productividad es inevitable”, plantearon.

    El sector agropecuario creció en conjunto con el resto de las actividades económicas, principalmente con algunas con las que tiene mayor vinculación, como los servicios, la logística, el transporte y el software, destacaron. “No fue un desarrollo antagónico”, enfatizó Mondelli.

    Comentó, además, que Opypa participa en el análisis de medidas para incentivar la exportación de ganado en pie.

    A continuación un resumen de la entrevista.

    —¿Cuál es el análisis de la Oficina de Programación y Política Agropecuaria respecto a los encadenamientos dentro del agro y su aporte al resto de la economía?

    Mario Mondelli: El agro tiene una participación en el Producto Bruto Interno de 8,2% y eso es aparentemente un aporte menor, porque es mayor basándose en los encadenamientos del agro con las industrias y servicios conexos, lo que comprende el agronegocio en su conjunto. Sumándole los insumos, llega casi a la cuarta parte de la riqueza anual de la economía. El impacto del agro no está solo en esa generación de riqueza sino también en el dinamismo que genera en otras actividades, como en la plataforma para el desarrollo del software relacionado u otros servicios intensivos en conocimiento. El sector servicios se dinamiza en función de otros sectores productivos, agro, industrias, logística u otros.

    —¿Cuál es el subsector del sector agropecuario que más influye en ese dinamismo?

    Gonzalo Souto: La evolución reciente del agronegocio muestra una mayor diversificación de las actividades, porque antes tenía una pata más fuerte que estaba ligada a la ganadería, y el crecimiento más evidente es el de la forestación y de la agricultura, como también la pecuaria y la lechería. Uno de los aspectos más relevantes del cambio técnico en el agro se dio justamente en la forestación y en la agricultura. De la mano de ese proceso hubo una transformación en la organización de las empresas y el aumento de prestadoras de servicios para esos rubros. En nuestra agenda está previsto tratar de entender el rol que viene teniendo el sector agropecuario, no solo por estos indicadores que mencionábamos sino que ya como plataforma para el desarrollo de otras actividades que están permitiendo diversificar la matriz del empleo intensivo en conocimiento. Y eso no lo tenemos cuantificado y estudiado con el detalle que nos gustaría. Hay sectores que tienen un efecto derrame más relevante en comparación con otros, como la ganadería. Es un rubro estratégico por su efecto multiplicador en otras actividades y nos interesa mucho la pecuaria por eso y porque vemos oportunidades de crecimiento muy importantes. No solo a nivel experimental y de productividad sino también por heterogeneidad. Algunos productores tienen una productividad muy por encima de la media, principalmente por el uso de nuevas tecnologías.

    —Hay actividades que no generan tantos millones de dólares pero sí tienen un mayor efecto en la generación de empleo, como la producción de frutas y hortalizas. Y en otras actividades parece ocurrir exactamente lo contrario. ¿Cómo evalúan esa realidad?

    M.M.: Eso es así. Y podemos aprovechar para destacar la evolución que tuvo la pobreza en el sector rural en los últimos tiempos. El desempeño extraordinario del agro y su derrame permitió la reducción de la pobreza rural a una tasa que fue mayor que las registradas en las zonas urbanas. La participación del agro en el empleo nacional fue de 9% y si lo vemos asociado a las industrias vinculadas a esa actividad alcanza al 17%. Y es mayor que otros, como la industria de base no agropecuaria, la construcción, el transporte y el almacenamiento. Los servicios, que concentran un 66% del empleo nacional, en gran parte están vinculados a empresas relacionadas directa o indirectamente con el agro. En contraparte, el 76% de los empleados en el sector agropecuario, incluyendo productores, no terminaron su educación primaria o secundaria. Ese indicador es mayor que en los otros sectores con los que comparábamos al agro. Hay un empleo importante pero la instrucción o calificación es inferior a la de otras actividades de la economía. Tenemos que mejorar en ese sentido y atraer mayor mano de obra calificada. En la competencia por mano de obra, un elemento importante a destacar es el nivel de ingresos en los sectores, y el agro no está desalineado del resto, a excepción de los servicios.

    —¿Cómo se explica ese mayor empleo en zonas rurales y, al mismo tiempo, un despoblamiento del campo, como advierten algunos políticos?

    G.S.: Los datos que mencionamos del empleo abarcan a poblados que tienen menos de 5.000 habitantes. La población vinculada al campo vive en esos sitios y van a los establecimientos diariamente, facilitados por las motos chinas. Pero esos cambios permitieron un mejoramiento en la calidad de vida y en la convivencia de la familia en los centros poblados, entre otras cosas.

    —¿Qué indica el monitoreo de Opypa respecto a la rentabilidad del agro?

    M.M.: Para analizar los márgenes y la competitividad de los diversos sectores del agro es necesario considerar algunos temas. El crecimiento del agro en 2013 fue de 4,6%, lo que superó el registro del aumento del Producto Bruto Interno de la economía en su conjunto, que fue de 4,4%. Otro indicador interesante es el de la evolución reciente de los precios de productos agropecuarios de Uruguay. Eso en cuanto a la brecha que teníamos en los valores de los productos comparados con nuestros competidores en los mercados. Tenemos un estudio actualizado que nos dice que la carne uruguaya tiene un rango alto que está por encima de Estados Unidos, Australia y Brasil y a la par que Argentina. El arroz tiene un valor diferenciado importante en mercados como Perú. En el caso de los citrus, tienen valores inferiores en el mercado europeo pero mejores en sus exportaciones a Estados Unidos.

    —Para completar ese panorama, ¿cómo evolucionaron los precios de los insumos y los costos para el productor?

    José Bervejillo: El índice general de los precios de los productos aumentó 10% entre abril de 2013 y marzo de 2014, mientras que en el agro hubo incrementos mayores, como el caso de la agricultura, que registró una suba de 18%, y menores como en la ganadería, que aumentó 2,4%. La pecuaria se ha quedado en la evolución de los precios de sus productos (carne), mientras que en el caso de los granos tuvo un comportamiento de los valores más favorable al igual que en la silvicultura, ya que los productos forestales se valorizaron. Por el lado de los costos, como tendencia general, vemos que al comparar el valor de la canasta de insumos versus la de los precios de los productos del agro, esa relación ha sido desfavorable para los productores en los años recientes. En general, crecen más rápido los valores de los insumos que los precios de los productos, dependiendo de los diferentes rubros del agro. Algunos subsectores tienen en el costo de la mano de obra un peso mayor, mientras que en otros es mayor la incidencia del transporte.

    G.S.: Los fletes pesan menos en la producción ganadera en comparación con la importancia que tienen en los costos para los cultivos de arroz y la forestación. Grandes cantidades de carga viajando muchos kilómetros implican un problema diferente, al igual que la mano de obra. Muchos de estos temas trascienden al Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, que lo que sí hace es participar y articular con los ministerios a los que les competen estos temas. La respuesta a estas situaciones es siempre la misma: aumentar la productividad. Hay que producir más kilos de carne y granos o más litros de leche para cubrir esos costos.

    —¿Eso tiene alguna relación con el hecho de que el aumento en el precio de la tierra se enlenteció en 2013, en comparación con años anteriores?

    G.S.: Justamente esto tiene que ver con una cantidad de indicadores de una bonanza agropecuaria que hizo que el precio de la tierra subiera. En la medida en que estamos en una meseta en la competitividad y que existen dificultades en algunos rubros, es esperable que eso se termine transmitiendo al valor de la tierra. Si no fuera así es porque en el precio de los campos estarían pesando más otros factores.

    —¿La salida de algunos grandes jugadores de la agricultura uruguaya puede significar una señal en ese mismo sentido?

    G.S.: Hay menores oportunidades que en el pasado, aunque siguen siendo buenas las perspectivas del negocio, porque el sector agropecuario continúa creciendo. Mi impresión es que el espacio dejado por algunas empresas que abandonaron sus actividades en el campo uruguayo fue tomado rápidamente por otras de igual o mayor peso. Y que el nivel de actividad agropecuaria no se ha comprometido. Sobre esto no hay mediciones precisas y estamos tratando de avanzar en ese sentido. A partir de disponer de mayor información, es que aparecieron una gran cantidad de actores locales, particularmente en la agricultura.

    M.M.: Hay una contracara. Por un lado, el aumento de costos, sobre todo de la mano de obra, que, sin duda, es una preocupación para las empresas agropecuarias y la toma de decisiones respecto a aumentar o no la producción. Pero también tiene otro aspecto que es el incremento del empleo, con mayores salarios y el efecto derrame que ello tiene. El agro no paga menos que otros sectores. Eso es muy importante, porque podríamos tener un boom agropecuario en el que no hubiera ese efecto derrame. Tal como lo vemos, el agro creció en conjunto con el resto de la sociedad y no fue un desarrollo antagónico. Esto refuerza algunas políticas del Ministerio de Ganadería en cuanto a las perspectivas que apuntan a una mejora de la productividad. Como cualquier sector dinámico hay procesos de ajuste, pero articulamos acciones para mejorar costos y logística, entre otros factores. La mejora de la productividad es inevitable. Hay estímulos fiscales a las inversiones en incorporación de tecnología y aumento de productividad. Para eso se definen acuerdos estratégicos con los institutos públicos agropecuarios, como con el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), mediante el Fondo Innovagro. Esa es la película de mediano plazo para afrontar la situación de márgenes ajustados o para promover e incentivar rubros que tienen proyección internacional y perspectivas de expansión.

    Los impuestos: entre lo coyuntural y el largo plazo

    Considerando el aumento de la presión fiscal en el agro, calculada por Opypa en casi 10% en 2013, debido a la mayor carga impositiva derivada de medidas del gobierno, ¿eso no puede interpretarse como una contradicción en cuanto a que el MGAP impulsa acciones para incrementar la productividad y, al mismo tiempo, el Poder Ejecutivo crea nuevos impuestos que pagan los productores?

    M.M.: Me cuesta encontrar ejemplos claros en eso. El aumento de los costos no es una política en contra del agro respecto a otros sectores de la economía. Hay que ver cuántos de esos nuevos impuestos impactaron en la rentabilidad agropecuaria. Me concentraría en otro conjunto de políticas que podemos ver en sintonía con el desarrollo del sector, como la incorporación de tecnología u otras. Esos aspectos podrían ser tanto o más relevantes como algunos que se podrían identificar en dirección contraria a la producción.

    G.S.: Esto debería analizarse en dos aspectos: la definición política de esas medidas (impositivas) que pretenden ser permanentes y lo que es mucho más coyuntural, al analizar lo que pasa con los márgenes de rentabilidad a través de la suba o baja de un precio o un costo. La política tributaria con impuestos de esa índole, seguramente en la matriz de decisión (del productor) y en lo coyuntural de la peripecia de la competitividad, viéndola año a año, ha pesado menos.

    Planteos fiscales y otros aportes al gobierno

    Opypa planteó al gobierno alguna alternativa frente a la preocupación del Poder Ejecutivo por la caída del precio del ganado. Si lo hizo, ¿qué propuso?

    –M.M: Es una situación de extrema coyuntura y preferimos no dar detalles del tratamiento de este tema en el que Opypa está participando, específicamente en las propuestas vinculadas al esquema impositivo y de aportes del sector.

    Lo importante es que la ganadería es un sector estratégico para Opypa. Por eso insistimos en que estamos en condiciones de mejorar la productividad y superar los promedios actuales (96 kilos de carne por hectárea al año). Y las dos vías para alcanzar ese objetivo es la suplementación en el alimento de los animales y mayor eficiencia de las pasturas o el campo natural. El Ministerio de Ganadería tiene proyectos en ambos sentidos que se iniciaron para favorecer los resultados en productividad de los ganaderos.