El blindaje de Salinas

El blindaje de Salinas

La columna de Andrés Danza

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Nº 2127 - 17 al 23 de Junio de 2021

Si hay alguien del que poco o nada se sabía públicamente cuando el entonces presidente electo Luis Lacalle Pou anunció su gabinete, era de Daniel Salinas. Los otros ministros designados, algunos más y algunos menos, ya eran figuras públicas con cierta trayectoria. Pero Salinas, hasta ese momento, era un misterio. Ni siquiera en una búsqueda de Google se podía encontrar información muy relevante sobre él.

Fue el líder de Cabildo Abierto, el senador Guido Manini Ríos, el que lo eligió como futuro ministro de Salud Pública, generando sorpresa, especialmente entre los principales dirigentes del Partido Nacional. Muchos de ellos consideraban que sería Manini quien asumiría ese cargo, teniendo en cuenta que ya se había desempeñado como director del Hospital Militar. Pero se equivocaron. Manini optó por una estrategia muy distinta: no formar parte del gabinete del presidente para no quedar subordinado a él y poder moverse con más libertad.

Fue así que entró en escena Salinas, hoy el integrante del Poder Ejecutivo con mayor popularidad, un año y medio después de haber asumido como un completo desconocido. Salinas es la prueba de que no siempre les va mal a los outsiders. Es un símbolo de cierto descontento que está agazapado contra la política tradicional. Un distinto, una ventana abierta en la compacta estructura del actual gobierno, que permanece totalmente apoyada en la figura de Lacalle Pou.

Por eso no termina de convencer a sus compañeros del Poder Ejecutivo. Por eso y por muchas otras cosas, algunas que se saben y otras que no. De un tiempo a esta parte se ha transformado en el integrante del gabinete que más incomoda y al que varios miran con desconfianza. Cuando el exsubsecretario del Ministerio de Desarrollo Social y actual diputado Armando Castaingdebat —un dirigente muy cercano a Lacalle Pou— dijo en una entrevista con Búsqueda publicada la semana pasada que los outsiders no tienen lugar “en la primera línea de fuego” en los momentos de crisis, se estaba refiriendo a la destitución de Pablo Bartol, pero es probable que ese también sea el sentir mayoritario entre los blancos con respecto a Salinas. El problema es que, en las actuales circunstancias, destituirlo parece casi imposible o al menos un grave error político.

Salinas cuenta con 71% de aprobación, según la última encuesta realizada al respecto por Cifra. Eso significa que tiene más apoyo incluso que el presidente de la República, que hace tiempo mantiene un índice de popularidad muy elevado. Es, por lejos, el ministro mejor evaluado. No hay mayor blindaje que ese, me transmitieron algunos de los principales dirigentes del oficialismo los últimos días. Solo ese dato es suficiente para que tenga el puesto asegurado por un largo tiempo.

Pero además representa a Cabildo Abierto, un partido político del que la coalición gobernante no puede prescindir. Son varios los dolores de cabeza que le ha causado la colectividad liderada por Manini Ríos a Lacalle Pou y pueden ser muchos más todavía. Es parte del juego político. Del pequeño. El grande es un gobierno unido en lo importante, votando en bloque cada vez que es necesario. Eso está y es también gracias a Manini Ríos y a Salinas.

Por eso Salinas puede jugar un poco más al límite y es lo que ha hecho desde que asumió. Le costó adaptarse a su nuevo cargo pero luego de que lo hizo, empezó a manejar de una forma muy exitosa su exposición pública. Al principio se mostraba irascible y estresado y muchas veces contestaba de mala manera a los requerimientos periodísticos. Dejaba la sensación de que no soportaría tanta presión, pero el tiempo se encargó de demostrar lo contrario.

Desde su lugar mantuvo y mantiene un diálogo cercano con los principales referentes de la oposición, por más que esa no sea la actitud de otros jerarcas de su gobierno. Un ejemplo es la excelente relación que tiene con el expresidente José Mujica y con el intendente de Canelones, Yamandú Orsi, algo que no es visto del todo bien en la Torre Ejecutiva. Así se lo hicieron saber alguna vez pero a él parece no importarle demasiado.

A su vez, fue uno de los principales protagonistas de un momento muy complicado del actual gobierno y logró salir airoso, dejando en claro una posición discrepante. Ocurrió cuando Lacalle Pou ordenó en diciembre, según informó Búsqueda, el cese del coordinador de Relaciones Internacionales y Cooperación del Ministerio de Salud Pública por haberle expresado por mail de forma “unilateral” e “inconsulta” a representantes de Pfizer que Uruguay no estaba interesado en adquirir sus vacunas. Ese mail provocó un retraso en las negociaciones con el laboratorio y que el propio Lacalle Pou se tuviera que hacer cargo personalmente de las tratativas. Fue un balde de agua fría para la Presidencia, pero Salinas no dudó en defender públicamente al jerarca cesado, que era de su mayor confianza.

Cuando las vacunas arribaron y estaba todo pronto para iniciar el momento más esperado por meses, el programa informático con el que contaba el Ministerio de Salud para agendar a los grupos prioritarios se saturó casi enseguida y ocasionó la molestia de miles de uruguayos que pretendían anotarse. Otra vez tuvo que intervenir el presidente y sumar a Nicolás Jodal, director de Genexus, en el diseño de un nuevo sistema que pudiera cubrir la gran demanda.

Hasta ahí lo que se hizo público. Pero los episodios complicados son unos cuantos más, según cuentan varios integrantes del gobierno. Por ejemplo, la cantidad de personas destinadas por el ministerio a hacer el seguimiento de los casos de Covid, o quién debía divulgar el contenido de un estudio preliminar sobre los resultados de la vacunación, o la forma de comunicar cada uno de los pasos importantes relacionados con la pandemia, o la prioridad y el espacio que se les da en la gestión a los asuntos de salud ajenos al coronavirus.

Salinas ha tenido contrapuntos importantes con integrantes de primera línea del Poder Ejecutivo en cada uno de esos temas. También los tuvo con la ministra de Economía, Azucena Arbeleche, con respecto a las medidas para restringir la movilidad. Salinas exigía más y Arbeleche le respondió: “Usted dedíquese a la salud que yo me encargo de la economía”, según él mismo ha contado en varios ámbitos.

Un diferente, sin lugar a dudas. Con un protagonismo bastante más visible que el de sus colegas, una forma de administrar a veces un poco atropellada y una proyección en la opinión pública que incluso hace sombra a la del presidente. Le gusta jugar al filo. Podrá llegar mucho más lejos o no. Hoy, parecería que depende de él. Lo que es seguro es que su futura salida o crecimiento dentro de la política no pasará inadvertida como ocurrió con su llegada.