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La condena de los inocentes. Hace poco más de sesenta años, recién terminada la guerra, las perspectivas eran más guerras. El pensamiento del hombre era militarista. El futuro estaba signado por la violencia, sostén de los acuerdos y las reglas, que rigieran la democracia, la libertad, el intercambio y el comercio, pero había una guerra no declarada pero practicada entre los pobres y los ricos, entre el proletariado y el capital. Las víctimas de la guerra fueron los pueblos inocentes y los triunfadores aun los vencidos, fueron otra vez los dueños del poder, los alimentos y las tecnologías.
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Por lo tanto la segunda mitad del siglo XX estuvo signada por miles, sí, miles de grandes y pequeñas guerras, siempre muy crueles y sin honor, cuyo único fin fue la destrucción del hombre. Y cuando el ocio de los militares se encendía de patriotismo, daban golpes de Estado internos infamemente y arremetían contra los que pensaban diferente sobre la libertad y el honor, porque en el militarismo no hay honor y su patriotismo es de cartón. No aman la patria, creen en los símbolos, como macumberos de fanatismos huecos.
Así fuimos transitando el final del siglo XX en forma abierta, sin tapujos y alentada (sin quererlo) por los dueños del destino de los pobres, que no veían más allá de la nariz. Entonces, por una coyuntura social, y para ser creíbles, las ampulosas “Declaraciones de los derechos humanos” no tuvieron más salida que democratizar la enseñanza y la cultura fue llegando a hombres a los que nunca les había llegado, y estos descubrieron que podían pensar, y el hombre más peligroso es el hombre que piensa y como consecuencia razona y hace y se hace preguntas y comienza a separar la paja del trigo, y en la cultura aprende cuál es el significado real de la palabra justicia, y a partir de ella comprende que él también tiene derechos.
Y así nacen los movimientos que reclaman justicia, mal llamados de izquierdas. Me pregunto: ¿es necesario ser izquierdista para reclamar justicia? Pero la justicia viene lentamente en un maltrecho porvenir y se anuncia que tardará algo pero que llegará, porque el pensamiento de los hombres la necesita para razonar y actuar. Y entre lo que decíamos al principio y la actualidad de este 2013, hay un recorrido bastante significativo, hay una parte de los pueblos y de la sociedad toda que plantea una situación diferente y que está saliendo del oscurantismo y desechando los antivalores que establecían las reglas y sus consecuencia.
La oposición al capital y a las riquezas mal habidas sigue liderando el pensamiento rebelde de las razas que durante más de quinientos años fueron masacradas, pero esta vez con esperanzas y no con resignación y conformismo colonialista y paternal, que les impuso aceptar las miserias culturales donde se cocinan las estafas, en que la arrogancia de los ricos patrocina sus poderes. De ahí el odio enfermizo de las oposiciones políticas de la derecha, porque tienen miedos y son incapaces de detener el avance de las verdades, porque los frenos sociales no funcionan al compás de los avances tecnológicos y del pensamiento de los jóvenes, porque han comprendido que serán muy duras las soluciones que los pueblos con hambre de justicia les impondrán.
Y serán duros porque la rabia y el odio acumulado en siglos se cobrarán con duros intereses.
Hace unos años vi una película de un italiano, Walterio Yacopetti, sobre la reacción de los nativos del Congo Belga cuando se rebelaron contra sus crueles “amos”, y mostraba desde una vista área cómo los nativos quemaban y destrozaban las estupendas casas de gran lujo, asesinaban a los blancos y quemaban los pianos de cola y muebles finísimos, y comentaba: “Por aquí pasó el depredador más cruel de la creación: el hombre”. En el momento me avergoncé de la raza humana, pero con el tiempo les di la razón a los nativos; solo era explicable a través del dolor, las humillaciones y la crueldad del hombre blanco civilizador, que durante tantos y tantos siglos practicó el embrutecimiento.
Tengan cuidado y espero que la rebelión de los que claman justicia no sea tan dolorosa. ¡Alerta a los traficantes de todo, al Banco Mundial, al Fondo de Reserva de los Estados Unidos, al Fondo Monetario, a los fabricantes de armas, a los fabricantes de ilusiones, a los “repartidores de la cultura”, a los administradores de justicia, a los hambreadores, a los acaparadores de los bienes de consumo y a los distribuidores de la salud de los pobres. Léase banqueros, religiones, políticos y militarismo, que por siempre se han servido de la democracia, la libertad y la justicia para manipular la posesión de la tierra, los bienes que la tecnología produce y el resultado económico de la comercialización de los elementos de destrucción del hombre. ¿Y si un día no quedaran más hombres? ¿Quiénes comerán a quiénes? No gasten el poder en paparruchadas. Conserven el planeta y sus habitantes para que la máquina no destruya a su inventor.
El fin está cerca. ¿Qué son un par de centurias entre las miles que el hombre ha devorado, para suplantar lo natural por lo creado?