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    El carnaval del Uruguay

    No es broma

    Por más que al rato de escucharlas las letras le resultaran reiterativas y redundantes, a Fortunato le gustaba mirar el carnaval por la tele. Le resultaba entretenido, y sin los apremios de irse al Teatro de Verano a verlo desde las tribunas. Como el fútbol, digamos.

    Esa noche, como toodas las noches, Lacalle Pou consume cocaína, es un niño bien que vive en La Tahona y surfea en La Paloma despreciando al pueblo, Graciela Bianchi es una gorda totalitaria y mandona, Azucena es una flaca sin gracia que ahoga y estrangula a los pobres, Mieres es un faldero de los poderosos y de los partidos tradicionales, Manini Ríos lo único que quiere es liberar a los presos de Domingo Arena para que los torturadores vuelvan a hacer asados en su casa riéndose de los desaparecidos y Sanguinetti es un viejo cuentacuentos que inventó la coalición multicolor y defiende la LUC para que los desfavorecidos sigan sufriendo.

    La LUC es la madre de todos los males, ya no habrá más piquetes para defender los derechos de los trabajadores, se va a derogar el derecho de huelga, se va a privatizar la escuela pública, Antel se va a fundir por causa de la portabilidad numérica, la desregulación financiera va a promover el lavado de guita negra y si un gurí salta un alambrado para robar dos manzanas, lo van a ametrallar los terratenientes, claro, en defensa propia.

    Fortunato ya se estaba quedando dormido cuando le pareció oír que la murga que subía al escenario era Los Trancabochones, y no recordaba que hubiera un conjunto que se llamara así.

    El coro de la murga arrancó con un cuplé que decía:

    A Fernandito Pereira lo buscan por todos lados / pensaron que estaba mal, que algo le habría pasado, / al fin lo localizaron y resolvieron la trama, / ¡estaba acurrucadito, bien abajo de su cama!

    Entonces aparece el actor que personifica a Fernando Pereira y dice:

    Desmientan esas versiones, que yo no estaba escondido, / estaba buscando algo que creía haber perdido, / era el libreto que hice, para usarlo si alguien quiere / que me enfrente en un debate con el doctor Pablo Mieres…

    El coro entonces le contesta:

    Dejate de jorobar, estabas achicadito, / y te escondiste bien lejos en tu propio rinconcito / a ver si pasaba el tiempo y llegaba el 27 / y zafabas de quedar pegado como un zoquete…

    Fortunato estaba convencido a esa altura de que se debería haber quedado dormido y estaba soñando, pero acto seguido suben al escenario el grupo de parodistas Los Maninos, al cual tampoco lograba recordar ni haber escuchado nunca hablar de ellos.

    El coro de este grupo arranca con un cuplé que también lo sorprendió a Fortunato:

    Critican al general porque tiene mucho apoyo / y cuando quiere enfrentarlos se despluman como un pollo. / Lo que pasa es que es valiente, no le tiene miedo a nada, / y ustedes son como el pato, dos pasos y una cagada…

    Aparece entonces en escena un personaje disfrazado de militar de alto rango, lleno de medallas colgadas del uniforme, y con una voz aflautada, de falsete, les replica:

    Aquí me voy perfilando, con cada día que pasa / me siguen los que me quieren, mucho pueblo y mucha masa, / les vengo sacando margen a mujeres y a varones, / y al que quiera comprobarlo, lo espero en las elecciones…

    Ahí sí que Fortunato sintió que estaba soñando, que el carnaval tradicional del Uruguay no podía estar amparando a unos grupos que cantaran algo parecido. Decidió que, fuera realidad o un sueño, bien valía seguir escuchando.

    Apareció entonces la revista musical Qué Celeste Que Es Mi Cielo, desde donde surgieron unas estrofas muy vinculadas al tiempo político que estamos viviendo:

    Los rosaditos del Sí mienten sin tener medida, / usan cualquier argumento y tiran fruta podrida, / nos vemos el 27, vayan comprando pomada / porque al final del partido van a perder por goleada…

    El coro juntó fuerza y prosiguió con su argumentación:

    No existe el gatillo fácil ni hay desalojo exprés, /no privatizan la escuela y se cobra a fin de mes, / el precio del combustible el gobierno no lo puso, / en todo caso la culpa ¡¡¡es todita de los rusos!!!

    Y si faltaba una estrofa dedicada a otro de los temas en controversia, vino esta:

    Si bajaron los delitos, es porque la policía / trabaja bien respaldada, como antes no se podía, / no se fuga Morabito y ahora se hace respetar, / es como decía el Guapo: “¡Hay orden de no aflojar!”.

    En plena retirada, la revista musical Qué Celeste Es Mi Cielo culminó su presentación con una contundente estrofa:

    Los rosaditos nos mienten, usan la Pantera Rosa, / para deformar la ley, le hacen decir otra cosa, / hay que poder defenderse, la batalla no acabó, / ¡¡¡en vez de votar el Sí, tenés que votar el No!!!

    Para entonces Fortunato se restregó los ojos y le gritó a su esposa, que hacía rato que ya estaba en el dormitorio:

    —¡Vení, vieja, que aparecieron unos conjuntos que van a contramano del carnaval, están cantando unas estrofas macanudas y la gente aplaude en las gradas!

    —Venite vos a dormir en tu cama, Fortunato, estás roncando hace horas, revolcándote en tu sillón y aplaudiendo dormido… ¡Se ve que no era una pesadilla!