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    El “caso María” (I)

    Sr. Director:

    Soy un lector asiduo de todo lo que escribe Raúl Ronzoni en su columna. Y debo decir que usualmente comparto sus opiniones y le doy una gran credibilidad a la información que utiliza. Y hago esta aclaración porque su artículo de la semana pasada Hembrismo por María me pareció equivocado, indignante y muy mal informado sobre los hechos.

    Estaba comenzando a escribir una carta sobre el tema, cuando mi hijo Mac (Fernando Aguirre Fresnedo) subió a su muro de Facebook un excelente resumen de los hechos, de la prueba y de lo que él piensa sobre el caso. Lo comparto totalmente. Así que me disculpan si me limito a copiar lo que él escribió con su habitual buena pluma y corazón grande.

    1) El peor día de mi vida.

    Este viernes una jueza española decidió por enésima vez (ya lo habían hecho en otras instancias, ella misma y antes otros colegas uruguayos) darle prioridad a un tecnicismo leguleyo llamado “restitución” y mandar a dos policías a arrancar literalmente una niña de los brazos de su madre para ponerla en un patrullero y hacer un viaje de varias horas hasta un pueblito perdido en los Pirineos donde vive su padre, pasando por alto la evidencia abrumadora de que el tipo abusó sexualmente de su hija y ejerció violencia psicológica sobre ella y la madre.

    El dramatismo inimaginable de esa escena de separación dentro del consulado uruguayo donde, como última medida desesperada, la madre se había atrincherado hace unos días, me dejó con una angustia horrible todo el día. Nunca me había afectado tanto un evento que no fuera propio o de mi entorno inmediato. Las dos o tres veces que mis hijas me dijeron su “te quiero papi” del día, se me hizo un nudo en la garganta. Imposible no pensar en esa escena dantesca que acababa de suceder. Una de las peores imaginables para un ser humano.

    2) Somos pocos y nos conocemos.

    Da la casualidad que conozco a la hermana de esa pobre madre y que íbamos a la misma escuela con el padre de sus hijos. Hermosas personas. Se dirá que eso puede influir en la objetividad con que puedo ver este caso. Con razón. De hecho difícilmente me hubiese interesado tanto por el caso si no fuera así. Pero hete aquí además que mi madre es asesora (por su especialidad) de los abogados de la madre. Por lo que no solo tengo información de primera mano, sino que, además, pude ir leyendo mucha documentación del juicio durante todo el proceso. Me costó. No solo porque era una masa larguísima, sino porque cada vez que leía los detalles escabrosos me hacía mal. Me llenaba de angustia y de ira. Me daban ganas de ir hasta España a partirle un fierro en la cabeza a ese anormal.

    3) Somos pocos y nos hacemos los distraídos.

    Me he tenido que contener durante meses, cada vez que he visto a amigos y personas, que me consta que son buenas e inteligentes, hacerse eco de rumores sin ningún sustento que han corrido por ahí. Es difícil argumentar en pocas líneas lo que sé. Y recién ahora estoy autorizado a difundirlo.

    Se ha dicho que los dibujos de la niña fueron adulterados por la madre (un exministro de la Suprema Corte originó todo en una entrevista de TV y luego tuvo que desdecirse en su Twitter cuando el rumor, como siempre pasa, ya estaba imparablemente excretado).

    Nadie que haya leído las tres pericias de los técnicos forenses del Poder Judicial puede decir semejante dislate. Yo los leí, los tengo y se los puedo pasar al que quiera (el tío de la niña me dio luz verde a hacerlo hace un rato).

    También tuve acceso a la historia clínica de la niña cuando vivía en España, de puño y letra de la pediatra del hospital del pueblito (compañera de trabajo y amiga de toda la vida del padre). Y vi el video del interrogatorio a dicha pediatra, durante el juicio, donde se le preguntaba por qué atribuyó entonces una doble fisura anal de la niña a un simple estreñimiento, siendo que, además, la niña presentaba lesiones vaginales (¡hasta enfermedades venéreas tenía la niña de entonces... tres años!). Se le preguntó por qué no activó inmediatamente el protocolo antiabuso de niños que existe en todos los hospitales del mundo. La pediatra solo atinó a balbucear y decir que no recordaba bien esos detalles. Leí los mensajes certificados por escribano de la madre desesperada preguntándole a la pediatra y a otras personas cómo era todo eso posible (cuando aún no sospechaba, el horror, del padre).

    Nada. La jueza española decidió desestimar todas esas pruebas abrumadoras (mi madre me decía que ha visto mil veces como la justicia europea mira con desconfianza cualquier evidencia forense proveniente del tercer mundo, aunque nunca lo van a reconocer porque es políticamente no solo incorrecto, sino inconfesable para gente tan evolucionada como se creen, pero nunca se imaginaron que iban a hacer lo mismo con la evidencia de allá).

    En vez de encender la alarma pública y mandar a detener en ese mismo momento al padre y a la amiga pediatra a esperar juicio, ante el riesgo de que otros niños del pueblo fueran abusados con la complicidad de la amiga y compañera de trabajo, no; la señora jueza decidió basarse en un informe reciente de los peritos españoles que evaluaron a la madre (a punto de verse obligada a entregar a su hija al presunto abusador) como una persona muy inestable emocionalmente. ¡No me jodas! ¿En serio? Pero qué blandita que resultó esta loca de la madre; ¡bien de drogona! (esas etiquetas le ponen a la madre, en el pueblo del padre, lo leí yo mismo en sus muros). ¡No es para tanto, che, ponerte así de histérica! ¡Ni que fuera tu hija! ¡Algo estarás ocultando!

    El fallo dice también con toda naturalidad que el padre tiene una posición económica mucho más estable que la madre y que entonces, como la madre cometió ese sacrilegio de retener ilegalmente a la hija fuera del país, lo mejor para la niña es pasar a estar inmediatamente con la figura más solvente y menos vulnerable emocionalmente de sus progenitores. ¿Y si abusan de ella de nuevo? Meeh... ¡detalles! Aplíquese esa palabrita mágica de los leguleyos: “Restitución”. Así de increíble es la sentencia del otro día de una señora que no es ni siquiera doctora en Derecho (mucho primer mundo, pero allá parece que se puede ser juez con una licenciatura) y vivió toda la vida a pocos metros de ese papá que todos en el pueblo saben “que es un pan de Dios, incapaz de matar una mosca” (sic, todo leído por este servidor en muros de Facebook de los vecino del pueblito).

    4) La “rosca feminista”.

    Por último: como siempre, se ha dicho peyorativamente que aquí hay manija de las feministas. La hay, obviamente. La familia recurrió al apoyo de ellas como último recurso, cada vez que vio que tanto el sistema judicial uruguayo como el español miraban para el costado a la evidencia y recetaban, como un mantra arreglatutti, la “restitución”, por encima de la prueba abrumadora del quid de todo el asunto: la razón por la que la madre había decidido infringir la ley, quedarse en Uruguay y no volver a la boca del lobo, al pueblito donde tiene fama de “promiscua”, “fiestera” y “drogona” (sic). Un lugar donde todos los actores de un posible juicio (jueces, fiscales y peritos) conocen –o directamente son amigos desde niños o trabajan en el mismo hospital del pueblo– al presunto abusador (o sea: tal como son todos los pueblitos del planeta Tierra).

    Veamos: en mis 44 años, nunca escuché decir a la Dra. Fresnedo (mi madre) ninguna idea etiquetable como “consigna feminista”. Lo que sí le escuché decir ayer, cuando le pregunté explícitamente por el factor feminismo en este caso, es que su experiencia en estos casos, tanto en Uruguay como en España y otros países, es que la mayoría de los jueces, juristas y sistemas judiciales mantienen claros resabios machistas e impermeables a estas situaciones. Y que si una madre osa usar los colectivos feministas a su favor, peor aún.

    Algo así como que, a menos que tenga una filmación del padre sodomizando a sus hijos, una madre que huye de manera irregular, para salvar a sus hijos de cualquier tipo de abuso por parte del padre, tiene todas las de perder con la ley y con la justicia española. En una primera instancia, va a perder casi siempre.

    Primero, le van a refregar por la jeta la bendita doctrina de la “restitución”. Luego el SAP (síndrome de alienación parental, teoría no reconocida por ninguna institución médica, psiquiátrica o judicial del mundo, ni por siquiera la OMS que recientemente amonestó a España por la aplicación sistemática del SAP en estos casos).

    Y, al final, va a pagar los platos rotos por un porcentaje, ridículamente bajo, de madres que se han aprovechado inescrupulosamente de las leyes, que en el mundo contemporáneo han aparecido para combatir ese flagelo mortífero que es la violencia doméstica, para prender fuego deslealmente a padres inocentes.

    5) Mi granito de arena.

    Sé que el mundo tiene problemas más graves en este momento. No pretendo con esto generar un movimiento enardecido que tome por asalto cual Bastilla a los tribunales españoles o uruguayos, faltaba más. Por desgracia, no hay más remedio que morir en la justicia.

    Si en algún momento un peritaje serio y minucioso, por ahora inexistente, demuestra o da una explicación lógica que exonere al padre de la niña de toda esta abrumadora evidencia en su contra, listo, no hay más nada que hablar. Ahí sí, recién ahí, podría corresponder no mandar a la hija con el padre, pero sí intentar, de a poco, recomponer un vínculo roto hace tres años. Pero no es lo que dice la evidencia disponible hasta ahora. Más bien todo lo contrario.

    Por lo pronto, si solo uno de los amigos y conocidos, que vi estos días repitiendo por ahí rumores y relativizando la versión de la madre y las feministas sin ningún fundamento, pasan a pensarlo dos veces antes de abrir la boca, me doy por satisfecho.

    PD: Reitero, tengo toda la documentación relevante del caso a disposición del que le interese y el permiso de la familia para hacerlo.

    Hasta aquí lo que escribió mi hijo. Repito que lo comparto totalmente.

    Y agradezco al señor Director su publicación.

    Fernando Aguirre Ramírez