Nº 2230 - 22 al 28 de Junio de 2023
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáCon las heridas aún frescas de la devastadora sequía que afectó al Uruguay, la agricultura y la ganadería locales buscan la mejor forma de enfrentar el futuro.
La falta de lluvias se hace sentir, pero al menos permite la implantación de los cultivos dentro de las fechas normales de siembra.
Cabe decir que la colza, que fuera el cultivo estrella en el invierno 2022, cae fuerte en su área sembrada. Los motivos principales son dos: por un lado, una fuerte caída de los precios en el mercado internacional y, por otro, los problemas de implantación que llevaron a que muchos agricultores simplemente desistan de sembrarla y destinen esas tierras a los cultivos de trigo o cebada.
A las vicisitudes del clima hay que agregarle la volatilidad de los precios. Y es posiblemente que allí sea donde se escondan las mayores amenazas de cara al mediano plazo.
Los altos precios del año 2022 fueron causa de una combinación de factores difícilmente replicable: los bajos niveles de stocks a escala global, la guerra en Europa y la idea de que las materias primas transables eran un seguro contra la inflación.
Pero todo subió, los costos de producción (insumos tales como herbicidas y fertilizantes) y también los precios agrícolas. Ahora nos toca enfrentar las consecuencias de esos altos precios.
En este 2023/24 se espera que las existencias finales de soja sean de 123 millones de toneladas a escala global, cuando un año antes eran de 101 millones de toneladas. En el caso del maíz, pasamos de 297 a 313 millones de toneladas de un año a otro, y en trigo de 266 a 270 millones de toneladas.
Con esos niveles de existencias los compradores tienen menos apuro en salir al mercado a comprar y se pueden dar el lujo de esperar. Y con un crecimiento de la economía mundial bastante pobre, el aumento de los inventarios globales pone un límite a los precios. China, el principal demandante de soja del mundo, crece de forma muy lenta y no es capaz de absorber el aumento de producción global.
Del lado de la producción hay cambios que son notables. Por un lado, Brasil crece en su producción de granos a un ritmo de 3% anual. Para el ejercicio 2023/24 se espera que en ese país haya una producción de 163 millones de toneladas, cuando el año anterior fue de 152 millones.
Estados Unidos, el segundo en el ranking de producción, espera lograr 122 millones de toneladas cuando un año antes estuvo en 116 millones. Finalmente, Argentina si logra dejar atrás la sequía, tiene un estimado de producción de 48 millones de toneladas contra 25 millones del año en curso.
Naturalmente son muchas toneladas que se suman. Vale decir que esas son estimaciones que están en el papel, asumiendo un clima normal, pero es indudable que representan un salto importante en la producción que la demanda no tiene cómo manejar. Que se expresen como una baja en los precios es simplemente cuestión de tiempo.
En 2023, el precio de la soja noviembre cayó de US$ 514 a US$ 411 por tonelada; el del maíz diciembre, de US$ 267 a US$ 193 por tonelada. Son caídas muy fuertes, del entorno del 30%. En las últimas dos semanas los precios se recuperaron un poco, ante los riesgos crecientes de que la falta de lluvias en Estados Unidos provoque una caída de la producción, ya que sus cultivos de verano están por entrar en las etapas más críticas de determinación de rendimiento, con un clima que no es el ideal.
Esto es algo que ocurre todos los años y que pone al mercado a bailar al son de la música que representan los pronósticos climáticos. Los precios suben o bajan en función de la consistencia de los pronósticos de lluvias.
Si bien en Estados Unidos siguen esperando buenas lluvias para el fin del mes, hay que ver cómo resisten los cultivos y sobre todo cómo anticipa el mercado las eventuales pérdidas que puedan hacer ajustar los pronósticos de producción.
Aún con Estados Unidos complicado, la mayor amenaza es Brasil, que sigue lentamente aumentando su producción de granos, y que ya es el mayor productor agrícola del planeta, con el potencial de seguir expandiendo su producción por un buen tiempo más.
Parte de nuestros problemas radica en ser los vecinos del mayor productor de soja del mundo, que nos impone los precios, y cada mejora en su logística y competitividad nos plantea condiciones más duras de competencia en los mercados internacionales.
A escala global hubo cambios en la estructura de la demanda de productos agrícolas, que también merecen la atención. El más notable de ellos es el enorme crecimiento del uso de aceites vegetales en Estados Unidos para producir diésel renovable, una tendencia que también ocurre en Brasil. Esto nos llevará a un reajuste relativo en el uso de este tipo de productos y a un cambio en la determinación de los precios de la soja.
Esto tiene implicancias importantes porque miramos el mercado de Estados Unidos como referencia global y también se usa como mecanismo de protección de precios, a través de la utilización de los distintos instrumentos financieros que allí cotizan.
En la medida que haya una mayor demanda interna en Estados Unidos, el mercado de Chicago será más una referencia interna que global (algo parecido a lo que pasa con los precios del trigo en ese mercado), haciendo más difícil nuestra capacidad de gestionar los precios.
En Uruguay los agricultores apostaron fuerte por el trigo y la cebada. La cuenta es simple: con precios bajos y con un año normal de clima, es esperable lograr rindes razonables. Pero la clave es definir qué es normal. Estamos en un año Niño, con riesgos importantes en la cosecha, especialmente de lluvias por encima de la media que afectan la calidad.
En la memoria está el fracaso de la cosecha de verano, por lo que apuesto a que las ventas anticipadas serán muy controladas para evitar revivir una mala experiencia. El asunto es que los precios actuales, causados por la incertidumbre en el clima, tienen riesgo de no durar mucho y el futuro es poco prometedor.
A menos que el clima les dé la espalda a los productores en Estados Unidos, y eso nos favorezca, tenemos que pensar seriamente en un escenario de precios bien diferente al actual.