En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
* A partir del cuarto mes por al mes. Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
+
Tu aporte contribuye a la Búsqueda de la verdad
Suscribite ahora y obtené acceso ilimitado a los contenidos de Búsqueda y Galería.
Suscribite a Búsqueda
DESDE
UYU
299
/mes*
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
Corrían los primeros años de la década del 50. Estábamos en la tertulia del Café Palace y Carlitos Arraga nos dice: “Mañana vamos temprano a la Quinta... es el cumpleaños del Viejo”.
Pasó por mí y salimos en el Forcito... Marito Esteban se agregó en el camino.
Fuimos los primeros en llegar.
Carlitos se dirigió a Da. María (el ama de llaves), le da un beso y le pregunta: “¿Ya le subió el té?”. La Sra. le responde: “Ya se le voy a llevar”.
Cuando ella vuelve con una mesita de cama, le solicita permiso para llevarla él. Accede Da. María. Nos encaminamos al pie de la escalera. Allí, Carlitos se da vuelta y pone en mis manos la bandeja con una taza de té con leche y galletitas María.
—Sube y llévale tú.
No tuve tiempo de reaccionar. Me encontré subiendo la vieja escalera de madera que crujía ante la presión temblorosa de mis piernas.
Entré al cuarto. Me detuve junto a la cama. El doctor Herrera tenía el teléfono y los diarios del día abiertos encima de la cama. Leía una hoja suelta de uno de ellos. Dejó de leer, cayó la hoja de entre sus manos, se quitó los lentes y tendió los brazos para tomar la bandeja. No tengo idea de cuánto tiempo transcurrió desde que empecé a subir la escalera y ese momento.
Aún hoy —al recordarlo— pienso que estuve ausente de este mundo terrenal. La devoción, el respeto, la admiración que me inculcó mi padre por aquel hombre excepcional —que era su líder— cayó sobre mí con todo su peso.
Estaba frente al doctor Luis Alberto de Herrera, por primera vez.
—Siéntate —me dijo— ¿Cómo te llamas? ¿Quiénes son tus padres?
Y ahí fue desgranando preguntas mientras degustaba su té con leche y me transformaba en su interlocutor “campechano”, como si nos conociéramos de toda la vida. Me hizo sentir alguien importante, me dispensó afecto, se interesó por mi vida y la de mi familia.
Cuando me acerqué para tomar la bandeja me dio un beso en la frente. Bajé la escalera en el aire.
Al pie de ella estaba Carlitos con Garrido, Padula, Rochita Imas, varias personas más, y una señora que tomó la bandeja de mis manos. Después supe que era doña Noemí Fascioli de Rodríguez. Me senté en un viejo sillón a sonreír íntimamente y a agradecer a Dios por haberme hecho vivir aquellos instantes que marcarían mi vida para siempre.
Cuando salimos a la puerta de entrada, se había formado una romería en el jardín. Compañeros, dirigentes, amigos se habían dado cita en la histórica quinta de la calle Larrañaga a la espera de que saliera el doctor De Herrera y recorriera saludando a cada uno de los presentes y hasta el mediodía se prolongará este encuentro fraterno entre el jefe civil del Partido Nacional y su pueblo.
