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    El dirigente socialista Vivian Trías logró espiar a la Embajada de Estados Unidos y al Ministerio de Defensa

    Largas sobremesas en restaurantes, encuentros clandestinos en “casas de conspiración”, caminatas por la calle Andes con señales previstas con antelación e incluso viajes de instrucción al exterior para aprender encriptación.

    Además de operaciones políticas ordenadas desde Checoslovaquia, el dirigente socialista uruguayo Vivian Trías realizó actividades de inteligencia militar y contraespionaje que tuvieron como objetivo la Embajada de Estados Unidos en Montevideo y el Ministerio de Defensa, según un libro que saldrá a la venta la semana próxima editado por Debate.

    La investigación Vivian Trías. El hombre que fue Ríos, de Fernando López D’ Alesandro, a la que accedió Búsqueda, analiza el vínculo entre la agencia de inteligencia checoslovaca StB y el dirigente del Partido Socialista del Uruguay (PSU) en el contexto de la historia de la organización más antigua de la izquierda uruguaya.

    El autor, a partir del estudio de los archivos disponibles en Praga, reconstruye la actividad de la red que funcionó entre 1965 y 1977 y que además de “operaciones activas” (AO) de carácter político, sobre todo la publicación de libros, realizó acciones de espionaje y contraespionaje.

    Algunas de estas operaciones incluyeron la obtención de una lista de los miembros de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) que operaban en Uruguay y otras informaciones secretas de la Embajada de Estados Unidos en Montevideo y también del Ministerio de Defensa durante los gobiernos de Oscar Gestido y Jorge Pacheco Areco.

    MAPI

    En el caso de la Secretaría de Estado, Trías se valió de la colaboración directa de Juan Enrique el Gordo Balla, quien según la investigación de López, fue “el primero en ser coptado para tareas de inteligencia”.

    El Gordo Balla era un “admirador y amigo de Trías” que trabajó en el Ministerio de Hacienda y luego en Defensa. Balla, además de dirigente de la Confederación de Trabajadores del Estado (Cofe), aparece desde 1967 en los archivos de la Seguridad Estatal checoslovaca (Státní bezpecnost, StB) con el nombre clave de Rosiko.

    López afirma que probablemente Balla nunca supo que trabajaba para la StB, porque Trías lo hizo actuar “bajo bandera” (falsa), ya que en general hizo creer a sus colaboradores que eran parte de un supuesto aparato de inteligencia del PSU que él mismo dirigía y para el cual contaba realmente con la aprobación del comité ejecutivo de la organización.

    Rosiko era útil para la StB porque tenía buenos contactos con oficiales de las Fuerzas Armadas, en especial de la Marina, y proporcionó a través de Ríos “protocolos de reuniones y listado de integrantes” de la fuerza.

    Además de operaciones políticas ordenadas desde Checoslovaquia, el dirigente socialista uruguayo Vivian Trías realizó actividades de inteligencia militar y contraespionaje que tuvieron como objetivo la Embajada de Estados Unidos en Montevideo y el Ministerio de Defensa.

    Los agentes de Checoslovaquia quedaron asombrados del desorden y la vulnerabilidad del Ministerio de Defensa uruguayo, aunque estaban más interesados en objetivos con mayor valor estratégico.

    En 1968, Praga decidió que las operaciones se concentraran en la embajada del “enemigo principal”, los Estados Unidos, y luego aceptó incluir a Rosiko en su nómina.

    Según el libro, para su exitoso trabajo Rosiko contó con el apoyo de dos oficiales de la Armada de ideas de izquierda: Wilfredo Campos y Mario Arballo. Este último tenía “un vínculo especial” con una funcionaria de la embajada y gracias a esa relación visitaba la oficina y aprovechaba cada descuido para robar información.

    Arballo habría conseguido copiar una nómina de los funcionarios civiles de la representación diplomática y de los uruguayos que trabajaban para la CIA. Los checoslovacos, que entonces eran aliados del KGB soviético, también se enteraron por esta vía de que “la CIA había sido la organizadora de un atentado contra la Embajada de la URSS durante el año en que Alberto Heber fue presidente del Consejo Nacional de Gobierno” (1966).

    Esta primera operación exitosa de la rezidentura de la StB en Montevideo contra el “enemigo principal” fue premiada con dinero. Balla (que ganaba $ 8.000 mensuales en el ministerio) entregó a Arballo $ 5.000 a nombre del gremio de los trabajadores civiles del Ministerio de Defensa, en realidad aportados por Praga a través de Trías.

    El reclutamiento formal de Rosiko se produjo el 14 de julio de 1968 en la casa de Trías, poco tiempo después de que el PSU fuera ilegalizado por el gobierno de Pacheco luego de su definición pública con la lucha armada junto con el grupo del diario Época, en una reunión de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (Olas) realizada en La Habana.

    El éxito de la infiltración en la embajada estadounidense en Montevideo alentó a la StB a concebir un proyecto más ambicioso: reclutar personal civil de la legación. El plan incluía la formación de cuatro grupos de trabajo. Dos se iban a camuflar como vendedores de libros para visitar a los empleados y los otros dos —uno de ellos formado por el filósofo Carlos Real de Azúa y el periodista Guillermo Chifflet— analizarían la información obtenida en el terreno, pero finalmente fue descartado por razones de seguridad.

    Vivian Trías

    El espía puede rendir más. El segundo rezident de la StB en Montevideo, según el libro, realizó en 1970 una evaluación escrita de la actuación de Trías.

    López explica que Ríos fue evaluado “como un agente esforzado y de calidad, pero que debía ser dirigido por su tendencia a la dispersión y al olvido. Sus múltiples actividades lo abruman. Llamaba la atención su tendencia a escribir informes políticos, pero demostraba interés por aprender técnicas afines con el espionaje” a pesar de su “mentalidad latinoamericana típica, impuntualidad y no tomar en serio los riesgos”.

    Dos años antes, la StB había presionado a Trías para poner al PSU al servicio de la agencia, pero este se resistió. “Quiere mucho a su partido”, explica uno de los informes, aunque finalmente aceptó que algunos miembros como Balla y el historiador Carlos Machado, que recibió el nombre clave Medio, fueran reclutados, aunque supuestamente sin saber que estaban a sueldo de Praga.

    Luego de que se produjo la invasión de Checoslovaquia, en enero de 1968, por tropas del Tratado de Varsovia, Trías siguió el vínculo, pero antes de la normalización de la Primavera de Praga, las cosas resultaban más fluidas.

    Uno de los agentes de la StB en Montevideo evaluó que “la simpatía por el socialismo democrático checoslovaco era cada vez mayor, debido a que el camino era propio y no subordinado a la URSS y, en consecuencia, la sintonía era evidente”.

    Entre 1966 y 1976, Ríos operó en tres oficinas pagadas por la agencia en la Ciudad Vieja. La primera “casa de conspiración” fue en Buenos Aires 519, la segunda en Treinta y Tres 1483 y la última en 25 de Mayo 477.

    Además de los gastos y regalos como cigarrillos y whisky, Trías comenzó a recibir un salario mensual de US$ 150 (unos US$ 1.200 de hoy) que unos años después subió a US$ 200. La dependencia económica de Praga aumentó luego del golpe de Estado, cuando perdió su banca (a la que había accedido con autorización de sus jefes de Praga) y el sueldo del Estado. En 1970 también había sido incorporada su esposa, María Alicia Laphitz, a la nómina de la StB con el nombre clave de Falda.

    El libro cuenta que en 1973 el agente Ríos fue enviado a Chile, donde recibió capacitación en encriptado. Luego, en Montevideo, utilizaba las revistas Noticias, Todo Mujer y Búsqueda, cuyas diagramaciones consideraba adecuadas para enviar mensajes secretos.

    Información Nacional
    2019-06-06T00:00:00