Nº 2104 - 30 de Diciembre de 2020 al 6 de Enero de 2021
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEl domingo 27 de diciembre falleció a los 88 años el profesor Germán Rama. La triste noticia fue divulgada por el ministro de Educación, Pablo da Silveira, y luego reproducida por los principales medios de comunicación y comentada en las redes sociales por algunos de los principales líderes de opinión en distintas áreas. Todos, sin excepción, lo recordaron con respeto y admiración. Había llegado la hora de los aplausos.
Sin quererlo, Rama se transformó en un ejemplo imprescindible del Uruguay contemporáneo. Ejemplo en el sentido positivo, por demostrar con su accionar que sí se pueden hacer cambios en un país que parece detenido, y ejemplo también en lo negativo, por ser combatido y resistido en su momento y luego reivindicado, aunque un poco tarde, como es costumbre en estas tierras. Es que aquí, de hace ya un largo tiempo, suelen ser más importantes la pequeñas y mediocres chacras de poder que el aplauso a los innovadores.
Rama fue uno de los últimos intelectuales que realmente se dedicó con todas sus fuerzas a intentar reformar la educación uruguaya. Tenía un diagnóstico muy acertado sobre los problemas educativos, pero también tenía ideas y proyectos concretos y trató de llevarlos a cabo. Lo logró en muchos casos y en otros dio la pelea hasta el final.
Gracias a él y a su equipo Uruguay universalizó la educación inicial para los niños de cuatro y cinco años, multiplicó las escuelas de tiempo completo, hizo menos traumático el pasaje de la escuela al liceo al cambiar asignaturas por áreas, instaló los bachilleratos tecnológicos en la ex-UTU y creó varios centros regionales de profesores en distintos departamentos del interior del país.
Le hicieron la guerra los sindicatos de la enseñanza, gran parte del Frente Amplio y los sectores más conservadores del Partido Nacional. Tuvo que enfrentar ocupaciones de liceos, huelgas interminables en institutos de formación docente y cuestionamientos desde el mundo político y también académico. Todas esas resistencias en Uruguay suelen ser señales de que se están haciendo las cosas bien. Y más todavía cuando provienen de los dos extremos del espectro ideológico.
Es cierto que su carácter no lo ayudaba demasiado. Rama siempre fue una persona confrontativa y sin pelos en la lengua. Era muy consciente de que la única forma de concretar cambios en la penillanura levemente ondulada es sin detenerse, siempre avanzando, por más que sean muy grandes los obstáculos. Y lo hizo. Y demostró de esa manera que las reformas son posibles, hasta en el ámbito educativo, uno de los más conservadores de nuestro país.
Para ello tuvo también otro mérito digno de ser destacado. Se rodeó de muy buenos técnicos, sin importar su procedencia política o partidaria. Así fue como recurrió a Carmen Tornaría, una profesora vinculada a la izquierda, como una de sus personas de mayor confianza, y también incorporó a otros docentes afiliados al Frente Amplio. Todos ellos ingresaron al grupo de traidores para los ortodoxos de izquierda, como no podía ser de otra forma. Algunos fueron expulsados de sus sindicatos, como el docente Ricardo Vilaró, o hasta de sus grupos políticos. Un ejemplo de la intolerancia con la que convivimos.
Después de Rama se hizo muy poco en materia de educación. Después de Rama volvieron a imponerse los sindicatos y el status quo y el dejar las cosas como están para no generar demasiados problemas. Esto no quiere decir que no haya habido avances, porque sí los hubo. Pero en comparación con el período de Rama al frente del Consejo Directivo Central de la Administración Nacional de Educación Pública los cambios concretados después son minúsculos.
Lo que sí ocurrió es que muchos de los que lo criticaban y lo combatían comenzaron luego a reivindicarlo. Con el paso de los años o las décadas, se empezaron a dar cuenta de que las cosas que dijo y que hizo no estaban tan mal. Algunos de los principales dirigentes del Frente Amplio, como los expresidentes Tabaré Vázquez y José Mujica o el excandidato presidencial Daniel Martínez se refirieron en público en forma elogiosa a muchas de las medidas que adoptó.
Igual siguieron las críticas, pero centradas en su manera confrontativa de ejercer el poder. Lo acusaron de ser demasiado beligerante y de actuar como si fuese una topadora, sin respetar demasiado las opiniones discordantes. El problema es que es muy difícil concretar reformas en Uruguay si no se hace de esa forma. Ese debería ser otro ejemplo que deja Rama y debería ser imitado por el actual gobierno y por los otros que vengan.