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Richard Linklater tiene esa inquietud del que busca hacer algo que no se haya hecho nunca. Como rodar una película a lo largo de 12 años, por ejemplo. Más precisamente: filmar 12 días por año, de 2002 a 2013, con los mismos actores, desde el principio hasta el final, capturando el crecimiento y la evolución de su protagonista, desde la niñez hasta su primer día en la universidad, sin recurrir a más efectos que los que provee el propio tiempo que lo moldea todo. Es lo que hizo con Boyhood (Momentos de una vida), filme por el que ganó el Oso de Plata en el Festival de Cine de Berlín, que forma parte de la programación del 13er Festival de Cine de Montevideo, que comienza hoy jueves 2 (nota en página 40), y que llegará al circuito comercial el jueves 16.
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Una forma de resumir Boyhood: la sucesión de eventos en la vida de un niño llamado Mason y la de su entorno: sus padres separados (y sus respectivos intentos de rehacerse y reinventarse), los cambios de planes en medio del camino, la llegada de nuevos integrantes a la familia, las mutaciones inevitables y silenciosas que produce el tiempo.
Para Linklater (Houston, Texas, 1960), quien siempre ha creído más en la estructura que en la trama, “el tiempo es el ladrillo con el que se construye el cine”. En su filmografía hay historias que transcurren en pocas horas (Antes del atardecer), en una noche (Suburbia, Antes del amanecer) o en un espacio impreciso donde el tiempo se estira como un chicle (Despertando a la vida).
Boyhood es, hasta ahora, el paso más firme, paciente y ambicioso dentro de su trayectoria. Aunque pueden rastrearse antecedentes e intenciones con rasgos parecidos (el personaje de Antoine Doinel, interpretado en cinco películas por Jean-Pierre Léaud, los actores de Harry Potter, que crecieron conforme avanzaba la saga, la serie documental de la BBC The Up Series, que ha seguido, desde 1964 y cada siete años, la vida de 14 niños británicos, Stanley Kubrick pensaba hacer Napoleón con Jack Nicholson a lo largo de varios años), no hay nada en la historia del cine, nada igual a Boyhood.
Lo bueno suele carecer de elocuencia: esta película, como el tiempo, trabajó lenta y gradualmente, en silencio. Cuando la producción comenzó, en 2002, Linklater ya era uno de los gladiadores del cine independiente. Aunque eso no garantizaba nada para involucrarse en un proyecto tan a largo plazo. A menos que fueras su amigo. Ethan Hawke lo era; fue el primero en subirse y tomar el papel de Mason Senior. Patricia Arquette ni siquiera preguntó de qué se trataba, dijo que sí. Linklater pensó en ella para Olivia, la mamá de Mason, por la sencilla razón de que también había sido madre soltera a los 20. “Los contratos de 12 años no existen en el cine”, asegura el director y guionista desde las notas de producción. “Solo les pedí que se comprometieran, tuvieran fe y saltaran al vacío conmigo”.
Para el papel de Samantha, la hermana mayor de Mason, buscó a alguien cercano: su hija Lorelei, de nueve años. Histriónica y extrovertida, por ese entonces iba a clases de baile y canto y se metió en el proyecto con entusiasmo. Con el paso de los años su interés cambió. Y llegó un punto en el que habló con su padre y le propuso matar al personaje. Imaginen esa charla.
No fue fácil dar con el protagonista. Entrevistar a niños y pensar en lo que se convertirían en pantalla. La respuesta la encontró en Austin, Texas, donde transcurre la mayor parte del filme, cuando Ellar Coltrane, de seis años, se presentó a una de las audiciones. Al principio, Linklater lo fue guiando, pidiéndole que memorizara los diálogos, y a medida que el niño fue creciendo lo dejó soltarse y le permitió incorporar ideas, elementos de su experiencia al personaje. Durante los 12 años de rodaje, Coltrane no vio ninguna secuencia hasta que la película estuvo terminada. Durante ese período, fuera de la biósfera Boyhood, Arquette trabajó en la serie Medium, entre otras, Hawke debutó como director con Chelsea Walls, pasó la prueba y dirigió una segunda, The Hottest State. Y cada año, al terminar de rodar, organizaban el plan para el siguiente año. Linklater: “Nos pasábamos los calendarios de trabajo de cada uno para poder coordinar agendas, la mía incluida. He rodado otras películas a lo largo de estos años, y yo y el resto del equipo estábamos muy ocupados. Confieso que ha sido difícil crear la logística del filme. Con Ellar Coltrane tuve más comunicación porque solía sentarme a conversar sobre su personaje”.
Aquí y ahora.
Existe un cuento zen que dice que la vida de una persona es solo un respiro. Que alguien no vive ni 40 años, ni 60, ni 80 sino lo que dura un respiro. Una forma muy zen de expresar que no conviene extraviarse mentalmente en el pasado ni en el futuro sino ser consciente y estar presente aquí y ahora, percibiendo lo que ocurre en el momento, ante uno y con uno. Porque en ese instante sucede la vida. Ese instante es cuanto vive una persona.
Observar el cadáver de un pájaro. Ver a los amigos hojeando un catálogo de lencería femenina. Mudarse de casa. Mudarse de ciudad. Las peleas con la hermana. Las canciones que canta la hermana. Ese idioma que habla la hermana. La discusión entre mamá y su novio. Mamá que dice: “Yo era hija de alguien y de repente pasé a ser madre de alguien”. La tarde en la peluquería. El primer día de clase. El nuevo novio de mamá. Adelante, en el auto de papá, con la música de papá. El bowling. Recostarse en el pasto, mirar las nubes.
No pasa nada, pero pasa.
En la sucesión de esos instantes: desaparecen los actores, desaparece la historia, la música que se escucha proviene del auto de papá, la trama y todo lo que se despliega y se agita allí es el tejido de la vida capturada a través de la cámara de Linklater. Olivia les lee Harry Potter por las noches bajo una tenue y cálida luz. El Game Boy ya no está, ahora se juega con la Wii. Y todos en la casa tienen celular. En una cena se habla de Estados Unidos en Irak. Un tal Barack Obama se postula a la Casa Blanca (nota: en los temas políticos Linklater todavía no logró conquistar algo de sutileza). No son guiños cool para cazadores de referencias: son parte del clima y del paisaje de los acontecimientos.
Linklater filmó 18 películas (está preparando otra, sobre béisbol). Hawke trabajó en ocho de ellas. En la trilogía Antes del amanecer/ Antes del atardecer/Antes de la medianoche, y también en La pandilla Newton, en Tape y en, entre otras, Despertando a la vida, una obra maestra, metamórfica, un dibujo animado lisérgico, poético y filosófico que aborda argumentos como la vida, la muerte, la realidad, el arte, las religiones y más. Amigote, actor fetiche y álter ego en algunas ocasiones, Hawke ha dicho que Linklater no está conforme con la cantidad que rodó hasta ahora, a sus 54 años. Que no está conforme con el empleo del tiempo. Y ya se imprime la leyenda: unos años atrás, cuando se encontraban a mitad de camino en el rodaje de Boyhood (Momentos de una vida), el director le pidió un favor que también era una orden: “Ethan, si me muero, vos tenés que terminar la película”.
Se llegó al final más o menos siguiendo el plan original. Con el tiempo como aliado. Aunque con un retrogusto triste. Filmar tiene eso: hacer algo para que después se termine. Debe ser así. La felicidad contiene en sí la infelicidad. Algo que también está en este largometraje, que no solo es sobre una vida, es una película con vida. Una película acerca de lo que es estar vivo. Y cuando llega el final, de algún modo uno puede sentir que no es algo concluyente. Se escucha Deep Blue, de Arcade Fire: “Aquí, en mi lugar y tiempo/ Y aquí, en mi propia piel, puedo finalmente comenzar”. La vida es solo un respiro.
En salas Movie de Punta Carretas Shopping (hoy jueves 2 a las 16 h y el sábado 4 a las 19 h), Montevideo Shopping (sábado 5, 19.10 h), Portones Shopping (domingo 5 las 19.10 h), Nuevocentro (jueves 9, a las 19 hs).Estreno comercial: jueves 16.