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Francesco Molinari entró el domingo 22 en la historia grande del golf al convertirse en el primer golfista italiano en ganar un Major con su victoria en el British Open, el torneo más antiguo e importante del mundo. Con tarjetas de 70, 72, 65 y 69 golpes en un score final de 276 golpes en el Carnoustie Golf Links de Escocia, Molinari superó por dos a sus escoltas, el inglés Justin Rose, el irlandés Rory Mc Ilroy y los estadounidenses Kevin Kisner y Xander Schauffele. Pero más allá de los resultados siempre importantes en el mundo de los deportes, fue un Abierto Británico excepcional con una ronda final espectacular, que tuvo a cuatro golfistas en la punta en diferentes momentos, entre los cuales se destacaban el defensor del título Jordan Spieth, Rory Mc Ilroy y Tiger Woods.
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Entre tantas estrellas finalmente triunfó Molinari, quien a sus 35 años jugó una vuelta final muy cercana a la perfección sin cometer ningún bogey, jugando además en compañía de Tiger Woods y con la enorme presión que encierra el British Open.
En ese panorama de incertidumbre y drama, sus 69 golpes fueron suficientes para lograr el título más importante para el golf de su país. Por su victoria, Molinari recibió un cheque por 1,98 millones de dólares de los US$ 10,8 millones que repartió el campeonato en premios.
En la otra premiación que se entrega en el Abierto Británico el escocés Sam Locke de 19 años se convirtió en el mejor aficionado del certamen recibiendo la tradicional medalla de plata por su logro. Vale recordar que este trofeo fue logrado en el comienzo de sus carreras por grandes golfistas como Tiger Woods, José María Olazábal, Justin Rose y Rory Mc Ilroy, entre otros.
En tanto, no fue buena la actuación de los golfistas sudamericanos, ya que ninguno pasó el corte clasificatorio. El paraguayo Fabrizio Zanotti, el venezolano Jhonattan Vegas y el argentino Emiliano Grillo quedaron fuera de la competencia tras los 36 hoyos.
Cancha majestuosa.
Considerada como una de las mejores canchas de golf del mundo, Carnoustie Golf Links recibió por octava vez en su historia al Abierto Británico a partir del jueves 19. Ciento cincuenta y seis golfistas salieron a partir de las seis y media en esa jornada en busca de la famosa Claret Jug y la gloria. La enorme pasión que despierta el golf en esa zona del mundo quedó reflejada en el impresionante marco de público que se dio cita en la primera jornada. Evidentemente, el British Open tiene un gran significado para el mundo del golf por las catorce canchas en que se rota edición tras edición, por las grandes figuras del momento y por la tradición que se evidencia en innumerables detalles.
La realidad marca que el campeonato más antiguo del mundo, ese que todo golfista quiere ganar, tiene un aura particular. El tradicional tablero amarillo que recorre cada sede del Abierto Británico, ubicado generalmente en las cercanías del green del hoyo 18 junto a las imponentes tribunas, mostraban al final de la primera ronda al estadounidense Kevin Kisner en la punta con una muy buena tarjeta de 66 golpes, cinco bajo el par del campo.
Algo de lluvia en la segunda jornada le dio un toque particular, donde los coloridos paraguas y la ropa de lluvia de los protagonistas le daban un aspecto totalmente distinto al del primer día de juego. El norteamericano Zach Johnson se unió a la punta al final del día igualando la línea de Kisner, ambos con un total de 136 golpes para los 36 hoyos.
El viento seguía sin aparecer, por lo cual los score bajos fueron la tónica de la tercera ronda, la que se conoce como “la de los grandes movimientos en el tablero”. Justin Rose, quien pasó el corte clasificatorio con lo justo, se despachó con un espectacular 64 en lo que sería la mejor tarjeta de todo el campeonato. Pero habría mucho más en ese día, ya que Jordan Spieth hacía 66 y quedaba en la punta con deseos de retener el título que ganara el año pasado en Royal Birkdale. También Tiger Woods se unía a la fiesta y con un espectacular recorrido de 65 se colocaba en la contienda. A falta de una vuelta Spieth, Schauffele y Kisner eran los líderes con un acumulado de 204 golpes, pero para satisfacción de los organizadores y del público en general quedaban 16 jugadores separados por cuatro golpes a falta de una ronda.
Ya es sabido que en cada edición del British Open, sin importar en cuál de las 14 canchas se juegue, el clima cumple un rol preponderante en su dilucidación. Así fue que Carnoustie esperó a la ronda final para mostrar sus garras y poner de rodillas a los mejores golfistas del mundo. Un fuerte viento a lo largo de toda la ronda final del domingo 22 ubicó a esta espectacular cancha de golf a la altura de sus antecedentes.
En ese panorama Tiger Woods, ganador de tres Abiertos Británicos mostró su gran categoría y con unos primeros nueve hoyos recorridos en 34 golpes quedaba en la punta del certamen ante un comienzo totalmente errático de los tres punteros con bogeys y doble bogeys incluidos.
En un escenario soñado para alegría del mundo del golf con un regreso por demás esperado, Tiger volvía a liderar en un Major, algo que no ocurría desde el Abierto de los Estados Unidos del 2008, en lo que representó su último título grande.
Una mala salida en el corto par cuatro del hoyo 12 terminó con un terrible doble bogey, más otro bogey en el siguiente capítulo sepultaron definitivamente las esperanzas de ver a Tiger a los 42 años ganar otro Major.
En las 146 ediciones jugadas hasta ese momento del Abierto Británico solamente Ben Hogan en 1953 ganó el torneo siendo el líder tras los 54 hoyos. Ese karma parecía perseguir a los protagonistas, quienes cometían errores increíbles a la hora de la definición. Con ese panorama, Francesco Molinari, demostrando una gran categoría, seguía con su estrategia de juego ayudado (como debe ser) en esas instancias por su excepcional juego corto. Así, salvó situaciones comprometidas en los hoyos 7, 12 y 13. Llegó luego el birdie en el par cinco del hoyo 14 para quedar puntero en solitario con el resto de los candidatos buscando igualar su línea. Pero el italiano tenía reservado algo para uno de los hoyos más difíciles del mundo, el hoyo 18 de Carnoustie, donde con un tremendo drive quedó a 115 yardas de la bandera. Luego realizó un approach genial para dejar la pelota a dos metros del hoyo, embocar luego el putt más importante de su carrera y alcanzar así la gloria. Fue una tarjeta de 69 golpes, siendo Molinari el único golfista en no cometer ningún bogey a lo largo de todo el recorrido, algo difícil de imaginar en un campo como el de Carnoustie.
La palabra del campeón.
“Es maravilloso tener la Claret Jug en mis manos. Si uno mira los nombres grabados, ahí están los mejores golfistas de la historia; para mí como italiano es un verdadero orgullo”, declaró Molinari tras la ceremonia de entrega de premios llevada a cabo como es tradicional sobre el green del hoyo 18 del campo donde se juegua el British Open.
“Sin duda este logro me lleva a otro nivel como golfista, no tenía buenos antecedentes en el Abierto Británico, por lo cual la estrategia fue enfocarme en cada tiro”. Ojalá muchos chicos en mi país hayan podido ver el torneo por televisión y este triunfo sirva de inspiración a futuros golfistas”, finalizó Molinari.