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    El jaque mate a Dilma Rousseff está cada día más cerca en Brasil

    Río de Janeiro (Brasil). Escena uno: la comisión especial de diputados en Brasil que analiza una denuncia contra la presidenta Dilma Rousseff por presunto maquillaje de cuentas del gobierno aprueba, el lunes 11, un informe a favor de realizar un juicio político a la mandataria. La votación acaba 38 a 27 en medio del caos, con representantes lanzándose sobre la mesa de la comisión. “¡Fuera Dilma!”, gritan los opositores. “¡No va a haber golpe!”, exclaman los oficialistas. Si bien el gobierno aguardaba la derrota, la diferencia es más amplia de lo que preveía. Entre los festejos de los vencedores, surge un cántico contra el izquierdista Partido de los Trabajadores (PT) de Rousseff: “Olé, olé, vamos a la calle a derribar al PT”.

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    Escena dos: Rousseff aparece el martes 12 en un acto dentro del palacio presidencial de Planalto para pronunciar su discurso más duro desde el comienzo de la crisis política. “Si todavía había alguna duda sobre el golpe, la farsa y la traición en curso, no hay más”, sostiene. Alude a su vicepresidente, Michel Temer, quien en un audio filtrado un día antes en Brasilia daba por hecho que el impeachment a Rousseff había sido aprobado por toda la Cámara de Diputados —y no sólo por la comisión especial— como si él estuviese a punto de asumir la Presidencia, prometiendo a la ciudadanía un gobierno de “salvación”. Más tarde, Temer sostuvo que todo fue un equívoco, que el audio solo era para sus aliados. Pero Rousseff cree que la filtración fue premeditada y arremete contra él y contra el presidente de Diputados, Eduardo Cunha. “Cae la máscara de los conspiradores”, afirma. Y sus partidarios, que colman el salón presidencial, la aplauden a más no poder.

    La escena tres todavía es una gran incógnita. Se espera que comience a desarrollarse mañana viernes 15 y concluya el domingo 17, cuando Diputados tiene previsto decidir finalmente si respalda el impeachment contra Rousseff. Para que el proceso siga adelante debe recibir el apoyo de dos tercios de los 513 miembros de la cámara: 342 votos. Cualquier votación por debajo dejaría la denuncia archivada y a Rousseff en el cargo. Pero si el juicio político reúne el apoyo requerido, pasaría al Senado, que puede abrirlo apenas con una mayoría simple de votos. Rousseff sería entonces apartada del cargo mientras la Cámara Alta la juzga, con un plazo máximo de 180 días y bajo la supervisión del presidente de la Corte Suprema. Para que sea destituida definitivamente, al menos dos tercios (54) de los 81 senadores debería votar en su contra.

    Diversos analistas coinciden en que el momento crucial de todo el proceso será la votación de Diputados, marcada para la tarde del domingo 17. Si la Cámara reúne los dos tercios a favor del impeachment, parece difícil que el Senado adopte una decisión contraria. Y si el juicio político fuera aprobado y Rousseff removida del cargo —lo que podría ocurrir tan pronto como en mayo—, es aún más improbable que consiga volver a la Presidencia después de perder las riendas del poder.

    Entonces, ¿qué irán a resolver los diputados brasileños?

    Una tendencia clara

    Hasta ahora, ninguna de las proyecciones de votos que publican los medios de comunicación garantiza que el impeachment reúna el apoyo exigido de 342 diputados. El diario “Folha de São Paulo” calculaba ayer miércoles 13 por la tarde que había 307 diputados dispuestos a votar contra la presidenta y “O Estado de São Paulo” indicaba que eran 326. Pero el gobierno tampoco tiene asegurados los 172 diputados que necesita para bloquear el juicio político de diferentes formas: votando en contra, absteniéndose o ausentándose de la sesión. Las proyecciones indicaban que Rousseff tenía el respaldo de entre 117 y 125 representantes.

    Pero, la desbandada de aliados del gobierno es cada vez mayor. El centrista Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), que está integrado por Temer y Cunha y cuenta con la mayor bancada del Congreso, rompió con Rousseff el mes pasado. El martes 12 hicieron lo mismo el Partido Progresista (PP, el principal aliado que le quedaba a la presidenta) y el Partido Republicano Brasileño (PRB) que en total suman 69 votos. Y el líder en la Cámara del Partido Social Demócratico (PSD) anunció ayer miércoles que la “amplia mayoría” de sus 36 diputados apoya el juicio político a Rousseff.

    Aunque ninguno de esos partidos espera votar en bloque, ya que en sus filas sigue habiendo legisladores favorables al gobierno, los hechos marcan una tendencia clara hacia la creciente debilidad de la presidenta. La esperanza de Rousseff es que ella misma, junto con su antecesor y padrino político, Luiz Inácio Lula da Silva, logren convencer a las decenas de diputados que permanecen indefinidos, quizá con promesas de cargos o medidas para sus estados. Pero, como mostró el impeachment contra el presidente Fernando Collor de Mello en 1992, muchos votos en el Congreso brasileño van a último momento hacia donde sopla el viento.

    En medio de la recesión económica más profunda en décadas y del colosal escándalo de corrupción en la petrolera estatal Petrobras, que ha llevado tras las rejas a dirigentes del PT y a poderosos empresarios, las encuestas muestran que cerca de tres de cada cinco brasileños quieren la salida de Rousseff, ya sea mediante un juicio político o por su propia renuncia. No obstante, una encuesta de Datafolha señaló el domingo que el apoyo al impeachment cayó desde 68% el mes pasado hasta 61% la semana pasada. La acusación contra la presidenta en el Congreso no es por corrupción ni por enriquecimiento personal, sino por el uso de fondos de bancos públicos para cubrir programas del gobierno, algo prohibido por una ley de responsabilidad fiscal. Aunque ella argumenta que otros gobiernos hicieron lo mismo y niega que haya cometido delito alguno, semejante clima de insatisfacción popular es clave para inclinar la balanza del Congreso.

    “Es prácticamente imposible que el gobierno revierta esto. (…) La cuestión para los diputados es su propia supervivencia política”, explicó David Fleischer, profesor emérito de Ciencia Política en la Universidad de Brasilia. “Creo que muchos de esos diputados están recibiendo presiones del sector privado, con empresarios diciéndoles que si votan a favor de Dilma no van a recibir ningún financiamiento de campañas en 2018 como recibieron en 2014”, añadió en declaraciones a Búsqueda.

    Además, Rousseff puede estar pagando ahora por los errores que cometió desde que asumió en 2010, pese a sus promesas de cambiar luego de ser reelecta por escaso margen en 2014. “La situación llegó a esto porque Dilma ignoró a los partidos aliados: ninguno tuvo chances de participar en las decisiones de gobierno, salvo el PT que mandaba. Y eso generó un gran rechazo”, explicó Fleischer.

    Temer parece lejos de tener más respaldo popular que Rousseff. Su partido está repleto de escándalos de corrupción, hay denuncias recientes que despertaron sospechas sobre él mismo y las encuestas señalan que aproximadamente tres de cada cinco brasileños apoyan un impeachment contra el vicepresidente también. Un ministro del Supremo indicó días atrás que el Congreso también debe abrir juicio político a Temer por los mismos delitos de responsabilidad que atribuyen a Rousseff, una cuestión que deberá resolver el pleno de la Corte.

    La encuesta de Datafolha publicada el domingo 10 señaló que Temer reúne hoy apenas 2% de las intenciones de voto para las presidenciales de 2018. A la cabeza de las preferencias trepó Lula —pese a las sospechas de que recibió favores ocultos de grandes constructoras del escándalo Petrobras— y Marina Silva, una ex ministra de Medio Ambiente que ya fue candidata en las últimas dos elecciones. Pero el ambiente en Brasil es de un gran descrédito con toda la clase política.

    Rousseff, una ex guerrillera izquierdista de 68 años, podría intentar demorar el proceso de impeachment en su contra mediante recursos ante la Justicia. Ayer miércoles 13 declaró que va a luchar “hasta el último minuto del segundo tiempo” para mantener su mandato, insistiendo en que hay un intento de golpe en su contra. La presidenta ha descartado renunciar y hay quienes anticipan que su eventual salida del poder sería distinta a la de Collor, que dimitió antes del desenlace del juicio político, en medio de una crisis económica y escándalos de corrupción. “Dilma va a caer luchando con uñas y dientes, tirando hasta último momento”, afirmó Fleischer. “Es el estilo de ella”.

    Fuera de Fronteras
    2016-04-14T00:00:00