Nº 2220 - 13 al 19 de Abril de 2023
Nº 2220 - 13 al 19 de Abril de 2023
Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáCada vez más parecido a sí mismo, la cara siempre bronceada, los dientes de un blanco imposible, el jopo dorado e incombustible. Un personaje temerario y vulgar que hoy tiene el dudoso privilegio de ser el primer expresidente norteamericano que enfrenta cargos penales, que comparece ante un juez escoltado por la policía. Un expresidente de los Estados Unidos, detenido.
Es martes. Ruido de helicópteros, tomas aéreas de una fila de vehículos en la autovía FDR Drive de Manhattan a toda velocidad, vallas policiales, una multitud de periodistas, de simpatizantes y curiosos, un ambiente inusual frente al Tribunal Penal que espera la llegada del acusado. Sin embargo, lo que sucedió adentro fue de lo más vulgar: la sala anodina de un juzgado, una banderita estadounidense de fondo, el acusado se entrega y es detenido, se le leen sus derechos y se toman sus huellas dactilares como a cualquier hijo de vecino. Más tarde comparecerá ante el juez para escuchar los cargos y se declarará inocente. Fin de la instancia.
Después, Trump vuela de regreso a su propiedad Mar-A-Lago, en Florida, donde da su discurso frente a una multitud de seguidores. Ya se imaginan el contexto, el ambiente habitual en sus meetings: gente que corea “U-S-A, U-S-A”, la canción Proud to be an American de fondo. Un clásico que huele a elecciones cercanas.
¿Qué dijo el hiperbólico magnate sobre las acusaciones? No crean que fue original, utilizó el mismo discurso, la muletilla favorita de todos los populistas de manual que son citados ante una corte: persecución política por la vía judicial. O podemos llamarlo lawfare, que está más de moda. Así, arremetió contra el fiscal Alvin Bragg, al que acusó de “criminal”. Y contra el juez Juan Merchan y toda su parentela. “Es un juez que odia a Trump, como su familia; con una esposa que también me odia y una hija que trabaja para Kamala Harris”. Y ya que estaba, la emprendió contra otro fiscal, el que indaga su papel en el asalto al Capitolio del 6 de enero del 2021 y la ocultación de documentos secretos en su residencia de Florida.
“Tenemos a este lunático de Jack Smith, que amenaza a la gente todos los días a través de sus representantes”, acusó levantando el dedito y sin cortarse. Esgrimió el argumento de la caza de brujas, habló de una “persecución política e interferencia electoral al más alto nivel en la historia”. Increíble, el mismo Trump que usó las agencias encargadas de aplicar la ley para investigar a sus oponentes.
Agotada su lista de rivales, no se privó de gritarle a la multitud rugiente que haría “a Estados Unidos grande de nuevo”, de agitar las banderas del odio, de usar el patrioterismo y los sentimientos más ramplones en su beneficio.
Lo bueno de su discurso (para mí) es que las dos horas que suele emplear se redujeron a 30 minutos. Lo malo de su discurso (para él) es que tiró mucho de la piola, y hoy se arriesga a una nueva imputación por difamación y calumnias a los fiscales y jueces que lo investigan.
¿De qué se lo imputó en el tribunal de Nueva York? Debemos retrotraernos a los últimos días de la campaña de 2016. Es entonces que, a través de su abogado Michael Cohen, el acusado habría hecho un pago en negro de US$ 130.000 a la actriz porno Stormy Daniels a cambio de su silencio sobre una supuesta relación sexual. Más adelante, y ya siendo presidente, habría reembolsado ese dinero al letrado y lo habría clasificado como “pago por gastos y servicios legales”. Los fiscales afirman que no existieron tales gastos y que el acuerdo con el abogado era ficticio. La acusación penal pone el foco en la falsificación de los registros (facturas) comerciales, y sugiere que el pago a Daniels no fue un incidente aislado, que formó parte de una estrategia más amplia, de una conspiración ilegal para socavar la integridad de las elecciones. En definitiva, lo señalan como partícipe de un plan para suprimir información perjudicial y mejorar sus perspectivas electorales.
Los cargos de falsificación de registros comerciales, en principio y bajo las leyes neoyorquinas, son delitos menores y hasta es posible que se pueda alegar su prescripción. La fiscalía deberá probar entonces que fueron cometidos en función de un segundo delito mayor, o sea, probar que Trump orquestó una trama para evitar la caída en la cantidad de votos de las elecciones de 2016, y de esa manera se configuraría una vulneración grave de las leyes electorales. Hay que tener en cuenta que bajo la ley electoral de Estados Unidos las contribuciones a las campañas deben ser registradas como tales.
La causa no es pan comido para nadie y su construcción legal puede ser difícil de sostener y de defender frente a un tribunal. La pregunta que todos nos hacemos es hasta dónde resistirá la confianza del votante. Los analistas afirman que el juicio tiene un impacto inmediato que lo beneficiaría en la interna del Partido Republicano (se saca de encima al molesto gobernador Ronald DeSantis) y que a largo plazo lo perjudicaría a nivel nacional.
Tanto si es condenado como si no lo es, en este juicio o en otro de los que están a la cola, Estados Unidos deberá enfrentar un clima social extremadamente polarizado y ese será el legado del magnate, el mezquino legado del millonario a la historia de Estados Unidos.
Dicen que Dios está en los detalles. Cuando Trump llega al piso 15, donde van a leerle los cargos, entra precedido por dos agentes de policía que no mantienen la puerta abierta para que él pase. Así, el expresidente ve cerrarse la puerta en sus narices y tiene que abrirla por sí mismo, un tratamiento excepcionalmente descortés y apartado del protocolo que se observa con los expresidentes en ese país.
¿Y Biden? Está muy callado, sabe que no se debe interrumpir al enemigo mientras se está equivocando.