En el proceso de expansión de los cultivos de granos, en los últimos 15 años a los agricultores uruguayos se les sumaron varios extranjeros, principalmente argentinos, algunos brasileños, norteamericanos y europeos, pero también unos pocos chilenos.
En el proceso de expansión de los cultivos de granos, en los últimos 15 años a los agricultores uruguayos se les sumaron varios extranjeros, principalmente argentinos, algunos brasileños, norteamericanos y europeos, pero también unos pocos chilenos.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLa historia comenzó en plena crisis del 2002, cuando se podía comprar una hectárea de tierra agrícola en Soriano por algo más de U$S 1.500. Hoy el valor de ese campo es de no menos de U$S 6.000. En aquel momento, con Argentina en serias dificultades y Uruguay siguiendo casi el mismo camino, eran pocos los que podrían imaginar lo que ocurriría años después con el sector agrícola.
La propiedad del campo uruguayo siempre tuvo la presencia de extranjeros. El sector más emblemático de esto era el arroz, donde la presencia de cultivadores brasileños en la frontera este del país era más evidente pero no así en el resto de la agricultura. Pero los bajos precios de la tierra en términos relativos a Argentina y las crecientes dificultades que enfrentaba el campo con los gobiernos cada vez más populistas de la vecina orilla fueron un estímulo importante para que los vecinos desembarcaran en Uruguay, con todo su saber hacer en términos de negocios.
La primera oleada trajo a inversores individuales y la segunda incorporó a grupos empresariales ya más estructurados. Con los inversores vino una forma de hacer agricultura más intensiva de lo que la práctica agronómica recomendaba, pero el fenómeno se vio apuntalado por precios crecientes de las materias primas que generaban un margen interesante. Así es cómo empieza una fiebre incontenible por sembrar cada vez más soja en esquemas de agricultura continua con trigo como cultivo asociado. La soja trajo consigo la generalización de la siembra directa y la presencia masiva de los cultivos transgénicos como forma de producción a gran escala. Hubo también cambios comerciales que fueron realmente revolucionarios para la producción nacional: nace la compraventa anticipada al cultivo, lo que quita una traba importante para mitigar los riesgos del negocio. Otros cultivos se pliegan a la misma forma de comercializar, como la cebada, que implementa su propio sistema de comercialización para dejar en claro que esta deja de ser un problema al referirse a precios externos transparentes y manejables.
A escala empresarial empezó un nuevo modelo de negocios basado en la escala de producción. En Uruguay era común la existencia de la medianería, donde una parte aportaba el campo y otra la maquinaria y los insumos y se repartía la cosecha. Esa forma de desarrollo fue cambiando por arrendamientos en un monto fijo en dólares por hectárea por un plazo de dos años y así surge un agricultor que arrienda la tierra y es capaz de contratar todos los servicios para el desarrollo de una agricultura “industrial”. Así surgen enormes agricultores de papel, de los cuales el grupo El Tejar (de capitales argentinos) supo sembrar unas 170.000 hectáreas. Fue la época de oro de la agricultura, que logró sostenerse por los altos precios de los productos, pero que escondía algunas dificultades para replicar lo que había sido un modelo exitoso en Argentina.
Por un lado, los suelos uruguayos no siempre se prestaban para un modelo de agricultura continua y eso se paga en los rendimientos. En segundo lugar, el gerenciamiento para lograr una producción costo-eficiente por fuera de las zonas tradicionales de desarrollo de la agricultura se mostró más complejo y esto empezó a erosionar la rentabilidad de estas empresas, de las cuales solo muy pocas sobreviven con una escala menor. Luego, el colapso de los precios llevó a una racionalización masiva del sector, donde se vuelve a un esquema de medianería y las rentas agrícolas de precio fijo ya son una rareza y en caso de concretarse son por montos sensiblemente menores a los de la época de oro agrícola.
Con el cambio de gobierno en Argentina unos pocos decidieron volverse a sus tierras, pero era claro que los que volvían eran quienes arrendaban aquí. Los agricultores argentinos prefieren regresar a sus tierras (que conocen bien) y tienen mayor potencial productivo que lo que vemos en Uruguay. El mercado de tierras uruguayo tanto en ventas como en arrendamientos volvió más que nada a agricultores locales, que buscan recomponer su estructura de costos, en función de menos ingresos pero más seguros.