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    El niño, la rata y el artista

    Un mural de José Gurvich oculto en paredes del Instituto de Magisterio

    La historia comienza en 1955 en un salón de la entonces escuela Cervantes. Allí, el artista José Gurvich, que en ese momento tenía 28 años, pintó un mural a partir de un poema con el que estaban trabajando los niños de tercer año. La invitación a pintarlo fue de la directora de la escuela, Alba López de Forteza, y el poema en cuestión se llamaba Balada a doña Rata, del escritor argentino Conrado Nalé Roxlo.

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    Hoy en el edificio de Soriano entre Minas y Lorenzo Carnelli, ya no está la escuela Cervantes, ni tampoco la escuela Venezuela, que funcionaba de tarde, sino el Instituto Normal de Magisterio. Tampoco está a la vista el mural de Gurvich porque en los años 70, durante la dictadura, lo taparon con pintura y nunca más se supo de él. No saben de su existencia las autoridades de Magisterio y tampoco los integrantes de la Fundación Gurvich consultados por Búsqueda.

    Pero este año, por el relato de un abuelo, se conoció la historia de este mural. Julio Lorente nació y vivió hasta 1960 en la escuela Cervantes porque su abuela era allí la casera. En 1955 tenía seis años y fue cuando presenció el proceso de creación del mural de Gurvich, que ocupó de arriba a abajo todas las paredes del salón de tercer año. Además tuvo contacto directo con el artista, quien le contó la historia de “doña Rata”, protagonista del poema sobre el que estaba trabajando, y le prestó sus pinceles para que él también pintara.

    “Durante las vacaciones tenía el privilegio de tener toda la escuela para mí. La casa donde vivíamos daba a Minas, pero el fondo era el patio de la escuela. Fue en vacaciones cuando Gurvich comenzó a pintar el mural con otro artista, tal vez un alumno. Iba siempre a mirarlo y un día me preguntó si quería pintar, y claro que yo estaba desesperado por hacerlo. Me prestó pinceles y me dio cartones, me pasaba todo el rato en el salón con él”, contó Lorente a Búsqueda.

    El mural, el poema y la figura de Gurvich estuvieron muy presentes en su ciclo escolar. “Lo recuerdo como un hombre de una gran dulzura. Fue el único contacto que tuve, no sé cómo sería en su vida cotidiana, pero en ese momento me pareció un abuelo haciendo un cuento, aunque era muy joven”.

    Ahora el abuelo es Lorente. Su nieto se llama Facundo y cursa primer año de escuela en el Colegio y Liceo Santo Domingo. Como parte del proyecto educativo, los salones del colegio tienen nombre de artistas. Casualmente, el salón de Facundo (1º A) lleva el nombre de José Gurvich. “Un día fui a visitarlo a su casa y me contó que estaba buscando información sobre ese artista. Yo le dije que lo había conocido y le conté la historia que había vivido”, explica Lorente.

    Facundo compartió el relato de su abuelo en su clase y fue entonces que Lorente recibió una invitación para que se lo contara a todos los niños. “Quedaron muy impresionados con la historia de Julio, lo siguieron con mucha atención. Creo que mientras hablaba, él mismo volvía a sus años de escuela. Los niños querían saber si se podía sacar la pintura y recuperar el mural”, cuenta Laura López, directora de Primaria del colegio.

    A partir de esta visita, a la directora se le ocurrió que podía ser un buen proyecto que los niños reconstruyeran el mural a partir del poema Balada a doña Rata y del relato de Lorente. Fue así que compraron un lienzo de dos metros, y en el taller de arte comenzaron a pintar el mural. Primero hicieron bocetos de los personajes y ahora están en la etapa de pintura.

    “Están muy contentos y queremos llevárselo al Museo Gurvich, que siempre trabaja con los niños y expone sus cuadros. También queremos ir a Magisterio, a ese mismo salón para que los estudiantes jóvenes conozcan la historia. Me parece importante ir con los niños y que ellos les enseñen esta historia a los futuros maestros”, dice López.

    Lorente recuerda muy bien cuál era el salón en el que estaba el mural. “El edificio tiene dos entradas, una por Soriano, que era la principal de la escuela, y otra por Carnelli, la que ahora usa Magisterio. Si se entra por esa puerta, el primer salón a la izquierda es el del mural. Este cuento tiene 60 años, pero recuerdo hasta dónde estaba la firma de Gurvich en la pared. Cuando me fui de la escuela, en 1960, el mural estaba allí y se mantenía impecable. Después mi abuela se jubiló y nos mudamos”.

    En los años 50, la Cervantes tenía gran prestigio entre las escuelas públicas. Según Lorente, su directora, López de Forteza, era muy reconocida en Magisterio y se preocupaba por llevar a figuras de la cultura a darles charlas a los niños, y entre esas figuras, llegó un día Gurvich.

    Lorente sabe quién fue la directora que le pasó por arriba con pintura al mural de Gurvich, pero prefiere no nombrarla. “Como dice Cervantes: ‘De cuyo nombre no quiero acordarme”.