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    El otro, el hermano

    N° 1989 - 04 al 10 de Octubre de 2018

    Hay tres cosas difíciles para la vida y reconocimiento de un artista.

    Vivir a la sombra de otro.

    Que ese otro sea tu hermano.

    Y que tu carácter sosegado se confunda con excesiva modestia.

    Francisco De Caro fue el primogénito de una pareja italiana vinculada a la música y el canto, que emigró a Argentina para casarse. Ya en Buenos Aires se instaló en Balvanera y tuvo 12 hijos: el segundo fue Julio, al que el destino, con el tiempo, erigió en un grande del tango, el renovador que inició la gran evolución que culminaría Piazzolla.

    Y, sin embargo, fue Francisco el cimiento de la obra de su hermano. Nunca hubo envidias. Julio siempre lo quiso y admiró y así lo reconoció en su libro El tango en mis recuerdos:

    —Siempre lo tuve a mi lado, cuidándome las espaldas.

    Pero también incidió, sin quererlo —aunque Francisco tuvo el encendido reconocimiento de sus pares—, en impedir, por la prepotencia natural con que ejercía su arte, que el público común divisase a su hermano mayor detrás de la sombra que él proyectaba. Claro, a veces también los demás se contagiaban, quizás inconscientemente: en Luces de Buenos Aires, los que acompañan a Gardel en Tomo y obligo son Pedro Láurenz y Francisco y Julio De Caro.

    El único que no se ve en la pantalla es Francisco.

    Sus padres los iniciaron jóvenes en la música clásica, pues no querían que siquiera rozaran las expresiones populares. Y hubo una arbitrariedad: para Francisco, el violín; para Julio, el piano. Esa perfecta contradicción de las inclinaciones naturales de ambos fue zanjada por la madre, quien persuadió a su marido del error.

    ¿Música clásica? Sí, aprendieron. Pero ya habían sido seducidos por las melodías de Arolas y Bardi. Por eso, en ausencia del padre, salían a tocar en dúo, a partir de 1913, y hasta reunían amigos en su casa para tocar, entre otros tangos, El irresistible, Sans Souci y La cumparsita.

    Qué pena. Fueron descubiertos y el duro padre los echó de la casa: con el tiempo, Francisco se amigó con él; Julio siguió enemistado hasta el final de su vida.

    El sorpresivo desamparo tuvo un efecto inesperado: Julio fue a vivir a Montevideo, separado de Francisco, que llegó meses después. El violinista actuó con Enrique Delfino y con Minotto Di Cicco, en 1922. Meses más tarde indujo a Di Cicco a incorporar a Francisco, sustituyendo al hermano del director, Fioravanti, quien se había retirado de la orquesta. Una época fecunda: trabajo, éxitos y las primeras obras de los hermanos De Caro en conjunto: Mala Pinta, Mi encanto, Pura labia, Don Antonio, Gringuita y La palada.

    No obstante, en 1924, regresaron a Buenos Aires tentados por la oferta de crear un sexteto para actuar en fiestas de familias de clase alta. Muy buena paga y actuación de esmoquin, pechera dura y moñita al cuello; así nació el primer famoso sexteto con la dirección de Julio De Caro. Es curioso: el contrato fue hecho a Francisco. Quizás incidió su talante sereno frente a la erizada energía de Julio.

    De ahí en adelante siguieron juntos, variando el resto de los integrantes al paso de los años, hasta crear la obra que conmovió los cimientos del tango clásico. Ambos abandonaron la actividad en 1955.

    El respeto y la admiración por Julio han desparramado difusión, placas, monumentos y un recuerdo indemne.

    De Francisco quedaron en pie otros reconocimientos.

    Gabriel Chula Clausi y Juan Carlos Lamadrid compusieron A Francisco De Caro: En las Flores negras de tu despedida,/ la loca bohemia de tu corazón,/ y quién sabe qué memoria/ de un tango que se fue,/ con las páginas muertas/ de los poemas de tu fe.

    Pedro Gaeta sentenció: —Tenía la modestia de los talentosos, esa misma que caracterizó a Raúl González Tuñón.

    Orlando del Greco dijo: —Creó una nueva escuela. Fue un adelantado que inspiró, entre otros, a Horacio Salgán. Moderno y sensible, lírico, creador del verdadero tango romanza. Un poeta del piano que merece las palabras que Heine dedicó a Chopin: “Su arte de flores fragantes solo se entrega en la penumbra crepuscular”.

    Francisco De Caro creó obras memorables. Es obligado recordar Flores negras, Loca bohemia, Poema de amor y Sueño azul, entre tantas. Nació el 23 de marzo de 1898 y murió el 31 de julio de 1976. Cuatro años después falleció Julio. Ambas tumbas están juntas, en La Chacarita.

    En un viejo reportaje, mirándose, ambos habían coincidido, pese a tantas diferencias de carácter:

    —Somos hermanos de sangre y espíritu. Ninguno podría vivir sin el otro.