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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEn la edición de Búsqueda del pasado 4 de mayo, bajo el título “Claeh se convierte en la séptima universidad de Uruguay”, se alude a la historia de esa institución y en dos pasajes se menciona una experiencia de enseñanza superior cumplida en la misma durante el período dictatorial: “(...) centro académico en la última dictadura (1973-1985), con ‘grados’ en Sociología, Economía y Ciencia Política (...)”; “La docencia universitaria (del Claeh) ya había surgido en dictadura, (...) en 1977”.
Como fui actor de esa experiencia, deseo formular algunas precisiones (y reparar algún olvido) que permitan aclarar el sentido de esa inicial labor de la institución en el campo de la enseñanza superior en Ciencias Sociales. Se trató de suplir el abandono que la Universidad de la República intervenida había hecho de la formación de recursos humanos destinados a la investigación, lo que suponía una ruptura generacional riesgosa para el avance en áreas del conocimiento que el país habría de requerir a futuro. Se implementaron entonces Seminarios de Formación de Investigadores, de tres años de duración y con rigurosas instancias evaluadoras, en los cuatro campos disciplinarios que el Claeh abordaba desde su Departamento de Investigaciones: Economía, Sociología, Historia y Ciencia Política. Al frente de esos seminarios se hallaron los exdocentes de la Universidad de la República Alberto Tisnés, Horacio Martorelli y quien suscribe, y el doctor Romeo Pérez, respectivamente. Ante el retiro de la actividad académica del profesor Tisnés, el economista Walter Cancela continuó dirigiendo el Seminario correspondiente. La experiencia cumplida abarcó el período comprendido entre 1977 y 1984, y tuvo resultados muy auspiciosos. Baste recordar a vía de ejemplo que de la primera edición del Seminario de Formación de Investigadores en Historia, a cargo del suscrito, egresaron Gerardo Caetano, Yvette Trochón, Ana Frega, Mónica Maronna y Jorge Balbis, historiadores sagaces y prolíficos, con valiosa actuación en el país y en el exterior.
Corresponde advertir que no se trató solo de una apuesta académica para suplir las obligaciones que la Ley Orgánica ponía de cargo de la Universidad de la República, y que la intervención de esta desconocía (como desconocía también la libertad de cátedra), sino de la emergencia de un ámbito de reflexión en torno al papel de las Ciencias Sociales en tanto instrumento ineludible en el proceso de diseño de políticas públicas y en la conformación de un régimen democrático, cuya recuperación concitaba por entonces las ansias de la abrumadora mayoría del país. Esa vocación de servicio —tan de la prédica y el accionar del Padre Lebret— fue el motor de la experiencia reseñada, en un contexto particularmente difícil de la sociedad uruguaya. Cualquier extrapolación de la misma al presente ameritaría reflexiones que trascienden esta carta.
Dr. Carlos Zubillaga
CI 795.279-1