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    El precio del petróleo a 50 años de su primera crisis global

    Nº 2248 - 25 al 31 de Octubre de 2023

    Este octubre se cumplen 50 años de la primera crisis global del petróleo, un evento donde la geopolítica fue clave. Y a pocos días del brutal ataque de Hamás a Israel, una pregunta recurrente en el mundo de la energía es qué pasará con el precio del crudo. Si bien hoy hay similitudes con la crisis del 73 —crisis que se desencadenó cuando los países árabes productores de petróleo decidieron poner un embargo contra los países que habían apoyado a Israel en la guerra de Yom Kipur— también hay algunas diferencias. Spolier alert: predecir precios es muy difícil, predecir el precio del petróleo, una odisea.

    Una diferencia importante es que hoy el mundo depende menos del petróleo. A principios de los años 70 el consumo de petróleo representaba alrededor de la mitad de la energía consumida. Hoy el consumo está más diversificado: todavía depende mucho de los fósiles, pero está dividido más o menos en un cuarto de petróleo, un cuarto de gas natural, un cuarto de carbón y un cuarto de renovables y nuclear. El uso del petróleo en el comienzo de los 70 también venía en aumento constante —con enorme demanda del sector transporte, en particular en Estados Unidos—, mientras que en los últimos años la demanda ha estado relativamente estable. En la medida que el crecimiento de los vehículos eléctricos siga fuerte, esto también debería pesar sobre la demanda futura de petróleo, y ni que hablar de otras cuestiones relativas al cambio climático.

    Hoy el mundo consume casi 70% más petróleo que hace 50 años (no es tan fácil cambiar costumbres), pero es difícil argumentar que el precio vaya a triplicarse (1). El shock del 73 no se trató solo del embargo, sino también de un alza de precios. Los países productores árabes duplicaron el precio en octubre y luego nuevamente en enero de 1974. El precio del barril, que había estado por debajo de los US$ 3 en las últimas décadas, llegó a los US$ 10 a principios de 1974 (2). Hoy es difícil esperar que el precio de referencia, que ha oscilado entre los US$ 70 y los US$ 90 en el último año, vaya a subir con la misma intensidad.

    Pero, aunque no suba tanto, un precio de barril alto no es buena noticia para la economía mundial. Y de hecho el precio no estuvo muy lejos de los US$ 100 hace unas semanas, una barrera psicológica importante. En efecto, una similitud con el año 73 es que la inflación —por encima de los últimos años— es una preocupación y las economías necesitan resguardar la suba de precios, y el petróleo tiene tanto efectos directos (llenar el tanque) como indirectos (vía costos de producción) en la inflación y por tanto en el nivel de las tasas de interés. Tasas de interés altas por un tiempo más prolongado, especialmente en Estados Unidos, tienen también un efecto sobre el resto del mundo: con un dólar más caro (contracara de una tasa de interés más alta, el retorno relativo de los bonos se hace más atractivo), más caro se vuelve el petróleo para todos los demás.

    Pero incluso antes del ataque de Hamás la incertidumbre en el mercado del petróleo era alta. Por un lado, el riesgo político ya estaba presente, empezando por la guerra de Rusia y Ucrania. Por otro lado, los países árabes productores de petróleo han reducido su producción en lo que va del año, precisamente buscando afectar el precio (medida que durante parte de 2023 pareció no tener efecto, pero que posiblemente sí dio lugar a un alza de precios hace unas semanas). Encima de esto hay factores económicos. En los últimos meses en el mundo de los analistas energéticos se venía debatiendo entre quienes creen que los precios van a estar en niveles por debajo de los US$ 90 (los bears, “osos” en inglés, o bajistas) y los que esperan que supere los famosos US$ 100 (los bulls, “toros”, o alcistas). Los bajistas se justifican, en parte, por una expectativa de crecimiento global baja, en particular desde China, mientras que los alcistas se enfocan en una demanda de crudo y derivados obstinadamente alta (datos de viajes en avión y consumo de nafta en niveles altísimos en un buen retorno al turismo pospandemia). En un momento de tanta incertidumbre (incluso antes del 7 de octubre), la volatilidad es alta y por tanto todos se equivocan y todos tienen razón sobre si subirán o bajarán los precios, solo depende de la semana o el mes en que sean juzgados.

    Lo que pasará con el precio del petróleo (u otros indicadores) es al final del día una rama dentro de un árbol de posibilidades. Algunas de esas ramas tienen mayor probabilidad, y en un momento como este —de alta tensión política— hay ramas que pesan más que otras, hay trayectorias más factibles. Por ejemplo, cómo Israel responde al ataque de Hamás (si invade Gaza o no, qué pasa con Cisjordania, etc.) y cómo otros países respondan a ellos (desde Irán hasta Estados Unidos). Es de esperar que, si la guerra escala, el precio del petróleo suba, pero es difícil decir qué pasará con exactitud. Proyectar el precio del petróleo es como pararse frente a ese árbol de decisión y, en función de distintas variables, elegir una rama. No es imposible hacerlo y es necesario a veces (hay muchas políticas públicas y decisiones comerciales que dependen enormemente de esto), pero con los años he corroborado dos cosas: primero, hay que pensar en rangos y no en números exactos, es virtualmente imposible pegarle a un número en un momento dado. Segundo, los movimientos en el precio del crudo son un recordatorio de que no solo se trata de variables económicas —relativamente más fáciles de monitorear— sino también políticas. Por último, y pecando de ser inconsistente, pensaría que en lo que queda del año los precios se van a mantener o a subir. Pasado ese horizonte, me tiro más del lado de los bajistas.

    Referencias

    (1) How Much Crude Oil Has The World Really Consumed?

    (2) The 1973 Oil Crisis: One Generation and Counting