Antes del referéndum el sociólogo Agustín Canzani le preparó varios escenarios posibles al presidente del Frente Amplio, Fernando Pereira. La gran mayoría tenía al Sí perdiendo, excepto uno. Esos matices en la derrota no eran menores porque un fracaso en las urnas podía variar desde la catástrofe a ser un muy buen resultado para la fuerza política, como terminó siendo a los ojos del director de la Fundación Liber Seregni.
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El “apoyo simbólico” que recibió el Frente Amplio, y que también fue “un mensaje” para el gobierno, mostró dónde están los “puntos fuertes y los puntos débiles” para la coalición de izquierda. “Es un llamado de atención”, dice Canzani, y apunta al interior. En su opinión, si la oposición quiere volver a ser gobierno “tiene que buscar más apoyos” que le permitan “transformarse en una mayoría nacional”, porque solo con su “base electoral” no podrá lograrlo.
Canzani cree que el Frente Amplio está en condiciones de empezar a ensanchar su alcance porque la llegada de Fernando Pereira a la presidencia trajo “mucha fortaleza”, porque ve que en la interna están “todas las sensibilidades” representadas y porque hubo buenas señales como el impulso a la Comisión de Interior. Más allá de posibles candidaturas hacia 2024 y sin dejar de lado que “una figura puede estrechar o ampliar” el electorado, el sociólogo asegura que lo fundamental es encontrar respuestas para la agenda económica y de seguridad, que, pandemia mediante, siguen siendo los temas que le importan a la ciudadanía.
—Hay un resultado formal y después resultados que tienen pesos simbólicos. El resultado formal es que el gobierno y la coalición ganaron, la ley se mantiene firme y el Frente Amplio y sus aliados perdieron. Eso es así. Si uno mira resultados simbólicos, hay algunos elementos que vale la pena resaltar. El primer asunto es un panorama que no era el esperable, dado el escenario en que se suponía que estábamos. El escenario (supuesto) era el de un gobierno con alto nivel de aprobación y con bajo nivel de desaprobación. No es consistente ese escenario con el de una ley que el gobierno considera central para su gestión, en cuya defensa se involucra directamente el presidente y que no es apoyada por más del 50% de la población y es rechazada por un porcentaje muy similar. Segundo aspecto, hay un aviso hacia el gobierno y hacia el Parlamento, donde esta ley tuvo el apoyo de poco menos del 60% de los legisladores. Sin embargo, cuando la población es consultada sobre aspectos centrales de esta ley prácticamente se divide en dos. Tercer elemento, la izquierda y los movimientos sociales pueden reivindicar que este no era un diferendo artificial y construido. La ley divide a la sociedad. Y cuarto asunto, en general deja una izquierda de pie. Después de un ciclo muy complejo para el Frente Amplio, muy difícil en términos políticos y electorales, vuelve a demostrar que apoyado en su propia estructura y en alianza con sectores sociales puede plantear diferendos al gobierno. Dos elementos fueron centrales en esta etapa: primero, alcanzar las firmas que le permitieron por primera vez a la oposición poner un tema en la opinión pública y, segundo, un resultado tan estrecho le permite por lo menos sugerir que hay una parte importante de la sociedad uruguaya —cercana a la mitad— que no se siente contemplada en eso y que quizá no se sienta contemplada en otras cosas que el gobierno está haciendo.
—¿Qué mensaje dio la ciudadanía al gobierno? ¿Cuál cree que fue la señal hacia el Frente Amplio?
—Primero, que hay aspectos en las políticas públicas que son polémicos y que esta impugnación abarca a una cantidad importante de personas. Eso es un mensaje para el gobierno. Para el Frente Amplio es un apoyo simbólico pero también es un llamado de atención respecto de dónde tiene sus puntos fuertes y también sus débiles. Es una votación que más allá de aspectos puntuales confirma una estructura muy clara que se dio en octubre y en noviembre (de 2019) y de alguna manera también en setiembre de 2020: el Frente Amplio es un partido con dominio casi hegemónico en el área metropolitana y tiene enormes dificultades fuera del área metropolitana, incluyendo lo que llamo algunos agujeros negros. Un dato de la diferencia que el Sí, que no es solo el Frente Amplio pero tiene mucho que ver con el electorado frenteamplista, genera en Montevideo y Canelones: un solo departamento, Rivera, absorbe la cuarta parte de esa diferencia. Hay que empezar a pensar y a discutir qué está pasando allí. La tentación es hacer un análisis muy simplificado, porque si sumás las diferencias en Rivera, Artigas y Cerro Largo uno dice que hay determinadas zonas del país con sus características sociales y culturales más desfavorables al Frente Amplio. Esto es simplificar la cuestión. En Maldonado hubo una diferencia de 20.000 votos a favor del No y no es el mismo tipo de departamento. Entonces, estos resultados obligan a volver a releer la estructura del país y volver a escuchar, especialmente, a gente que no votó al Frente Amplio, que no votó el Sí. Si el Frente Amplio quiere construir una mayoría nacional tiene que identificar sus demandas y reclamos para incluirlos en su síntesis política.
—¿Hay un país dividido en dos mitades?
—El país tiene dos bloques que de alguna manera se consolidaron a partir de la introducción del balotaje. Quizás en algún sentido esos bloques ya existían, pero inaugurar una doble vuelta los formaliza. Están esos dos bloques, pero lo que vimos el domingo es una expresión que también tiene otros componentes. Hay gente que se mueve entre los bloques. En cada elección hay un 4% o 5% que ya no está más y otro 7% u 8% que vota por primera vez.
—Usted ha dicho que el Frente Amplio quedó como un partido que “le llevó la lista de compra” a los movimientos sociales. A la luz del resultado, ¿estuvo bien o mal?
—Mi visión siempre ha sido que el Frente Amplio desde su creación y durante su historia generó alianzas con sectores sociales, pero su relación implica tensiones porque son dos cosas distintas. La fuerza política no solo representa intereses, también intermedia. Porque ejerce la representación respecto a otros, por ejemplo, al gobierno. Y también porque combina demandas de diferentes sectores de la sociedad y no puede tomar todos los de uno necesariamente siempre. Por lo tanto, esa relación va a ser tensa. Insisto en eso. El resultado del domingo sigue mostrando que el Frente Amplio tiene que pensar no solo cómo convoca a sectores dentro de sus alianzas tradicionales, sino cómo convoca a otros grupos y sectores sociales que en su momento más exitoso lo acompañaron, como en el 2004.
—Con los dos años de pandemia y casi medio gobierno cumplido, ¿cambiaron algo las preocupaciones de la gente?
—Esta es una discusión a escala mundial. Daba la impresión de que sí pero, sin embargo, apenas cae el escenario de pandemia da la impresión de que no. Empieza la preocupación por salarios, empleo, inflación, la agenda económica. Y vuelve la preocupación por la seguridad. Esto es lo mismo que teníamos antes de la elección y la base sobre la que el actual gobierno construyó su discurso opositor. Y los problemas de la agenda pública hoy van a seguir siendo esos.
—¿Qué evaluación hace de la llegada de Pereira a la presidencia del Frente Amplio?
—Fernando Pereira llega a la presidencia con un nivel de apoyo inédito desde las presidencias de Tabaré Vázquez. Es inédito por el porcentaje de gente que lo vota y porque es la primera vez en mucho tiempo que los tres principales sectores del Frente Amplio apoyan la candidatura ganadora. También porque es una figura que tenía un perfil político construido en otro lugar, que se había fortalecido mucho en la etapa inmediatamente anterior, que fue la recolección de firmas. Todo ese combo pone a Fernando Pereira en una situación de mucha fortaleza. Además, la forma en cómo se distribuyen los cargos en la Mesa Política le da a priori un apoyo muy importante que no tuvieron en la misma dimensión las dos presidencias anteriores. El Frente logra ahí una figura muy importante, una figura con visibilidad pública.
—¿A quiénes identifica como los líderes del Frente Amplio hoy?
—Hay personas que por sus cargos tienen relevancia, como los tres intendentes. Tienen características distintas pero ejercen responsabilidades ejecutivas que, sin el gobierno nacional, pasan a ser lugares importantes para el Frente Amplio. Quienes lideran las principales corrientes internas, algunas que ya tuvieron sucesión, otras que tienen una persona y otras que tienen más de una persona y que seguramente mantengan ese nivel de protagonismo. Es una oferta política muy variada y que en algún sentido recupera la importancia de las distintas sensibilidades dentro del Frente Amplio. Eso no es menor. Porque el Frente Amplio se hace fuerte cuando eso está presente y se debilita cuando una de esas sensibilidades se suprime.
—¿El Frente Amplio se volcó a la izquierda con el triunfo del Partido Comunista?
—No. El Partido Comunista tuvo pesos políticos mucho más importantes, como en 1989. Se dijo lo mismo del MPP durante mucho tiempo. Me parece que las fuerzas históricas del Frente Amplio tienen claro que un predominio excesivo de una fuerza por sobre otras debilita. Yo siento que lo hay ahora es una voluntad de articulación política mucho mayor.
—¿Cómo cree que ve la ciudadanía el pasaje de Pereira del PIT-CNT al Frente Amplio? ¿No reafirma la idea de que “son los mismo”?
—Para alguna gente puede pasar. Lo curioso es que en Uruguay se plantea solo cuando venís del movimiento sindical y entrás a la izquierda, cuando hay montones de antecedentes de gente que viene de los gremios empresariales y entra en sectores de derecha y centroderecha. Quien va a tener que demostrar que el rol del presidente del Frente Amplio no es meramente llevar la lista del movimiento sindical es Fernando.
—¿Cómo debería darse la construcción de candidaturas para lograr que el Frente Amplio vuelva a ser gobierno?
—La elección de las candidaturas va a implicar un proceso competitivo que exprese las sensibilidades que el Frente tiene dentro y los acuerdos políticos que esas sensibilidades puedan establecer. El punto central es que más allá de ciertos criterios razonables el Frente no debería restringir una competencia.
—¿La gente está eligiendo más personas que partidos?
—No tenemos información concluyente para esto. Incluso no tenemos información que nos diga que la gente no votó personas antes. Hicimos un estudio hace años donde la sexta parte de los que votaban al Frente Amplio decía que lo hacía por Tabaré Vázquez. Tabaré fue una figura importantísima para romper el techo electoral del Frente. Ahí ya había un peso de un liderazgo muy fuerte. La figura que encarne una propuesta política también puede colaborar a estrechar o a ampliar la base electoral. Y un ejemplo de eso lo tenés en otros países como la alianza entre Alberto Fernández y Cristina Fernández.
—¿Cómo quedan parados el gobierno y su interna tras el referéndum?
—La coalición no se va a romper en el corto plazo porque los une cierto rechazo al Frente Amplio en un sentido genérico, porque los unen los cargos y porque hay un conjunto de temas en los cuales pueden desarrollar legislación y tienen una visión relativamente cercana. Sí veo que va a tener dificultades para funcionar y que ese funcionamiento no va a ser automático como lo fue. Cabildo Abierto va a plantear cosas que van a necesitar diálogo en términos complejos, difíciles de resolver, y eso va a implicar una legislatura un poco más trabada.
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2022-04-06T22:47:00
2022-04-06T22:47:00