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“¿Cómo salir de esta?”, se pregunta el periodista brasileño Elio Gaspari, uno de los principales columnistas del diario “Folha” de San Pablo, luego de que la Cámara de Diputados autorizara un juicio político a la presidenta de ese país, Dilma Rousseff. “Como lección tras la derrota, el Partido de los Trabajadores necesita mirar al uruguayo Pepe”, responde, porque como presidente “continuó viviendo en su modesta chacra en las afueras de Montevideo, conduciendo su viejo fusca y jugando con Manuela, su perra de tres patas”.
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Es probable que Gaspari, al escribir esas líneas, no tuviera ni idea que serán dos las veces que el ex presidente José Mujica viaje a su país antes de que termine el mes de abril: la primera para visitar Minas Gerais invitado por la gobernación de ese estado y la segunda para hablar en un acto público en el que también participará Luiz Inácio Lula Da Silva.
Y la visión de Mujica sobre lo que está ocurriendo en estos días en el país norteño es muy crítica. Siempre colocó en el centro de sus prioridades a Brasil y ahora permanece allí, pero del lado de las preocupaciones.
Por eso, más allá del cansancio físico luego de realizar una gira de cerca de 10 días por Japón —invitado por el Canal Fuji de ese país, que logró en un programa especial sobre él una audiencia de 12 millones, y por la Editorial Choubunsha, que tradujo al japonés el libro “Una oveja negra al poder” de Andrés Danza y Ernesto Tulbovitz y ya vendió más de 80.000 copias—, Mujica resolvió ayer miércoles volver a subirse a un avión para realizar el primero de sus dos viajes al país norteño este mes.
Al ser consultado por Búsqueda, dijo sentirse “muy preocupado” por lo que ocurre en Brasil y advirtió que, aunque “del punto de vista estrictamente legal puede parecer correcto, el problema es que pasan por arriba de una decisión que tomó la gente en su momento”.
De todas formas, opinó que la situación hay que analizarla teniendo en cuenta que “hay corrupción en todos los partidos políticos de Brasil, ya hay cerca de 100 acusados de todos los pelos y eso ha producido mucha desmoralización en la gente”.
Para Mujica la “corrupción” no es el único problema, pero agrava el descontento. “La crisis económica, consecuencia de los ciclos económicos debilita naturalmente al gobierno, pero la corrupción complica aún más esta situación”, dijo.
“Es histórico que buena parte de las clases medias nunca ven las contradicciones que tiene el capitalismo, que opera con ciclos a la baja y que necesita chivos emisarios. Ahora ha agarrado de chivo emisario a una presidenta. En otros tiempos eran los judíos o los comunistas, pero esta película la vimos muchas veces. Cuando hay una limitación de orden político en los ciclos negativos lo más fácil es agarrársela con alguien”, señaló.
“Pero a esto se le suma un problema global de corrupción de todos los partidos que lo deberá enfrentar Brasil. No viene de hoy, se incrementó pero es bastante viejo”, agregó.
El principal temor que manifestó Mujica con respecto al futuro de Brasil es que, a su entender, ese país necesita “un cierto grado de mínimo acuerdo entre el capital y el trabajo, entre la inversión y los trabajadores o por lo menos una obediencia relativa porque se sale para adelante con trabajo” y “en el clima actual lo que menos va a haber es racionalidad para eso”.
El actual senador oficialista siguió de cerca la votación del juicio político a Rousseff en la Cámara de Diputados y vivió como “un hecho trágico” que la mayoría de los legisladores se lo tomaran “con alegría”.
“Habla de un sistema político que no está a la altura del país que intenta representar. Y hay un fanatismo, una ceguera, que no concuerda con el discurso ese que ya preparó el vicepresidente y en el que pide un acuerdo nacional. ¿Qué clase de acuerdo nacional va a encontrar con este camino?”, se preguntó.
Al intentar dar la magnitud de la gravedad de lo que desde su punto de vista está ocurriendo en Brasil, Mujica recurrió a un ejemplo: “Yo no soy inversor ni lo seré nunca pero pensaría cuatro veces antes de invertir en Brasil con el clima que puede venir”.
Evaluó además, que los brasileños no están “tomando real conciencia de las consecuencias de esto”, que van “mucho más allá del tema puntual de la corrupción”.
“Lo que puede pasar es que muchísima gente descrea de la política y que nadie crea en nada y una sociedad que no cree en algo, termina mal”, vaticinó.
“El peor peligro es que empieza a hacerse fuerte aquel ‘que se vayan todos’. Una sociedad desmoralizada, en la que todo el mundo se va a hacer la suya y a nadie le importa el otro es una selva sin futuro. Todo esto eso es muy peligroso para América Latina y a nosotros nos va a golpear”, agregó.
“Ojalá que me equivoqué”, dijo a manera de conclusión, pero aclaró que su frase final es una simple “expresión de deseo”.