El “triunfo electoral” y el “ejercicio del gobierno” sugieren que la coalición multicolor no será un “invento efímero”

entrevista de Guillermo Draper y Daniel Lema 
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Un ciclo electoral que parecía interminable llegó a su fin el domingo 27 de setiembre con las elecciones departamentales. Ignacio Zuasnabar piensa que ese largo proceso fue “relevante para la historia” uruguaya porque desembocó en la alternancia en el Poder Ejecutivo después de “un largo período de gobiernos del Frente Amplio”.

El “gran ganador”, según el director de Opinión Pública de Equipos Consultores, es el Partido Nacional. Es que además de ganar el gobierno nacional en noviembre de 2019, obtuvo más espacios de poder en las elecciones departamentales y municipales.

En el Frente Amplio los comicios abrieron el camino de nuevos liderazgos que sustituirán a la vieja tríada. Sin embargo, también reflejaron un cambio en los equilibrios internos, ya que sus sectores “moderados” perdieron espacio, explica el politólogo en una entrevista con Búsqueda.

Más allá de esos resultados circunstanciales, Zuasnabar identifica una tendencia. “La idea de una coalición que enfrente al Frente Amplio es algo que vamos a tener muy presente en los próximos años, no creo que vaya a ser un invento efímero”, dice. Y agrega que en sus encuestas han encontrado personas que se identifican primero como votantes de la coalición y luego de un partido.

—¿Qué balance hace de este largo ciclo electoral?

—Es un cierre de ciclo electoral relevante para la historia del país porque marca una alternancia en el gobierno después de un largo período de gobiernos del Frente Amplio. Es un cambio significativo pero previsible, porque desde 2017 en adelante el resultado más probable de la elección era una alternancia, lo que efectivamente se concreta. La elección del domingo, en algún sentido, confirma las buenas noticias para el oficialismo, ya que logran adquirir parcelas adicionales de poder en tres departamentos que no gobernaban y logran también mejorar su desempeño electoral (uno más en Montevideo y varios más en el interior del país). Y se da un retroceso, en términos de poder, del Frente Amplio. Hablo de términos de poder, porque en términos de votos la cuenta no es necesariamente la misma. Si uno compara esta elección con la de 2015, parece haber más procesos de estabilidad que de cambio a nivel departamental. Si uno explora los departamentos donde termina habiendo alternancia, posiblemente uno de los factores centrales para ello tiene que ver con la profundización de la lógica de coalición, más con el formato de competencia que con la estructura del electorado. Habría pasado lo mismo en Salto si hubiera habido coalición entre el candidato blanco y el colorado. Y en Montevideo, el Frente Amplio retiene el gobierno votando prácticamente lo mismo, un puntito más que en la elección anterior, y los partidos que integran la coalición, también votando un puntito más que en la elección anterior, teniendo su mejor desempeño, por poco, en lo que va del siglo, lo que es no menor.

Mirando desde el punto de vista de los liderazgos, es una elección en la cual no fueron candidatos ni Tabaré Vázquez, ni José Mujica, tampoco Danilo Astori. Cerrado este ciclo electoral, el Frente Amplio tiene cinco, seis, siete nombres que pueden aspirar a ejercer un liderazgo en el futuro, que no estaba claro que los tuviera antes del arranque del ciclo. Tuvimos en el Partido Nacional la confirmación de la renovación de la oferta, y en el Partido Colorado tuvimos dos novedades: la emergencia de Talvi y la reaparición de Sanguinetti, que también se quedó con un pedazo de la torta importante.

—¿Estos resultados consolidan el concepto de familias ideológicas? 

—La idea de una coalición que enfrente al Frente Amplio es algo que vamos a tener muy presente en los próximos años, no creo que vaya a ser un invento efímero. La gran duda es si esto va a decantar en la generación de un lema común, bajo el cual compita la coalición tanto en el plano nacional como departamental; o vaya a haber una coalición a nivel departamental; o simplemente se modela hasta ahora, una x cantidad de partidos que compitan dentro de determinado segmento del electorado y que eventualmente después coaliguen en una segunda vuelta. Los tres escenarios están abiertos, pero en cualquiera de los tres, la idea de la coalición se vio reforzada por el triunfo electoral y por el ejercicio del gobierno.

—¿Esto se está dando porque el votante así lo resuelve, al apoyar a un partido aunque se identifique con otro, y los dirigentes siguen ese camino?

—Es posible, siempre esas cosas ocurren. Siempre hay intereses que se cruzan. A nivel local habrá más facilidades para hacer acuerdos y en otras no. Por eso, al final es incierto saber en cuál de estos tres escenarios vamos a desembocar, pero de cualquier manera lo potente desde el punto de vista del sistema es que se empieza a generar una lógica. Uno puede decir que esto ya existía desde los 80 y los 90, puede ser que existiera una lógica de cogobierno y que a nivel departamental venimos viendo gradualmente este tipo de fenómenos de votación con una lógica de bloque, pero creo que todo eso que eran fenómenos de comportamiento electoral, ahora va plasmando en algo que tiene un nombre y que ejerce el gobierno y eso le da un componente de realidad mayor. Nosotros empezamos a encontrar gente que en nuestras encuestas habla de la coalición como un objeto político.

—“Soy votante de la coalición”.

—Exactamente. Cuando los comportamientos y los acuerdos políticos terminan impactando sobre las identidades, eso puede tener consecuencias mayores en el futuro. Por ahora, son etapas muy preliminares, está comenzando a caminar, pero es posible que evolucione hacia ahí.

—La votación del Frente Amplio en octubre cayó en el interior, lo que fue ratificado el domingo pasado. Por otro lado, se consolidó en Montevideo. ¿Eso no lo aleja del resto del país?

—El Frente Amplio mejora un poquito su votación en Montevideo, en Canelones y también mejora en los departamentos que perdió. Es cierto que en Paysandú, Río Negro y Rocha pierde, pero en algunos departamentos mejoró su votación. En algún sentido era esperable. Buena parte de la pérdida electoral del Frente Amplio en la elección nacional también había estado en el interior del país y ahora hubo un retroceso en el interior. Es claro que el Frente Amplio en el último quinquenio perdió conexión con una parte del electorado del interior. También es cierto que al Frente Amplio le ha costado, a lo largo del tiempo, construir cuadros políticos departamentales de relevancia.

—¿Esta elección es el primer plebiscito de la gestión del gobierno?

—Yo creo que no. Creo que las elecciones departamentales no son un plebiscito sobre el gobierno nacional. Puede haber una influencia del gobierno nacional, pero en última instancia el factor central para la decisión local no tiene que ver con el gobierno nacional, sino con algunas características estructurales como las identidades políticas o partidarias; hay seis, siete departamentos donde gana siempre el mismo partido desde el 84 en adelante, con gobiernos de todo tipo. Hay identidades locales muy fuertes y, además, esas elecciones son plebiscitos sobre la gestión departamental. El intendente que gestionó mal, por más viento a favor que tenga del gobierno nacional, si la gente cree que gestionó mal, la gente lo va a cambiar, no hay vuelta.

—Aun así el gobierno evalúa como un triunfo lo que ocurrió el domingo.

—Sin duda. El Partido Nacional es el gran ganador de la elección. Uno puede discutir si ganar tres intendencias más o menos está dentro de lo esperado o no, pero está claro que el Partido Nacional ganó más poder del que tenía.

—Pero hay socios de la coalición que quedaron dolidos con este proceso. El secretario general colorado, Julio María Sanguinetti, lo ha planteado respecto a lo que pasó en Salto. ¿Puede tener algún impacto en el funcionamiento de la coalición?

—Siempre estos formatos de cooperación y conflicto tienen sus vericuetos. También los tendría en otros formatos. Pasa dentro del Frente Amplio, donde hay pasadas de facturas. Y en la coalición, que no es un lema común y no tiene una institucionalidad creada para dirimir conflictos, que es una diferencia fuerte con el Frente Amplio, evidentemente estas cosas pueden pesar más. Creo que estas diferencias dentro de la coalición van a seguir apareciendo a lo largo de los cinco años. No se pueden ocultar. El desafío del gobierno es cómo manejarlas de manera que no afecte la gobernabilidad.

—Usted hablaba de liderazgos. En el Frente Amplio hay dos figuras que emergen con mucha proyección porque ganaron sus elecciones departamentales: Carolina Cosse y Yamandú Orsi. ¿Está de acuerdo?

—Está claro que no estando el Frente Amplio en el gobierno nacional, Cosse y Orsi, que van a encabezar los dos gobiernos de los departamentos con mayor población del país, van a tener un protagonismo diferente, tienen acceso a recursos de poder y a recursos simbólicos. A Orsi, con un mandato que ya viene, le ha permitido aumentar su proceso de visibilidad a nivel país, y mostrar un perfil muy amplio en su posicionamiento político, muy abarcativo y no encasillado en su sector partidario. Y Carolina Cosse mostró una capacidad de resiliencia impresionante. Habiendo tenido una derrota fuerte en la interna con Daniel Martínez hace poco más de un año, habiendo tenido un distanciamiento con el principal sector que la apoyaba, que era el MPP, uno podía tener dudas sobre cuál sería el espacio político de Carolina Cosse. Ella tiene un acuerdo con el Partido Comunista, es electa senadora, tiene un desempeño interesante en el Senado en estos primeros meses, va por la candidatura de la Intendencia de Montevideo, empieza en el tercer lugar y en una campaña muy rara por la pandemia termina ganando el principal cargo de poder. Pero estos dos no son los únicos, hay otras figuras como Mario Bergara, Óscar Andrade, Gonzalo Civila, Alejandro Sánchez.

—¿Hubo un cambio de equilibro en el Frente Amplio?

—Creo que sí. He visto que algunos discuten esta idea, pero para mí es un cambio notorio. El poder del MPP y el Partido Comunista es mayor frente a ese espacio vinculado a la socialdemocracia, los moderados, que han quedado castigados. El Frente Amplio está en proceso de recomposición de sus estructuras de poder y sectoriales, algunas cosas ya vimos, pero hay que ver qué va a pasar con los grandes sectores.

—¿Qué evaluación hace de la campaña de Laura Raffo? ¿Después del domingo tiene proyección?

—Creo que el Partido Nacional, la coalición, encontraron en Raffo un activo político muy interesante. Mostró que se sintió cómoda en la cancha, lo hizo bien, tiene buenas virtudes como comunicadora y al final los liderazgos se muestran con votos. Si ella hubiera votado más cerca del 30%, no sé si era un fracaso, pero habría sido más cuestionada. Sin embargo, en un esquema donde era la única candidata contra tres del Frente Amplio, no solo iguala, sino que mejora un poquito la votación, es digno de atender. Es claro que logró retener el electorado comparado con 2015. Aquí hay una figura de recambio hacia adelante.

—¿A quién le fue peor, a los colorados o Cabildo Abierto?

—A Cabildo Abierto, sin dudas. Era lo esperable. En Uruguay uno de los principales motivadores del voto es la identidad partidaria. No hay una identidad partidaria construida en Cabildo Abierto. El voto de octubre estuvo más centrado en un líder y en una plataforma programática. En una elección de índole distinta, departamental y municipal, con agenda más local, no está la contención de la identidad partidaria y no hay mini Manini Ríos en cada uno de los departamentos, entonces es esperable que cayera. Es natural porque una parte natural de los votantes de Cabildo Abierto en octubre no nacieron de un repollo, venían de votar al Partido Nacional, Partido Colorado y un poquito al Frente Amplio.

—¿Cuán duro es este golpe de cara al futuro?

—Creo que es relativo, porque era lo esperable. El éxito de Cabildo hacia el futuro depende más de la capacidad de atracción que tenga Manini Ríos como líder nacional y, eventualmente, que logre cierto fortalecimiento de un elemento político que lo acompañe, que del resultado de las elecciones departamentales.

—Si los colorados pasan raya del proceso electoral, ¿tienen algo para celebrar?

—A ver, ganaron Rivera, que no es menor. Hay algunos departamentos donde lograron crecer, incluso. A mi juicio, el Partido Colorado logró un desempeño el domingo, en el interior, un poco mejor de lo que las hipótesis previas en función de las condiciones objetivas pudieran haber indicado. ¿Por qué? Porque por más que esté gobernando la coalición multicolor, el partido que está en el gobierno es el Partido Nacional, que es muy fuerte en el interior. La lógica esta del voto coalicional se ha impuesto cada vez con mayor fuerza, en general a favor del Partido Nacional en todo el territorio. Creo que el Partido Colorado podría haber sufrido eso todavía más. En algunos departamentos donde se dio con mayor intensidad ese voto fue como producto de acuerdos previos entre los dos partidos, quizás el principal golpe para el Partido Colorado en términos de caudal electoral fue Salto. Fue el único departamento donde hubo una consecuencia dura entre el Partido Nacional y el Partido Colorado.

Para el Partido Colorado es claro que, en lo que va del siglo, no ha logrado tener ninguna elección acercándose al 20% de la población. El partido histórico de gobierno en Uruguay cayó fuertemente al 10% en la elección del 2004 y después ha votado en una franja apenas superior a eso. Evidentemente es un partido que, respecto a su historia, está fuertemente disminuido. Pero también es cierto que hoy es el tercer partido del sistema y no ha caído del 10%, como en algún momento pareció. Votó razonablemente bien en octubre y ahora, bueno, votó un poquito mejor pero manteniéndose en la franja.

—¿Cómo se explica que Daniel Martínez estuviera cerca de ser presidente y ahora esté así?

—La otra vez me preguntaban el efecto que pudiera haber tenido la pandemia en la elección, lo cual es difícil de desentrañar, pero el más claro es la postergación de la elección. Si la elección hubiese sido en mayo, no sé cuál hubiera sido el resultado, porque Martínez en las encuestas de abril venía primero. No podemos afirmar que hubiera ganado las elecciones del primer domingo de mayo, pero está claro que llegaba en una mejor condición. ¿Qué pasó en Martínez? Muchas cosas. En general, cuando las personas que ejercen un cargo ejecutivo tienen buena evaluación y compiten por su reelección, son reelectos. Esa es la regularidad estadística. Desde ese punto de vista, Martínez cumplía con la condición. Hay una discusión teórica sobre si el voto es retrospectivo o prospectivo, si la gente vota más por el pasado que por el futuro. Está relativamente laudado que la gente vota más por el futuro que por el pasado. El punto es que lo que vos construiste hacia el pasado es lo que te da la credibilidad para que te crean tu promesa a futuro, eso es lo que se rompió en Martínez; por razones que no tienen que ver con su gestión, la gente dudó sobre si Martínez era el mejor intendente para los próximos cinco años. Eso probablemente, que quizás tiene que ver con atributos de liderazgo, se rompió durante la campaña nacional. Y también cuando vuelve a la campaña departamental, creo que su retorno a la campaña conectó a los votantes frenteamplistas más con el peor momento de la campaña nacional que con el mejor momento de Martínez. Nunca pudo volver a conectar con esa idea de Martínez buen intendente.

  • Recuadro de la entrevista

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Contratapa
2020-10-01T01:03:00