El tema era excluyente.
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El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáToda la familia prendida del televisor, escuchando el extensísimo y fermental discurso del Pepe Mujica en la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Fortunato los mandó callar más de una vez a sus hijos, cuando comentaban los tramos más apasionantes, como cuando habló de la huella de carbono por la ciencia, explicando que el hoy real surgió de las cenizas fértiles del ayer, sin haber podido derrotar el credo al dios mercado, en una vida de derroche y despilfarro, en la que lo único trascendente es el amor, mientras que la civilización del tiempo libre permite arrasar las selvas verdaderas combatiendo el insomnio con pastillas, mientras huimos aturdidos de nuestra biología cayendo en el consumismo funcional, en tanto la historieta humana permite negociar de algún modo lo que es innegociable, con marketing para madres, padres, secretarias, abuelos, cementerios, y más campañas de marketing que caen directamente sobre los niños. O cuando explicó que el hombrecito promedio deambula entre las financieras y el tedio rutinario de las oficinas, soñando con concluir las compras, y cayendo en las fauces del mercado, en medio de la crisis de impotencia, sin escapar del sentimiento de nación incrustado en nuestro código genético, reconociendo que es tiempo de empezar a batallar para que converjan las monedas en la lucha por el agua en los desiertos, definiendo cuáles son los límites, castigando el despilfarro para crear bienes útiles para la pobreza mundial, volcando un neokeynesianismo en el planeta, con menos organismos mundiales generadores de cadenas hoteleras, porque hay que marcar lo viejo y eterno de la vida humana.
—“¿Vos entendiste algo, Viejo?” —le preguntó uno de sus hijos a Fortunato, que ya empezaba a cabecear delante del aparato.
—“Entender, lo que se dice entender, entendí poco” —replicó el pater familias, —“pero lo que pude apreciar fue que en la sala, además de Almagro, había como veintitrés personas más, y me imagino que una buena parte de ellas eran los empleados de la delegación uruguaya en Nueva York, y los policías afrodescendientes que vigilan el entorno” —agregó. “Me di cuenta también que en el discurso, que duró tres veces lo autorizado o sugerido, hubo muchos menos ‘puédamos’, ‘véngamos’ y ‘váyamos’ que los que habitualmente usa el orador en sus pepecoloquios cotidianos con los medios vernáculos” —concluyó, generando las críticas habituales de sus hijos en cuanto a que, cuando está muy cansado, a Fortunato le gusta hablar en difícil.
Los muchachos se levantaron para irse a sus cosas, pero Fortunato quedó frente a la tele, pestañeando peligrosamente.
El informativista continuó.
—“Tras la irradiación completa del extenso y profundo discurso del primer mandatario, exhibimos a continuación un resumen de algunas otras actividades llevadas a cabo por el presidente durante su visita. Aquí van las escenas del encuentro del primer mandatario con el célebre Bill Gates, quien concurrió especialmente a entrevistarse con él.
Aparecen unas imágenes de Bill Gates y Mujica dándose la mano, y luego una nota al propio Mujica, en la que el periodista le pregunta por el resultado del encuentro.
—“Lo convenshí al Bilguei que me diera uno mango pa’ completar el proyeto de la maruja, que lo arreglé antier con el Shoro, el Shoro me finanshia lo gasto operativo, y el Bilguei me compra una chacrita pa plantá la maruja ahí, le vamo a poné chacra Microshó, quejla compañía de él, y she quedó felí el gringo. Y yo shigo consiguiendo guita pa ejte proyeto, que she va parriba, como el humo de lo porrito, she va” —explicó el presidente, sorprendiendo a Fortunato, que no había oído para nada hablar de este encuentro.
Pero más atónito quedó cuando vio que, después de esta reunión, Mujica había recibido a Hillary Clinton, a la que le pasó —según les dijo después a los periodistas uruguayos que cubren el viaje presidencial— “alguno conshejo pa cuando deshidiera largarshe pa’ preshidenta, porque yo a la Lushía ya le dije, vo, tronca, dijpué de Tabaré te toca a vo, y la vamo a planificá pipí cucú pa que ganeshen la primera vuelta, sin balotaje ni pavada deshe tipo, ¿mentendé? Y a la Jílari lespliqué que hay quenredar mucho a la gente, ir a lo programa pa’ tarado, queshon lojque la gente mira, y aí lojconvenshé y entran mansito, ¡entran papá!, ¿mentendé?” le explicó Mujica al periodista, que asentía obedientemente, como de costumbre.
Ya cuando el informativista anunció que la siguiente entrevista presidencial que iban a exhibir era la de Mujica con el presidente Obama, Fortunato sintió que tal vez estaba durmiendo, porque ya se sabía antes del viaje que Obama lo había rebotado olímpicamente al Pepe, mandándolo a entrevistarse con el vicepresidente Joe Biden.
—“¿Estoy soñando, me estoy quedando dormido?” —se preguntó Fortunato para sí, mientras las imágenes mostraban a la delegación uruguaya montada en tremendas limusinas negras, entrando a los jardines de la Casa Blanca.
Bajan del auto principal Mujica, Almagro y el Pato Celeste, y ahí Fortunato se habría caído de espaldas si no hubiera estado recostado en su sillón.
Las escenas siguientes son en el Salón Oval, y Mujica le dice a un atónito Barack Obama —“¡Vo vé, ejte muñeco difrashao de pato eshunamigo ¿mentendé?, pero eshun tipasho desho que ya no quedan, él te apoya, te acompaña, vo lo yevá contigo cuando vayashairán, a Shiria, a dijcutí con el Putín, a todo lo lado esho donde ai tremendo dejpelote, y él tá contigo, y shi te va a pashar algo él shaca la cara por vo, vo lo único que tené que ashé e dejarlo que lleve unajcamisheta pa’ vendé aí donde vayan, él no te jode, lajvende sin molestarte, ¿ta? Y ashí él compensha lojesfuerzo y lo shacrifishio de ir a eso lugare medio peligroso, ¿mentendé? —insistía Mujica ante el asombro del presidente de EEUU.
—“¡Vieja, vení!, Mujica le está vendiendo el Pato Celeste a Barack Obama!” —gritó Fortunato.
Nadie le contestó. Se refregó los ojos y comprobó que se había dormido, y que en la tele estaban pasando un programa de tarot. ¿Dónde habría terminado la realidad y empezado el sueño?