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    Elogio a los abuelos

    Nº 2257 - 28 de Diciembre de 2023 al 3 de Enero de 2024

    , regenerado3

    “Vos sos una privilegiada de la vida. Yo a tu edad no iba ni al Sacra”. Mi abuela, como yo, creció en Paysandú (donde se encuentra el arroyo Sacra). Ella era una amante de los viajes, de conocer el mundo, de ver lo que pasaba afuera. Yo también, posiblemente en gran parte influenciada por ella.

    Ella tenía razón, yo era una privilegiada. No solo porque de niña pudimos viajar un poco, sino porque la tenía a ella y a mis otros abuelos. La fortuna de mi niñez fue tener abuelos presentes.

    A pocas semanas de conocer los resultados del último censo, sabemos que Uruguay es un país cuya población prácticamente no crece, y un país envejecido. Esto tiene importantes consecuencias en cuanto a la sostenibilidad de un –ya frágil– sistema previsional (hay un menor número de trabajadores activos y mayor número de jubilados), la salud pública y las políticas de cuidados.

    Pero también hay una cara positiva: hay más tiempo de abuelos. El censo uruguayo muestra que la población mayor a 100 años se duplicó y la mediana de edad es ahora 38 años, nueve años más que hace dos décadas. Los jóvenes ahora tienen menos hijos –y más tarde–, pero sus padres viven más. De hecho, esto es un fenómeno global: la expectativa de vida aumentó y las familias son menos numerosas en todo el mundo. Así, los abuelos pasan más tiempo de su vida siendo abuelos (comparado con generaciones anteriores) y a su vez hay menos nietos por abuelo, es decir, hay más “tiempo abuelo” por nieto. Según una investigación de The Economist, ahora hay 1.500 millones de abuelos en el mundo, tres veces más que en 1960, y el ratio de abuelos por niños menores de 15 años pasó de 0.46 en 1960 a 0.80 actualmente.

    Por suerte, no fui la única afortunada.

    Los abuelos crean recuerdos, fomentan tradiciones y dan atención, son un privilegio para los nietos. Mis abuelas me dieron innumerables consejos, mucho apoyo (qué mayor fan de un niño que su abuela/o) y el espacio para ser yo misma. Aprendí a reír y a aburrirme con ellas. Recuerdo a mi abuela materna esperando en el auto a la salida de una clase –de las infinitas veces que fue a buscarme–, dormir en su casa los viernes de noche, comer mucho helado y desayunar pizza. También recuerdo las vacaciones de invierno andando a caballo en casa de mi abuela paterna o, cuando ya era más grande, discutir con ella de política o sobre alguna nota de este semanario. Es clarísimo ahora que soy madre: los padres criamos a los hijos, los abuelos deben disfrutarlos sin esa responsabilidad.

    Ser abuelos es también una enorme alegría para ellos. Una amiga de mis viejos, abuela de varios, dice que el amor de un abuelo es el amor perfecto. Los niños tienen una enorme capacidad de dar, y los abuelos son una esponja insaciable a recibir todo eso, y a devolverlo con creces. De hecho, los nietos son un antídoto a la soledad, un tema de preocupación entre las sociedades con muchos adultos mayores. Los nietos suman propósito y significado a la vida –especialmente en una etapa donde uno está inevitablemente más cerca de su fin–, rejuvenecen y fomentan la conexión familiar. La etapa de los abuelos puede también ser una segunda oportunidad. Estar presente en la vida del niño desde la perspectiva que da el tiempo, luego de todo el ensayo y error en el que inevitablemente vivimos los padres. Incluso más, ver a los nietos es también una oportunidad para los abuelos de ver más a sus propios hijos.

    A diferencia de los padres u otros “adultos jóvenes”, los abuelos en general no tienen el estrés ni las responsabilidades laborales de sus hijos y tienen más tiempo libre para hacer cosas con los niños. Claro que esto es más cierto en la medida que los países son más ricos y los adultos mayores tienen buenas jubilaciones o ahorros que les permiten tener un buen retiro.

    Además de beneficioso para los niños y ellos mismos, los abuelos también son de enorme ayuda para los padres. Los abuelos cumplen muchas veces un gran rol en el cuidado de los niños: llevarlos de un lado a otro, acompañarlos a la plaza, cuidarlos cuando los padres queremos salir de noche. Su trabajo es, en la enorme mayoría de los casos, no remunerado (léase: gratis para los padres). Esto puede tener consecuencias sobre la economía del hogar de hecho, y la independencia de la madre, ya que en muchos casos un abuelo (generalmente la abuela) puede ser un determinante para definir si la madre puede volver al mercado laboral o no, especialmente en países pobres. La evidencia muestra que las madres que tienen una abuela que ayuda con los niños ganan más que otras en sus mismas condiciones sin abuela.

    Los padres además tienen la ventaja de lo familiar: los nietos los quieren y los hijos confiamos en ellos. Los abuelos en general son materia dispuesta (mi madre hace cualquier turno sin quejarse nunca), pero no por eso debemos abusar los padres tampoco. Aunque a veces se depende mucho de ellos, los abuelos no son niñeros y cuidar a los nietos cansa.

    Mis abuelas fueron pilares en la construcción de mi carácter, la confianza en mí misma, y la felicidad que me acompañó en la niñez. Por eso, después de más de 10 años viviendo en el exterior –conociendo un poquito del mundo del que me hablaba mi abuela–, el año que viene retorno a vivir a Uruguay con mi familia, para que mi hija tenga también la fortuna de tener abuelos presentes y crear sus propios recuerdos juntos –y de paso hacer más feliz a mis padres.