—¿Cuáles son los objetivos de Formación del Ministerio de Defensa?
—El Ministerio tiene una hoja de ruta cuya base es la ley marco de Defensa, que es un gran acuerdo entre todos los partidos aprobado en 2010. Desde ahí surge la estrategia general. El otro gran vector es la ley general de educación del 2006. De todos modos, el pensamiento en Defensa no empezó en el 2006. Así como la defensa no es un asunto solo de militares sino de toda la ciudadanía, nuestro deber es tratar de establecer vasos comunicantes entre la formación profesional militar de las Fuerzas Armadas y la ciudadanía. A su vez la educación militar forma parte del sistema nacional de educación. Hay un mandato legal de tener una vinculación más profunda. En cuanto a la doctrina, tras la ley marco de defensa se planteó la necesidad de establecer las políticas de defensa y una doctrina militar de la defensa que tendrá que enviar el Poder Ejecutivo. Mientras ese proceso se da, tenemos varias leyes que ya plantean eso. Tienen algunas contradicciones porque son de la década de los 1940 (ley de defensa pasiva, ley de instrucción militar). Surgieron a la luz de la II Guerra Mundial y aquí se elaboró mucho en torno a la relación entre el factor profesional militar del Estado y la sociedad civil en las tareas que puede cumplir en caso de agresión externa o catástrofe natural. Esas leyes están vigentes pero sostenían una doctrina que nace en el “pueblo reunido y armado” de Artigas.
—El Ministerio reivindica esas leyes pero en rigor nunca fueron aplicadas.
—Obviamente que luego de la Guerra Mundial, con la doctrina hemisférica que se fundamenta por parte de Estados Unidos para la región, esas ideas de base que están en nuestras leyes fueron quedando en desuso, porque para esa estrategia hemisférica solo bastaba con que el Ejército profesional aguantara unas 24 o 48 horas la agresión extracontinental hasta que viniera el aliado mayor, Estados Unidos. Entonces la movilización social, encuadrar a la población, tener una instrucción militar, no tenía ningún sentido. Como correlato natural de esa doctrina se produjo un aislamiento del factor militar del resto de la población. Incluso hubo hasta un incentivo para eso. Esto no es de la dictadura, sino de la década de los 50 para acá. En contraste, las leyes del 40 tienen un contenido más de defensa nacional, de mantener el territorio, los recursos, la defensa militar de todo el pueblo, con su componente profesional y el otro que no lo es pero está enredado en ese lío y asume tareas. Bueno, estamos transitando en esa dirección y es compatible con la ley marco de defensa y la de educación. Planteamos puertas de vaivén entre un sistema que es parte del otro, y tratamos de que no haya un distanciamiento ni una ajenidad con el mundo militar y que no haya un encerramiento de las Fuerzas Armadas en su mundo propio, que provoca desviaciones corporativas que no son buenas para la defensa ni para las Fuerzas Armadas.
—¿Encontró resistencias en este camino?
—Para nada. En Uruguay la carrera militar no tiene el prestigio que tiene en otros países. Existe una ajenidad que no encuadra con “mi hijo el doctor” o “mi hijo el empleado público”.
—Su visión no parece encuadrar demasiado con el pensamiento predominante en la izquierda uruguaya. ¿Ustedes se sienten solos en esto de plantear cuestiones de defensa e incluso una visión contemplativa de la carrera militar?
—Claramente los políticos no se pechan por estar en estos temas de defensa. Es difícil encontrar gente que les atribuya a estos temas un valor estratégico.
—A lo que voy es a que en la izquierda parece haber una mirada muy crítica de lo militar en contraposición con lo civil.
—Eso es un maniqueísmo inducido, incluso por potencias centrales que están interesadas en que en el tercer mundo no haya ejércitos nacionales. Cuando veo ese interés de quienes tienen poder real, yo desconfío mucho, porque se trata de perder soberanía, perder herramientas reales para tomar decisiones sobre uno mismo.
—¿Usted es consciente de que para la gran mayoría de la población estas cosas suenan muy distantes, o anacrónicas, o locas cuando se percibe que estamos más lejos que nunca de un posible conflicto militar?
—No sé, ¿eh?
—Pero si hacemos una encuesta parece claro...
—Ah, claro, ¿para qué guerra te vas a preparar?
—¿Entonces?
—El mundo está hoy en conflicto permanente. La gente no entiende mucho sobre los lugares donde se maneja el poder, algo sobre lo que hay mucho misterio y da lugar a relatos fantasiosos. El mundo hoy está en una encrucijada. Desde la II Guerra Mundial no ha parado de haber guerras en todos los continentes. ¿Cuál es la base material sobre la cual se pueden desarrollar conflictos mañana? Primero, recursos naturales escasos, crecimiento muy acelerado de la población... En las estrategias de las potencias centrales hay vastos territorios en los cuales no les interesa si hay o no población sobre ellos, sino los recursos sobre los cuales están parados. Para eso se hace creer que los nacionalismos ya no existen, que son reliquias del pasado, y entonces no hay nada que defender. Crecimiento vertiginoso de la población, escasez de recursos, problema de alimentos y agua potable, producción energética. Todos esos factores en crisis provocan conflicto. Conflictos que pueden ser resueltos por medios pacíficos, diplomáticos, pero de eso pasar a un conflicto bélico es un solo paso. Y no es que pensemos entrar en guerra. Uruguay es un país pacífico y no tiene intención de meterse en líos, pero un conflicto superior donde esté nuestra provisión de recursos estratégicos, para el país sería una catástrofe. En la II Guerra Mundial, cuando se cortan los abastecimientos de petróleo y otros bienes el Uruguay colapsó. De ahí surgió el tema de la movilización. ¿Cómo pongo a andar la industria? ¿Cómo garantizo la distribución de alimentos, de leche, de medicamentos, de agua? ¿Y el transporte? ¿Los problemas de sanidad, las rutas de salida? Son situaciones de emergencia, y el Estado debe tener herramientas que lo hagan capaz de enfrentarlas. Y naturalmente la formación militar, con disciplina y liderazgo, son los que cumplen esas funciones en caso de catástrofe, no solo de combate. Ellos estudian todo el tiempo logística, personal, orden, para conducir los momentos críticos con los menores costos humanos posibles. Podemos hacer una historia rosa de la humanidad, pero las guerras son una parte fundamental de esa historia.
—Cuando el Ministerio hace análisis y dice “en el futuro habrá conflictos”. ¿De qué plazos está hablando?
—Basta leer los diarios de hoy y ver qué conflictos hay y por qué son. Lo que hay que hacer en cada lugar donde hay conflicto es ver qué hay abajo, qué hay en esa zona, donde sea, África, Asia, América. Hay intereses por recursos escasos. No podemos saber cuándo, pero hay situaciones en torno a minerales, agua. Hoy hay una gran carrera por minerales no clásicos de gran uso en alta tecnología, por ejemplo. Es una realidad y está. ¿Por qué tener Fuerzas Armadas? Creo que se contesta sola. ¿Podemos tener una agresión directa? Sí. Estamos parados sobre una riqueza a nivel natural impresionante, estratégica. ¿Geopolítico? Ni que hablar: en el Atlántico Sur entre Brasil y Argentina.
—¿Cómo se entiende la reivindicación que hace del concepto de Estado Nación cuando al mismo tiempo el Ministerio está embarcado en un proceso de coordinación de defensa cooperativa en el Mercosur?
—Eso está en análisis, pero lo que es innegable es que el mundo cada vez más se organiza en bloques. ¿Qué cambió? Que antes la defensa se pensaba en clave de enemigos ideológicos y ahora se hace en torno a la defensa de recursos naturales. Los recursos naturales no tienen frontera: la Amazonia está en varios países, no solo en Brasil. Entonces su defensa no puede ser de un solo país. ¿Cómo puede pensar Uruguay en defender el acuífero Guaraní solo? Antes el enemigo era el nazismo primero y el comunismo después, y uno tenía al aliado mayor Estados Unidos que te venía a auxiliar. ¿Y mientras tanto el Ejército uruguayo para qué iba a estar? Para la lucha interna, para evitar que el comunismo se instalara aquí. Pero ahora, si tu doctrina es que vos tenés riquezas y tenés que defenderlas porque alguno te va a agredir, ¿dónde está el enemigo interno? No hay enemigo ideológico.
—Usted dijo que se va en determinada “dirección”, que es compatible con las leyes del 40 y con la ley marco de defensa, con la consigna del “pueblo reunido y armado” de Artigas. ¿Hacia dónde se va?
—Puertas de vaivén entre el sistema de educación militar y el civil, caminos de ida y vuelta. El Liceo Militar es una muy buena figura. Tiene el complemento de la instrucción premilitar más todo lo mismo de secundaria. Es un componente de orden y disciplina que da un barniz militar a quienes pasan por ahí. Se acercan a la vida militar, no es algo ajeno ni extraño, completan el ciclo secundario. Creemos que se pueden tener otros tipos de figuras parecidas a esa. Incentivamos a los oficiales a que estudien en la Universidad de la República, por ejemplo. Estamos formando técnicos aeronáuticos civiles en el ámbito militar, lo mismo con la UTU. La idea es generar vasos comunicantes donde esa ajenidad del factor militar profesional con el pueblo desaparezca. Porque hubo intereses de potencias centrales que promovieron eso justamente para que no tengamos soberanía ni defensa nacional. Es un sistema de ideas que buscó eso, ese odio. Nosotros estamos en contra de eso y creemos que a 200 años de la gesta artiguista tenemos que rendirle algún homenaje. El Ejército en Uruguay es el Ejército del pueblo.
—¿Y cuál es ese homenaje?
—Tener un Ejército que seamos todos, sin enemigos internos.
—¿Y hoy ese pueblo se siente parte del Ejército?
—Ese es el problema y por eso estamos trabajando en el intercambio, con militares afuera y civiles que tengan algún tipo de formación en las Fuerzas Armadas. Que se compartan aulas, ámbitos, y que no se tenga desconocimiento del otro. Promovemos eso, porque la siembra del odio y de la ajenidad tiene mucho de prejuicio y de desconocimiento. Si uno no conoce al otro y siembra el odio llega un momento en que hay que ponerle un poco de inteligencia: ¿es un ser humano? ¿Qué particularidad tiene en comparación conmigo? Bueno, que se empiece a entender al otro. Acá donde se sembró el odio hay que empezar a sembrar otras semillas que no sean de cizaña, que solo dividen a los orientales, hacen que no tengamos defensa nacional, y favorecen los intereses de afuera. Esta lógica en algún momento va a dar frutos superiores, es una nueva lógica.
—¿El servicio militar obligatorio es algo impensable?
—Siempre perdió esa posibilidad en Uruguay. Lo planteó Batlle y Ordóñez, Herrera fue un gran defensor del servicio militar obligatorio. El Partido Comunista también lo planteaba con Herrera, y todos perdieron. La gran mayoría de Uruguay está en contra. Y hoy no está planteado el tema.